Aunque
el título suene extraño, incluso escandaloso, se respalda en hechos que, en el
fondo, son por todos conocidos. Por todos me refiero, naturalmente, a los que
vivimos en la Armada y trabajamos para ella. La frase no la inventé yo, la
escuché hace muchos años y entonces me chocó como a muchos les ocurrirá ahora.
En
cierta ocasión, un suboficial de la Armada me dijo que la mayoría de los
miembros de su escala no estaban embarcados sino en tierra, en una proporción
considerablemente desproporcionada y que ello explicaba muchas cosas. No me he
tomado la molestia de hacer el cálculo, pero en realidad el asunto afecta a
todos: oficiales, suboficiales, marinería… todos acabamos pasando mucho más
tiempo destinados en tierra que en buques. Sin embargo seguimos trabajando por
y para los buques sólo que desde otra perspectiva. Lo que trato de mostrar en
estas líneas es como esa diferente
perspectiva es también un progresivo alejamiento de la realidad hasta el
punto de que como se suele decir “el papel lo aguanta todo” pero la realidad no
lo soporta.
Es
una evidencia que todos los organismos de la Armada, todos los que trabajamos
en ellos y todos los asuntos a los que
dedicamos nuestra jornada tienen como misión que los barcos y sus dotaciones
estén preparados para cumplir las misiones que puedan asignárseles. De una
forma u otra todo el trabajo que realizamos, al final tiene su reflejo en cómo
están nuestros buques. Incluso la labor de otras unidades de la Fuerza como la
Infantería de Marina o la Flotilla de aeronaves, que realizan cometidos
específicos, también tienen su razón de ser en los propios barcos. Sin barcos
las aeronaves de la Flotilla no existirían, ya que de eso ya se ocuparía el
Ejército del Aire y sin barcos no habría infantes de marina, porque para luchar
en tierra está el Ejército de Tierra. Es el barco, por tanto, el espejo final de
nuestros actos y el resultado de nuestro trabajo. Nuestra auténtica razón de
ser.
Hagamos
un repaso de todo aquello que hacemos:
-
En La Dirección de Personal
trabajan para que el buque cuente con dotación suficiente, con la formación
necesaria y también para que la dotación
esté bien motivada en el sentido de que no tenga que preocuparse por otra cosa
que no sea hacer bien su trabajo.
-
En Apoyo Logístico
trabajan para que los barcos se entreguen a la Armada en óptimas condiciones y
se mantengan de igual modo. Para que el buque cuente con los medios materiales
que necesite durante todo su ciclo de vida y cuente con la asistencia necesaria
si algo falla en este sentido.
-
En los Centros de
Adiestramiento trabajan para que el barco tenga todos los apoyos que necesita
para que pueda adiestrar a su dotación en aquellos aspectos que no pueden
realizarse a bordo o que solo se realizan en la mar en contadas ocasiones.
-
En los Cuarteles
Generales se gestiona la organización y los recursos, orientan y planean el
futuro con el mismo objetivo: que los buques o agrupaciones cumplan eficazmente
sus misiones.
¿Por
qué nos molestan los barcos entonces? Porque si son nuestro fundamento, nuestro
objetivo, nuestra meta, nuestro producto final; en él debiéramos contemplar
orgullosos los logros de nuestro trabajo y la verdad es que no lo hacemos
realmente. Y no lo hacemos porque los barcos no se sienten apoyados como deben
y, aunque normalmente de una manera sutil y prudente, los barcos, como si
tuviesen alma y voz propia, se quejan. Se quejan a través de sus Comandantes y
de sus dotaciones pero también a través de hechos incontestables a los que a
menudo no queremos atender.
Los
barcos son el destino más exigente de la Armada, dejando aparte otros puestos
en la Fuerza. Los barcos tienen que cumplir con eficacia las misiones, son
responsables de su propio adiestramiento y en parte también de su alistamiento.
Sin embargo cuando algo no se hace bien sólo se mira hacia su Comandante o
dotación. ¿Y todos los demás? Todos los que trabajamos para que el barco sea un
éxito ¿No tenemos responsabilidades al respecto?
Uno
de los problemas que tiene nuestra organización es que personalizamos de una
manera absoluta los éxitos y los fracasos del destino en el que trabajamos.
Esta atribución se debe al principio de responsabilidad que todos tenemos muy
arraigado desde nuestra formación básica como militares y gracias a ella las
Fuerzas Armadas han asumido retos para los que no estaban preparadas y los han resuelto con brillantez. Pero no
debemos personalizar todo el trabajo que hacemos para la Armada. En una
organización tan grande y tan compleja que el éxito o el fracaso depende de
muchos factores y la mayoría de ellos son factores controlables que una buena
organización puede evitar. Lo que quiero decir es que una organización eficaz
funciona bien con bastante independencia de la capacidad individual de quienes trabajan
en ella a cualquier nivel. El hecho de contar puntualmente con personas
excepcionalmente brillantes permite alcanzar logros no esperados o mejorar los
resultados, pero una organización eficiente alcanza sus objetivos con personas
de capacidad normal. Cualquier individuo si se le forma bien y se le dirige
correctamente cumplirá eficazmente sus obligaciones, sino lo hace, lo normal es
que sea la organización la que haya fallado.
Sin
embargo a menudo vemos dotaciones poco preparadas o buques mal alistados y se
lo achacamos exclusivamente a los miembros de la dotación. Cuando las cosas se
hacen bien también lo vemos como mérito
personal de alguno o algunos sin ser conscientes de que, en realidad, el buen
hacer del mando ha permitido superar las carencias de la institución, gracias a
disponer de personas con una voluntad, responsabilidad y buen hacer por encima
de lo esperado. Es decir que cuando algo funciona vemos grandes profesionales y
cuando no, más que descubrir errores subsanables vemos personas incompetentes.
Pero una organización eficaz no puede basarse en los méritos individuales.
La
mejor manera de saber cómo están nuestros buques son los informes del CEVACO.
El CEVACO es un organismo que despierta sentimientos muy enfrentados en la
Armada, sin duda motivados por la excesiva personalización del trabajo. Cuando
se descubre una deficiencia operativa en un buque, al Comandante le resulta
incómodo sacarla a la luz por que por un lado nadie quiere ser portador de
malas noticias y por otro siempre teme que alguien pueda achacarle el problema
a su propia responsabilidad. El CEVACO no tiene ese problema, es bastante
independiente tanto de las responsabilidades supuestas como de las
implicaciones operativas que tenga descubrir las deficiencias. Ello le ha convertido en un organismo de una
especial valía en una organización donde todos los informes tienen que
atravesar largas cadenas de mando siempre en estricto orden jerárquico. Aunque
las dotaciones suelen verlo como un enemigo, el CEVACO es uno de los mejores
aliados de los buques en las altas esferas. Primero por que saca a la luz sin
tapujos todo lo que ve y eso solo puede beneficiar a los buques en la medida de
que la solución a un problema siempre tiene que partir de su identificación y de
su reconocimiento. Los informes del CEVACO ponen de manifiesto a menudo
deficiencias que no son achacables a la dotación y que sin embargo muestran
carencias importantes de la organización. Por ejemplo: averías que afectan a la
operatividad, faltas de material, personal insuficientemente formado o escaso,
falta de oportunidades de adiestramiento específico, etc… deficiencias que se
repiten y que a menudo solo se solucionan con parches, mientras que el CEVACO
ayuda a conseguir lo máximo de la dotación para suplir estas carencias. De esta
manera las dotaciones sienten que la Armada les exige a ellos un esfuerzo
superior al resto, un esfuerzo para suplir las carencias de los que no
trabajamos a bordo pero influimos notablemente en sus resultados.
Recuerdo
cuando, asumiendo mis responsabilidades como oficial embarcado, acudía a los
arsenales de apoyo para solicitar auxilio de mantenimiento y encontraba a otros
oficiales, casi siempre más antiguos que yo, atrincherados en sus mesas de
oficina tratando de argumentar su negativa a mis peticiones. Recuerdo
frecuentemente su actitud molesta, que
no disimulaba la incomodidad que les suponía que un oficial más moderno
viniera, a lo que ellos seguramente consideraban, pedir explicaciones por su
trabajo. Recuerdo también que de las averías que surgían, esos mismos oficiales
siempre argumentaban que la culpa era de la dotación, nunca de la falta de
apoyo ni de los trabajos mal hechos por empresas subcontratadas. De lo que no
me cabía ninguna duda es que cuando los buques se hacían a la mar, en los
arsenales se hacía la paz y la felicidad, por que la causa de sus “problemas”
desaparecía.
Sin
embargo los verdaderos problemas se los llevaba el barco a la mar. Si la
reparación no efectuada o si el trabajo mal hecho repercutía en el cumplimiento
de la misión sería la dotación quien acarrease con las consecuencias.
Anécdotas
aparte, el trabajo que hacemos sólo es eficaz si repercute positivamente en el
barco y creo que ahora no tenemos totalmente esa sensación. Cuando en despachos
lejanos se decide sobre el futuro de la carrera del militar profesional en base
a valores teóricos, muy generales, muy loables sin duda, pero a veces de escasa
utilidad en el buque, es el barco quien tiene que apañárselo con dotaciones no
muy bien formadas. Si alguien por su escasa formación causa un accidente, el
problema lo tendrá el interesado y desde luego sus superiores, que nada tuvieron
que ver con su formación, pero nadie mirará si nuestro sistema de enseñanza es
el adecuado.
Si
no se imparten los cursos de formación pero se insiste en que el personal que
maneja equipos debe ser certificado por sus superiores, se está traspasando al
buque la responsabilidad de tener al personal formado aunque el manejo de
equipos es una necesidad operativa permanente, se tenga o no personal con
experiencia.
Cada
vez los buques tienen menor dotación, aunque eso no le ha eximido de
responsabilidad alguna ni tampoco ha habido una disminución apreciable de
cometidos. Este recorte se basa en que las nuevas tecnologías requieren menos personal
para el manejo de los equipos, sin embargo no tiene en cuenta que el personal
en el barco no sólo está para manejar equipos.
Aparentemente
la externalización de servicios como la limpieza o el mantenimiento permitiría
recortar personal, pero lo que en realidad ocurre es que esa externalización
resulta muy cara y que al final la marinería acaba limpiando y realizando
tareas de mantenimiento de todo tipo, sólo que contando con menos personal y
menos recursos económicos. La Seguridad Interior por otra parte, requiere
recursos humanos que no pueden ser siempre suplidos por tecnología. Además no
somos a menudo conscientes de la carga de trabajo que vamos dejando al barco al
mismo tiempo que vamos mermando sus recursos humanos. La dotación del buque
debe realizar escuelas por destinos para formar al personal, hacer ejercicios
generales dentro de su plan de adiestramiento, asegurarse de que el personal
conoce los equipos para poder certificarles en su manejo y participar en la elaboración
de doctrina a través de sus propuestas. Debe además realizar mantenimientos de
primer escalón (a menudo también de
otros superiores), supervisar todo los trabajos que realizan las empresas
conforme a los planes de seguridad en obras, actualizar la documentación del
buque, mantener los pertrechos y recontarlos. Debe hacer informes, partes de
campaña o comisión y poner mensajes de diversa índole. Y también preparar y
realizar actos protocolarios, hacer las jornadas SEGOP, las juntas de
adiestramiento, practicar deporte, estudiar inglés, hacer prácticas de tiro de
armas portátiles, leer el BOD y la Intranet diariamente, hacer los IPEC de sus
subordinados, gestionar las cuestiones administrativas de personal, y además
hacer cursos de perfeccionamiento presenciales o por UVICOA. Además después de
las navegaciones debe disfrutar de días de permiso extraordinario para
motivación del personal, hacer las guardias o servicios que le correspondan,
hacer víveres antes de salir a la mar, hacer combustible, municionar y embarcar
los cargos que correspondan. Y por supuesto debe leer la Revista General de
Marina y hacer las despedidas al personal que desembarca. Y de vez en cuando
debe parar todo el trabajo para hacer un cambio de amarradero.
Como
se gestiona el tiempo disponible entre todas estas actividades es prácticamente
un arte. No existe ningún método establecido ni siquiera aproximado. El trabajo
a bordo es improvisado, desordenado y caótico,
que varía constantemente según las prioridades del mando. Cualquier
planificación se incumple sistemáticamente. La carga de trabajo y la
disponibilidad de tiempo y personal varían también enormemente según las
navegaciones y según el personal va embarcando y desembarcando. De la capacidad
y buen hacer de los oficiales en la gestión de ese tiempo, reside la mayor o
menor eficacia de los resultados. Si bien nadie ha medido que dotación
necesitaríamos por buque para disponer de horas hombre suficientes para cumplir
todos esos cometidos, lo cierto es que desde los destinos de tierra donde el
trabajo está perfectamente organizado y repartido entre cada persona, a veces
no solo no apoyamos si no que le obligamos a hacer grandes esfuerzos.
No
contamos con verdadero índices para medir nuestra productividad, ni para valorar
el coste de nuestros esfuerzos, pero sí tenemos al final datos concretos de
cómo están nuestros buques. Es fácil pensar que cuando salen a la mar y vuelven
han cumplido su misión, sin embargo la principal misión de un buque de guerra
es el combate y dado que no combatimos, necesitamos valorar que preparación
tenemos para hacerlo.
Si
se tuviera más en cuenta la carga de trabajo de una dotación, tal vez no
seríamos tan rácanos al dotarlos de personal. Si el personal que embarca
estuviese mejor formado tal vez no tendríamos que dedicar tanto tiempo en
instruirlos a bordo. Si los órganos de apoyo no se limitasen a esperar que les
pidamos auxilio sino que procurarán que ese auxilio fuera cada vez menos
necesario, seguramente los buques estarían mejor mantenidos. Si cada vez que se
pide un informe al barco se tuviese en cuenta que relación esfuerzo/ beneficio
tiene, se podría dedicar más tiempo a otras actividades. Si se improvisase
menos la programación de las
navegaciones se organizaría mejor el trabajo. Si las bases y arsenales se pudiesen
hacer cargo de la seguridad de los buques surtos en puerto se ahorrarían
servicios. Si los miembros de la dotación estuviesen más motivados su
rendimiento sería mayor…
Si
cuando estemos trabajando desde los despachos somos capaces de pensar en qué medida estaremos apoyando real y
eficazmente a los buques, nuestro trabajo será más eficiente y provechoso. Ese
debe ser nuestro desafío real.
Le felicito por tan acertado artículo y de reflexión y aplicabilidad en todo tipo de trabajo. En la actualidad en la vida militar se tiene medios limitados en relación a la cantidad de recursos humanos, pero como usted lo describe, somos en la carrera militar parte del engranaje de la institución, con la que llevamos la imagen institucional a la cual somos parte.
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