viernes, 18 de diciembre de 2015

TREGUA DE NAVIDAD, 1914



Desde agosto de 1914, Europa ardía en guerra. Los alemanes habían lanzado una rápida ofensiva en Occidente para hacer capitular a Francia antes de volverse contra los rusos. La ofensiva alemana tuvo un gran éxito al principio: Bélgica fue invadida y los alemanes siguieron avanzando sobre suelo francés hasta quedarse a pocos kilómetros de París. Parecía que la suerte estaba echada para los franceses, pero los aliados lograron frenar el ataque alemán en la batalla del Marne. A partir de ahí, ingleses, franceses y alemanes quedaron separados por una larga línea de trincheras frente a frente desde Suiza hasta el Mar del Norte. No hubo más avances en ningún sentido. Llegó el invierno, la nieve y el fango y los soldados sufrieron las penurias del frío, lejos de casa, en sus trincheras. La guerra se prolongaba indefinidamente.
Pero el día de Nochebuena ocurrió algo extraordinario cerca de Yprés, Bélgica, en el mismo lugar donde más tarde los alemanes probaron una de los inventos más crueles e inhumanos del siglo XX: las armas químicas. Los soldados alemanes decoraron las trincheras con adornos navideños y empezaron a cantar villancicos. Los ingleses les respondieron cantando y se empezaron a llamar unos a otros. La artillería se silenció y algunos hombres saltaron a tierra de nadie a intercambiarse regalos con los hombres del otro lado del frente. Se sentaron en hogueras a fumar y conversar juntos y hasta jugaron un partido de fútbol. El día de Navidad trascurrió en paz. El ejemplo se extendió por el frente y en muchos otros lugares ocurrió lo mismo. La tregua, aunque jamás se declaró oficialmente, corrió por el frente llegando a participar de ella algunos generales.
La situación de confraternización duro varios días, en algunos lugares hasta semanas. El alto mando de todos los contendientes empezó a preocuparse por las dificultades que iba a suponer volver a concienciar a los hombres para combatir a aquellos con quienes compartían alegría y fraternidad. Tanto los franceses e ingleses como los alemanes tomaron medidas severas para impedir la parálisis de la guerra. Varios generales fueron destituidos, oficiales sancionados y las unidades más afectadas disueltas para repartir a los soldados por otros lugares. La tregua de Navidad se fue disolviendo pero, en el fondo, sus efectos no desaparecieron. En la primera guerra mundial, como en ningún otro conflicto, las deserciones, sediciones, huelgas y protestas fueron determinantes para el desarrollo de la contienda.
 Los rusos fueron los primeros en ceder, los soldados desertaban en el frente y en la retaguardia conspiraban contra el régimen zarista uniéndose a la población que pasaba enormes calamidades. La revolución supuso el abandono de la guerra contra Alemania, pero desembocó en una guerra civil que duró tres años y que destrozó a Rusia. Los franceses tuvieron que paralizar operaciones ofensivas por el plante masivo de soldados en varias Unidades y solo la mano izquierda del mariscal Pétain evitó la deserción en masa. Con la entrada de Estados Unidos en guerra y el fracaso de la última ofensiva alemana, también la sociedad germana se plantó contra la guerra obligando al Kaiser a abdicar y exigiendo una paz prácticamente incondicional.
La primera guerra mundial acabó cuando los hombres que luchaban y sufrían en ellas se cansaron de hacerlo. La propaganda aliada, británica sobre todo, se encargó de demonizar a los alemanes para dar a sus hombres un motivo por el que combatir, pero lo cierto es que no había ninguna razón convincente para hacerlo. Europa estaba en 1914 en un momento económico y cultural dulce, las naciones europeas ejercían la supremacía mundial con sus vastos imperios coloniales y sus sociedades evolucionaban rápidamente hacia la modernidad. La interdependencia en lo económico era mayor que en la actualidad considerándose que el mundo vivía en aquel momento la máxima globalización. A causa de un orgullo patrio mal entendido, que era el pretexto para defender unos intereses nacionales ridículos comparados con los daños que supondrían la entrada en la guerra aún saliendo vencedor, todas las grandes potencias de Europa se vieron arrastradas a una catástrofe de la que jamás se levantarían del todo. Si la guerra es definida a menudo como el paradigma de la estupidez humana, es en la primera guerra mundial donde ese axioma se cumple a la perfección. Por más que sus gobiernos se empeñaran, los soldados no odiaban a sus enemigos ni sentían que existieran grandes diferencias con ellos. A diferencia de la segunda guerra mundial, la primera no tenía un trasfondo ideológico ni moral.
Para poder justificar tanta muerte y tanta desgracia causada entre los suyos, los países vencedores convirtieron a los vencidos en los únicos culpables de la guerra ensañándose en las condiciones impuestas de paz. Como consecuencia, el comunismo y el fascismo se extendieron entre las sociedades frustradas y humilladas de la posguerra. El tratado de Versalles sirvió en bandeja el advenimiento de Hitler al poder y el estallido de otra guerra peor que la anterior, cuando nadie pensaba que aquello fuera posible.
Los militares sabemos que la deserción, el abandono de la lucha contra el enemigo, la desobediencia en tiempo de guerra.. etc son delitos muy graves. Pero la tregua de navidad no fue en puridad una deserción pues nadie abandonó su puesto, tampoco una negativa a combatir por que solo se silenciaron las armas de común acuerdo con el enemigo y aunque sí pudo ser desobediencia, lo fue en unas condiciones muy particulares, ya que muchos oficiales tomaron la iniciativa para no atacarse y además lo hicieron de manera circunstancial, en principio temporal y sin intención de traicionar a su patria.
En todo caso lo que demostró la tregua de Navidad de 1914 era la artificialidad de aquel brutal enfrentamiento entre ciudadanos de diferentes naciones que no tenían ninguna razón para ser enemigas. De hecho, hasta la primera guerra mundial la guerra era considerada una forma legítima de resolver las diferencias, incluso dentro de la brutalidad existían límites, pero con la Gran guerra esa versión romántica de la violencia se terminó. A diferencia de anteriores confrontaciones las naciones de Europa, más fuertes que nunca, emplearon todos sus recursos humanos y materiales en destruirse mutuamente, sin límites ni materiales ni morales. El resultado fue desastroso para todos y para toda la humanidad en general.
Tal vez con aquel gesto aquellos hombres dieron un aviso de lo que estaba sucediendo, tal vez podía haber sido una forma de detener la guerra. Hoy en día, donde los medios de comunicación son tan poderosos, algo así podría tener un efecto ampliatorio enorme y ser capaz de cambiar el curso de las cosas. En 1914 solo fue una pequeña llamada de atención que pudo ser obviada, pero que sin duda hizo historia. El hecho fue tan extraordinario que se ha escrito mucho sobre él, incluso los franceses lo llevaron al cine  en 2005 con el titulo Joyeux Noel. Hoy que estamos en las puertas de la Navidad de 2015, un siglo y un día después de aquel suceso de Yprés, recordemos a aquellos que quisieron que al menos por un día, el día que Dios vino al mundo, no fuese un día de matarse los unos a los otros.