martes, 30 de mayo de 2017

EL REINO UNIDO A LA SOMBRA DEL 11M.



El pasado 22 de mayo un individuo llamado Salman Abedi, nacido en Gran Bretaña aunque de origen libio, hizo estallar un explosivo de fabricación casera a la salida de un concierto en el Manchester Arena provocando la muerte de 22 personas y heridas a otras 59, siendo muy jóvenes la mayoría de ellas. El atentado fue reivindicado horas después por el llamado Estado Islámico (ISIS). Para el Reino Unido la pesadilla de Manchester es la confirmación de que la amenaza jihadista que ha aterrorizado Francia, Bélgica y Alemania en los últimos años ha cruzado el canal de La Mancha.

Sin embargo, mas allá de la obvia constatación de que el Reino Unido está, como el resto de Europa, amenazado por el terrorismo jihadista, el atentado ha tenido una inesperada consecuencia a nivel nacional. Los británicos están inmersos en plena campaña electoral para la renovación del parlamento y por tanto del futuro Gobierno de la nación. Tras la momentánea suspensión de la campaña, el candidato laborista Jeremy Corbyn ha declarado, en su primer acto electoral tras la suspensión, que hay una clara relación entre el atentado terrorista y las intervenciones militares británicas en el extranjero. Las reacciones a este discurso han sido inmediatas y han llevado este asunto al centro de la campaña, cuando antes del atentado ni el terrorismo ni las intervenciones militares estaban en la agenda política electoral. Pero antes de analizar las posibles consecuencias de este discurso en el Reino Unido, mi mente me lleva a otro atentado terrorista ocurrido también antes de unas elecciones legislativas: el de Madrid del 11 de marzo de 2004. En aquella ocasión el terrorismo y las intervenciones militares en el extranjero se convirtieron en los únicos protagonistas y fueron la causa directa del resultado final de las elecciones.

En marzo de 2004 España debía acudir a las urnas para renovar la composición de su Congreso y Senado. Un año antes, en febrero de 2003, el presidente de Estados Unidos decidió invadir Irak para derrocar la dictadura de Saddam Hussein, alegando que constituía una grave amenaza para la seguridad mundial. Estados Unidos había intentado lograr la aprobación de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que legitimase la intervención, pero no logró apoyos suficientes ni siquiera entre países tan aliados como Francia o Alemania; por el contrario España y el Reino Unido apoyaron la postura norteamericana escenificando en la cumbre de las Azores el establecimiento de un nuevo orden mundial. Para el Gobierno español del presidente Aznar el apoyo a EEUU supuso una seria crisis de popularidad, se celebraron multitudinarias manifestaciones de rechazo en todo el país y la imagen del presidente salió dañada. Un año después, sin embargo, la situación había cambiado muchísimo: Irak estaba en proceso de recuperación tras la invasión y otros asuntos domésticos preocupaban más a la ciudadanía. El PSOE, tras la crisis del “tamayazo” en la comunidad de Madrid y el pacto con los independentistas en Cataluña estaba perdiendo popularidad y alejándose del partido en el Gobierno. El atentado del 11M, el más trágico de la historia de España, hizo olvidar todo eso y entre la izquierda se hizo correr la voz de que el atentado castigaba a España por su posición en Irak. La campaña electoral se suspendió, pero la izquierda hizo por su cuenta movilizaciones exigiendo al Gobierno saber la “verdad” sobre la autoría del atentado; no en vano toda España pensaba que si el atentado era obra de ETA, el Gobierno saldría reforzado por parecer más firme que el PSOE, y si por el contrario era cosa de los islamistas, seria seriamente castigado por haberlo causado apoyando la guerra de Irak. El resultado final de las elecciones dio la victoria a los socialistas en contra de todas las encuestas y del propio voto por correo ejercido con anterioridad al atentado. Rodríguez Zapatero, el entonces candidato socialista, había prometido retirar las tropas españolas de Irak si la ONU no se hacía cargo de la situación en el país, pero la retirada se ordenó inmediatamente sin esperar cambio político alguno. Tal vez los socialistas pensaron que los españoles les habían elegido para eso y que de ese modo España quedaría a salvo de otro 11M.

La retirada española de Irak, producida tras el vuelco electoral y el atentado, produjo un efecto jubiloso en los terroristas yihadistas. La violencia en Irak se incrementó y se produjo una ola de secuestros para exigir la retirada de otros países. De los muchos países que fueron sometidos a este chantaje solo uno cedió, pero la decisión española fue muy duramente criticada fuera de España, sobre todo en los países con tropas desplegadas en Irak, aunque también en otros muy contrarios como Rusia.

La cuestión final es que asociar decisiones de nuestra política exterior y de seguridad al surgimiento de atentados terroristas en nuestro suelo es peligroso pues supone de antemano reconocer la capacidad del terrorismo para influir en nuestra democracia de manera determinante, pero ¿es realmente cierto que los atentados del terrorismo jihadista son una respuesta a las intervenciones militares en otros países? Hay claros elementos que demuestran que afirmar esto es simplemente ignorar la verdadera naturaleza del terrorismo islamista:
-          El jihadismo como ideología es tan antiguo como el Islam. Existe desde la época de Mahoma, y aunque la denominada “guerra santa” o jihad no es interpretada de manera unánime por todos los musulmanes, desde siempre muchos de ellos han considerado que usar la violencia contra los infieles para favorecer la expansión del Islam no es solo legítimo sino necesario. En diversas épocas de la historia la jihad ha sido causa principal de guerras y violencia continua contra pueblos con otras religiones.
-          Los objetivos del Estado Islámico, escritos en su propia propaganda, nunca se han limitado a conflictos locales en determinados países árabes sino que buscan la construcción de un Estado Islámico global donde no cabe otra religión, ni creencia, ni práctica diferente de la suya. En este Estado está todo el mundo árabe y parte del cristiano, con independencia de su situación política coyuntural. Esta ideología es derivada de la propia de Al Qaeda, organización a la que el ISIS estuvo vinculada en el pasado. El Estado Islámico aprovecha el caos de los países en conflicto para hacerse fuerte pero son solo un medio en su camino, no un único objetivo. De hecho actúa en todos los lugares donde puede y tiene “infraestructura”.
-          Las víctimas del jihadismo no son solo los países que combaten en Irak, Siria o Libia. Todos los infieles son enemigos; también lo son los malos musulmanes, los chiíes por ejemplo, que son herejes,  y los gobiernos musulmanes que son aliados de Occidente. Los terroristas del Estado Islámico o de Al Qaeda han asesinado miles de musulmanes en prácticamente todos los países árabes, muchos más que occidentales.
-          El terrorismo jihadista es una herramienta para defender e imponer un modelo de vida basado en la sharia o ley islámica. La sharia es una auténtica contraposición al modelo de vida occidental. Los derechos más elementales son negados, las mujeres desaparecidas de la vida pública, las expresiones artísticas, culturales o lúdicas están prohibidas porque todo está considerado pecaminoso, en cambio la violencia en nombre de Alá es legítima y recompensada. El modo de vida de nuestras sociedades es un enemigo en sí mismo, de hecho otro grupo islamista, Boko Haram que actúa en Nigeria, se traduce como “la educación occidental está prohibida.”
-          El precursor y también coetáneo del ISIS,  AL Qaeda, declaró la guerra formalmente “a los cruzados y sionistas” unos diez años antes de los atentados del 11S en Nueva York y Washington , en unos documentos que fueron encontrados en Bosnia durante la guerra de aquel país. Paradójicamente las intervenciones militares de Occidente en Bosnia evitaron el genocidio de los musulmanes.

Por todas estas razones queda claro que achacar los atentados del ISIS, del mismo modo que los de Al Qaeda o cualquier otro grupo islamista, a las intervenciones militares en países árabes es absurdo, y semejantes afirmaciones solo pueden hacerse desde el desconocimiento más absoluto del fenómeno. El problema es que hacer estas afirmaciones no es solo un error, es además una temeridad porque con ellas se rompe la unidad contra el terror, porque se les genera un arma propagandística de gran valor, especialmente entre los musulmanes que viven en nuestros países; y porque se condicionan decisiones políticas legítimas a la comisión de atentados terroristas. Es decir, que al hacerlo, permitimos que los jihadistas tengan voz y voto en nuestra democracia, y además les damos a los terroristas cierta legitimidad o parte de razón.

Las intervenciones militares de Occidente en los países árabes han podido ser más o menos afortunadas, incluso han podido reforzar o debilitar al jihadismo pero han sido decisiones de gobiernos democráticos, por tanto legítimas, y con la siempre supuesta intención de mejorar la situación tanto de los países árabes como la nuestra en materia de seguridad.  En este contexto podemos discutir si fueran acertadas o no pero nunca deberíamos relacionarlas con actos terroristas concretos.

A estas alturas desconozco el efecto que las declaraciones de Corbyn tendrán en el resultado de las elecciones, es posible que el líder laborista haya intentado atraerse a ciudadanos. que situados en el ala izquierda. piensen de ese modo. Sus más cercanos dicen simplemente que Corbyn dijo lo que pensaba. En un país donde en cada ciudad abundan las placas de homenaje a todos los caídos en las guerras del imperio, donde las Fuerzas Armadas son una institución tan sagrada como la Corona, el pacifismo radical no resulta muy rentable. El propio Corbyn, días antes del ataque, tuvo que defenderse de unas acusaciones en este sentido respondiendo que él no renunciaría a la fuerza en caso necesario y que no se cerraría a las intervenciones militares siempre que estas se hiciesen en el marco de la legalidad internacional. Corbyn, por eso, no ha querido ir más lejos, no ha prometido ninguna retirada de tropas ni ha anunciado ningún cambio concreto en la política contra el terrorismo. Por otro lado, pese a la consternación provocada por el trágico asesinato en masa, los británicos han reanudado la campaña electoral hablando de muchas otras cosas sin los apasionamientos de sangre caliente tan propios de los latinos. Las manifestaciones violentas y las decisiones radicales encajan mal en el carácter flemático del pueblo británico, y por ello, no es previsible que, pase lo que pase el día de las elecciones, el terrorismo jihadista se convierta en arma arrojadiza entre los políticos. Sin embargo esta vez,  un político nacido en las islas británicas del mismo partido que Tony Blair, se ha atrevido a  asomarse al abismo del 11M. Suerte para los británicos que no se arrojó a él.