miércoles, 1 de diciembre de 2021

DERROTA OCCIDENTAL EN AFGANISTÁN

      

      La retirada de los EEUU de Afganistán, seguida de una fulgurante caída del régimen y una avalancha de colaboradores afganos intentando escapar del país, otra vez en manos de los talibanes, ha sido como un shock en la opinión pública mundial. El trágico atentado que costó más de cien vidas, incluidas las de trece soldados norteamericanos, no ha hecho más que poner el colofón a un desastre sin paliativo posible.

En estos días se ha escrito mucho sobre la misión y la retirada de Afganistán. Dentro de las diferentes visiones, nadie se ha atrevido a considerar que la decisión política haya sido un acierto, aunque sí hay quien defiende que lo cuestionable ere el cómo y el cuándo, pero no el qué. Sin embargo, los hechos son, como la verdad, tozudos y siempre acaban por revelar aquello que se quiere tratar de esconder.

El 11 de septiembre de 2011, los EEUU fueron golpeados por el peor atentado terrorista de su historia. Los responsables parecían ser los hombres de Al Qaeda, el grupo terrorista de Ben Laden que dirigía su red desde Afganistán. Aquel suceso, que impresionó al mundo, desencadenó la operación militar Libertad Duradera que hizo caer el régimen talibán de Afganistán tras el ataque coordinado de los EEUU con la Alianza del Norte, el grupo armado que mantenía la lucha contra los talibanes. Los americanos buscaban destruir las bases de Al Qaeda en el país y acabar con un régimen que albergaba campos de entrenamiento de terroristas para actuar contra “los enemigos del Islam”. La operación militar fue un éxito rotundo: sin prácticamente bajas en el lado occidental, la infraestructura de Al Qaeda en el país fue destruida y los talibanes fueron desalojados del poder y expulsados del país. Pero una vez derribado el régimen talibán, Afganistán necesitaba un nuevo orden que no supusiese una amenaza para Occidente. Libertad Duradera contó con más apoyo internacional que ninguna otra operación militar de los EEUU, prácticamente ningún país en el mundo se opuso al ataque, con muy escasas excepciones significativas, ya que tras presenciar el brutal atentado del 11S por televisión se entendía la necesidad de esa intervención. Pero también el apoyo internacional venía dado por la identidad del oponente: los talibanes era un grupo religiosos radical que tenían sumido al país en una dictadura sin igual en el planeta, donde las mujeres sobrevivían encarceladas dentro de un burka y donde casi todo estaba prohibido y fuertemente reprimido: desde la música, la televisión, la cultura o la diversión. Junto a la intención de destruir el brutal régimen, se prometía la recuperación de la libertad y los Derechos Humanos en el país.

El proyecto para la recuperación de Afganistán resultó ser una tarea hercúlea. Por un lado, la percepción de Afganistán como Estado es muy escasa entre sus propios habitantes. La vinculación a la etnia, al clan o la tribu es mucho más fuerte, y a menudo las relaciones entre éstos son difíciles cuando no hostiles. Además, el nivel cultural de la población era bajísimo con un elevado número de analfabetos, incluso para un país de su entorno. Por otro lado, el territorio es muy abrupto y las infraestructuras casi inexistentes. No había carreteras asfaltadas ni mucho menos ferrocarril o otras conexiones medianamente rápidas entre las provincias. Otro problema que afectaba de lleno a la seguridad, es que la principal fuente de riqueza del país es el opio, cuyo cultivo y comercialización corre a cargo de bandas y grupos armados.

EEUU, más preocupado por terminar de destruir cualquier grupo armado hostil a las tropas extranjeras que por esa labor constructiva, dejó en la OTAN, que creó la ISAF (fuerza internacional de asistencia para la seguridad en Afganistán), esa responsabilidad que desempeñó su misión cumpliendo un mandato de la ONU. Por primera vez en su historia, los afganos tuvieron la oportunidad de decidir sobre su futuro. Se reunieron los líderes de los distintos grupos políticos, etnias, clanes facciones y alcanzaron un acuerdo para la constitución de un gobierno y un parlamento democrático. Hamid Karzaid fue elegido primer presidente del país.

Los primeros años de la era postalibán en Afganistán fueron relativamente pacíficos. La ISAF todavía estaba desplegando sus fuerzas y los talibanes se habían refugiado en el Norte de Pakistán. Cuando la ISAF se empezó a desplegar en el Sur, la violencia se incrementó, los talibanes estaban regresando desde el país vecino y en esas zonas contaban con apoyo y facilidad para camuflarse entre la población. La guerra de la ISAF contra los talibanes fue un lento desgaste que solo parecía afectar a las potencias occidentales. Pese a que el número de bajas era mucho más bajo en su lado, a los fundamentalistas parecía no importarles demasiado. Podían tolerar cientos y miles de muertos, mientras que las opiniones públicas en Occidente bramaban contra la misión cada vez que un soldado volvía en caja de pino. Los progresos en la misión parecían lentos y las críticas en Europa y EEUU arreciaban. Los incrementos de tropas no eran suficientes para controlar todo el territorio. El presidente de Francia, Françoise Hollande, prometió en campaña electoral la retirada unilateral de Afganistán siguiendo el camino que emprendió en Irak el presidente Zapatero unos años antes. Otros gobiernos exigieron a EEUU, un cambio de estrategia.

En EEUU, el interés por Afganistán se estaba perdiendo. Un país sin aparente interés económico y estratégico le estaba suponiendo a la Administración norteamericana millones de dólares anuales. Aún encima, el goteo de bajas preocupaba, sobre todo en los países aliados de Europa y en Canadá. La fe en la misión también se resquebrajaba, los talibanes eran cada vez más fuertes y Pakistán no parecía colaborar como se le solicitaba. Lo cierto es que resultaba muy difícil separar el problema afgano del pakistaní. En áreas del Norte de Pakistán los integristas habían impuesto la sharía (ley islámica) y el Gobierno, incapaz de controlarles, negoció con ellos contribuyendo a facilitar un santuario a los fundamentalistas del país vecino. Pakistán jugaba un doble juego con EEUU y los talibanes, pareciendo facilitar apoyo a ambos bandos. Un juego que hacía del conflicto una lucha sin fin. Ben Laden, el líder de Al Qaeda, fue abatido por un grupo de operaciones especiales de EEUU en una casa muy cercana a una academia militar pakistaní. El mulá Omar, líder de los talibanes antes del 11S, murió en un hospital de Pakistán sin que se hiciese pública su muerte hasta dos años después. Las sospechas del doble juego de los pakistaníes se iban haciendo más evidentes.

En el año 2014, la OTAN decidió poner fin a la ISAF e iniciar el proceso de “afganización”. La idea era evitar los combates directos con los talibanes y dejar que el Ejército y la policía afgana se hicieran cargo de la misión. Para ello era necesario dotar a los afganos de los medios adecuados y darles el adiestramiento necesario. Mientras, la OTAN iniciaba otra misión de apoyo a Afganistán facilitando medios aéreos e inteligencia. La presencia militar de la OTAN se redujo de manera considerable y las bajas en combate fueron casi exclusivamente afganas. La idea hubiera sido buena de haberse concebido como una estrategia permanente y no como una transición hacia una retirada total, que fue lo que se hizo.

El hecho es que Afganistán ha vuelto, tras la retirada, a una situación muy similar a la anterior a la invasión de 2001. Resulta difícilmente explicable que todos los medios empleados para la misión y que todas las bajas sufridas desde entonces tuvieran como objetivo volver al principio. El espectáculo de ver patrullas de talibanes recorriendo las calles en vehículos Hummer americanos, sin tomarse siquiera la molestia de borrar las iniciales US pintadas sobre ellos, resulta tremendamente humillante.

Lo que todo el mundo se pregunta es como ha sido posible que el Gobierno afgano se haya venido debajo de mamera tan fulgurante con todos los medios y recursos que Occidente puso a su disposición. No tenemos toda la información aún para una respuesta precisa, pero lo que no resulta creíble es que los EEUU no conocieran esa posibilidad. El hecho es que todo el armazón que sostenía el régimen afgano dependía enteramente del apoyo externo, y sin éste, ni los propios afganos creían en su supervivencia. Cuando los soviéticos abandonaron Afganistán en 1989 el régimen comunista de Najibullah aún sobrevivió unos meses. El legado occidental ha sido aún más débil que el soviético comunista, a pesar de haber permanecido veinte años en el país.

EEUU sufrió enormemente con las largas ocupaciones en Irak y Afganistán. Durante los primeros años hubo combates, bajas, enormes gastos y pocos beneficios. Esta situación ha provocado una gran apatía hacia misiones militares en el Exterior. Desde el punto de vista político, los demócratas rechazan esta política de hardpower por que la ven como una imposición por la fuerza que daña la imagen de EEUU en el Exterior. Para los republicanos estas operaciones son un gasto importante de recursos que no suponen grandes beneficios para el país. En general, EEUU está volviendo a reforzar la idea de que EEUU debe dejar de involucrarse demasiado en los problemas de otros. La vieja tentación aislacionista está volviendo, como antes de la segunda guerra mundial.

Pero EEUU no se parece mucho al país que era en 1941. La posición hegemónica del país se sustenta en un poderoso juego de influencias y alianzas que tiene como base, la defensa del denominado mundo libre. Frente a otras potencias, como China o Rusia, EEUU es el líder indiscutible de los países que creen en la democracia y en libertad. Y esta responsabilidad no puede eludirse sin pagar un alto precio en prestigio y poder. Y para mantener ese liderazgo mundial es necesario participar en el juego en todo el tablero del planeta, lo que implica una combinación de acciones de todo tipo, que desde luego incluyen el hardpower, como lo prueba la presencia de bases militares desplegadas por todo el mundo.

Hace dos años EEUU decidió abandonar Siria tras un despliegue realizado para luchar contra el Estado Islámico (ISIS) en el entorno de una guerra civil a múltiples bandas. Los norteamericanos no podían apoyar el régimen de Al Asad sobre el que pesaban muy graves acusaciones de violaciones de los Derechos Humanos, e incluso el empleo de armas químicas. Los rusos aprovecharon el vacío para ofrecerse como aliado del régimen sirio y aportaron un notable apoyo militar instalando bases permanentes en Latakia y Tartus. En el otro lado, entre los grupos que luchaban contra Al Asad, estaba el ISIS, el más temido en Occidente por alentar atentados en nuestro suelo. Pero además del ISIS y otros grupos islamistas estaban los kurdos, más pro occidentales y aliados de EEUU desde la invasión de Irak en 2003. Los kurdos lucharon con ayuda norteamericana contra el ISIS con gran eficacia, expulsándolos poco a poco de los territorios que dominaban. En televisión pudimos ver, incluso, a sus guerreros portando la bandera de las barras y estrellas. Pero acabado el ISIS, tras una pinza entre el gobierno de Irak y los kurdos apoyados por EEUU por un lado, y el régimen sirio apoyado por los rusos por otro, la situación de los kurdos se volvió complicada. Funcionaban como un poder autónomo que no reconocía al régimen de AL Asad y contra el que también había luchado, y a su vez, se enfrentaba a otras milicias apoyadas por el Ejército turco. La entrada de Turquía, país de la OTAN,  en Siria planteaba un problema a los EEUU que el presidente Trump resolvió abandonando el país y dejando a los kurdos a su suerte. Turquía y Rusia se quedaron negociando el conflicto y los kurdos acabaron pidiendo ayuda a Al Asad.

El abandono de los kurdos provocó algunas críticas en EEUU, pero no supuso un problema serio a nivel de opinión pública. La de Afganistán, por las circunstancias agravantes del caso, sí que ha hecho caer drásticamente la popularidad del sucesor de Trump, pero en el fondo ambas decisiones forman parte de una política común de renunciar al uso de la fuerza en escenarios lejanos cuando no sea absolutamente imprescindible, y de inhibirse en problemas ajenos, aunque estos sean en defensa de la democracia y de la libertad. Las consecuencias de este cambio de política ya se están empezando a ver, pero no cabe duda que el prestigio y la fiabilidad de los EEUU como aliado se ha visto resentida a nivel mundial.

La situación en Afganistán tenía pocos visos de superarse en un corto o medio plazo, pero se estaban sentando las bases para que el país no volviese a caer en un régimen como el de los talibanes. En muchas ciudades afganas se habían visto cambios muy notables, la guerra no ha alcanzado de lleno a esos núcleos de población en estos años, y se han mejorado y modernizado en muchos aspectos, especialmente en la reducción del analfabetismo, la educación de las mujeres, y el disfrute de muchas libertades, inéditas antes de la llegada de la ISAF. En el medio rural los avances han sido mucho más limitados, especialmente en aquellas áreas donde los talibanes tenían más influencia, pero plantear un cambio tan radical de todo un país desde la Edad Media hasta el siglo XXI, no es un objetivo que se pueda pretender alcanzar en veinte años. Y en esa diferente percepción del tiempo es donde los talibanes ganaron la guerra. Los occidentales hemos perdido la capacidad para entender y plantear objetivos a largo plazo, vivimos en el mañana es hoy y las inversiones a largo plazo las vemos como despilfarro de recursos. Los talibanes, en cambio, no tienen prisa. No es que se planteen objetivos a largo plazo, sino que luchar es su modo de vida y morir algo tan cotidiano como aceptable. Por eso ni las bajas, ni el tiempo les han desgastado.

La permanencia de un contingente internacional como el que se mantenía en los últimos años en Afganistán no hubiera servido para ganar la guerra a medio plazo, pero hubiera permitido que un régimen totalitario y criminal no volviera a regir los destinos del país, mientras éste iniciaba, poco a poco, su trasformación a la modernidad. El reto era inmenso, pero la ocasión lo merecía, si aún Occidente conservara algún referente moral y ético en su política, pero no si se sigue limitando a defender los intereses económicos de cada una de las naciones de las que somos parte.

En todo caso, para aquellos que defienden que el objetivo en Afganistán era eliminar el santuario terrorista y eso ya se alcanzó, y que reconstruir el país solo se planteaba como un objetivo secundario que no merecía la pena el esfuerzo, ya que finalmente resultaba ser mucho mayor de lo previsto, y que por lo tanto la misión no puede considerarse fracasada, he de decir que hay hechos con los que difícilmente se sostiene esta tesis:

 

-         En primer lugar, el acuerdo que los EEUU firmaron con los talibanes para los que éstos no atacasen o permitiesen ataques terroristas a países o ciudadanos occidentales a cambio de la retirada no tiene ninguna garantía de cumplimiento. A corto plazo, es posible que los nuevos dominadores de Afganistán no tengan interés en acciones fuera de su territorio, pero a medio plazo la situación puede cambiar.

-         El uso de la fuerza militar es un medio y no una finalidad en sí mismo, por lo que considerar que haber eliminado a un elevado número de terroristas o combatientes islámicos como un objetivo alcanzado es engañoso. Sin haber alcanzado un objetivo político claro, realista y viable, no puede hablarse de misión cumplida.

-         El daño moral provocado a las propias fuerzas militares de todos los países de la OTAN qua han participado durante dos décadas en esta misión es indudable, puesto que se les ha aleccionado, motivado y preparado para lograr la reconstrucción de un país y ellos han visto como todo su trabajo, esfuerzo y enormes sacrificios, que han incluido bastantes vidas humanas, han sido para volver al punto inicial.

-         En idéntico sentido, el daño a la conciencia de Defensa en los mismos países ha sido enorme. Nos hemos cansado de escuchar a políticos, periodistas y  anuncios de publicidad institucional recordándonos que los militares hacían un gran servicio a la humanidad  mientras repartían ayuda humanitaria y protegían a una población que ahora han dejado a su suerte. ¡Qué difícil va a ser justificar ante la opinión pública cualquier misión de mantenimiento de la paz en el futuro!

-         El prestigio de la propia OTAN, que huye de un escenario de conflicto que se le complica, el de las propias naciones que la componen, incapaces de ponerse de acuerdo para lograr un mínimo de eficacia en la misión, la clara supremacía de los intereses materiales y nacionales sobre cualquier principio ético en la definición y ejecución de las misiones; todo ello, tras el estallido de Afganistán, va a resultar en una enorme falta de credibilidad de cara al futuro que va a resultar muy difícil de reparar.

No parece que, pese a los esfuerzos de algunos políticos, exista otra lectura que el de una vergonzosa derrota en Afganistán. Pero, en este caso no una derrota militar, ya que los militares hicieron el trabajo que se les encomendó y lograron lo que les fue posible alcanzar, dentro de las enormes limitaciones que sus propios dirigentes políticos les impusieron. En este caso la derrota es política y sobre todo moral, de una civilización llamada occidental, cada vez más arrinconada en objetivos meramente materialistas, sin orgullo ni referencias morales y sin capacidad de reacción ante su lento, pero visible declive.

 

domingo, 7 de marzo de 2021

CINCO RAZONES PARA INVERTIR EN DEFENSA

CINCO RAZONES PARA INVERTIR EN DEFENSA

No es ningún secreto que el recurso económico que España destina a la Defensa Nacional es escaso, si lo ponemos en relación con la importancia de nuestro país con los demás países de la OTAN y con los objetivos de capacidades que el propio Ministerio de Defensa ha establecido y que siempre se quedan a medio alcanzar precisamente por falta de recurso financiero. También es sabido que las prioridades de la sociedad y desde luego de los dirigentes políticos son otras diferentes de la Defensa Nacional (Bernal Gutiérrez, 2011, 22-64). No obstante lo anterior, es hora de que España apueste por medidas de futuro que ayuden al desarrollo de nuestro país en el medio y largo plazo, y no gastar todos nuestros recursos en soluciones cortoplacistas, que mantienen a nuestro país sumido en la baja productividad, la ineficiencia económica de muchas actividades y el retraso en las nuevas tecnologías. El gasto en Defensa, a diferencia de otros, no es un gasto improductivo, sino una inversión.

El presupuesto de Defensa en España está en la cola de la OTAN en términos relativos, por debajo del 2% del PIB (Fig.1), que es la cifra que todos los países de la OTAN se comprometieron a gastar en 2024. Pero a esto hay que añadir que la inercia presupuestaria es el factor que más influye en la elaboración del presupuesto de Defensa (Fonfría, 2013, 24), por lo que el presupuesto sube normalmente menos de lo que hace el PIB y en momentos de crisis es el que sufre más recortes, por lo que el gasto en Defensa además acumula retrasos. Esto es importante, porque los efectos de la escasez de recurso económico en Defensa tienen efectos acumulativos importantes. Uno de ellos es la llamada deuda de Defensa, que arrastra el Ministerio desde hace años por la peculiar manera de financiar los programas especiales de armamento (PEAS) (Pérez-Forniés, 2013, 50). Defensa tiene que pagar por los materiales adquiridos pero la financiación corre a cargo del Ministerio de Industria y las empresas devuelven la financiación directamente al Tesoro. Ello va incrementando la deuda del Ministerio de Defensa que se hace insostenible a lo largo del tiempo.


Fig. 1. Gasto en Defensa de los países de la OTAN. Fuente: División de Diplomacia Pública de la OTAN, comunicación de 2018.

 

Además, los PEAS siempre van retrasados. Estos efectos necesitarían una inyección extra de recurso para recuperarse, inyección que no se produce. Cuando un Ejército plantea la necesidad de modernizar o adquirir nuevas armas o equipos lo hace porque el material que está utilizando se está quedando obsoleto. Como el recurso nunca cubre todos los proyectos, algunos tienen que esperar algunos años. Mientras tanto las obsolescencias van creciendo. Cuando se produce un recorte, uno de los programas aprobados sufre retrasos. Y ello conlleva más retrasos sobre otros proyectos que aún no se han convertido en programas. En consecuencia, muchas capacidades se ven drásticamente reducidas o perdidas por un tiempo.

Pero no solo la falta de presupuesto afecta a la adquisición o renovación del material. El adiestramiento de los Ejércitos es esencial para que las capacidades puedan ser realmente alcanzadas, así como la formación del personal. Si no se dispone de recursos suficientes para el adiestramiento, tendremos un almacén de armas, pero no un Ejército.

Lo mismo sucede con el mantenimiento. Adquirir tecnología de última generación sin gastar en su mantenimiento dejará los equipos inoperativos en el corto o medio plazo. Y ponerlos de nuevo a operar supondrá la necesidad de nuevos recursos económicos, probablemente mayores que los que no se gastaron en su momento.

Hay una tendencia a incrementar el coste de los nuevos programas de armamento. En parte se debe al rápido desarrollo de nuevas tecnologías que hacen que los equipos se queden obsoletos antes que hace unos años. Otra razón es el cambio del escenario estratégico con la aparición de la guerra híbrida que ha obligado a las Fuerzas Armadas de todas las naciones occidentales a desarrollar capacidades más allá del escenario convencional. De esto hablaremos después con detalle. En cualquier caso, este incremento de coste está provocando una reducción de los medios de que disponen las Fuerzas Armadas, ya que el presupuesto de Defensa no crece al mismo ritmo que los costes de los programas de armamento y al tener que elegir entre tecnología más avanzada o mayor cantidad de efectivos.

En los últimos 20 años, muchas de las naciones de la OTAN han optado además por un modelo de Fuerzas Armadas totalmente profesional (Valiño, 2013,52), lo que ha supuesto un notable incremento de gasto de personal. Este gasto además hace más rígido el presupuesto, dificultando la capacidad para incrementar el gasto en material o sostenimiento.

España es, por extensión, población e importancia económica, uno de los países más importantes de la OTAN. Nuestra contribución a las misiones internacionales de la Alianza también está en concordancia con esa importancia. Sin embargo, en el ámbito presupuestario, España está situada claramente por debajo de los principales países europeos de la Alianza (Fonfría, 2013, 35). A nadie engaña el hecho de que, sin un presupuesto adecuado, el papel de España no refleja las verdaderas capacidades que tienen nuestras Fuerzas Armadas.

Los asuntos referentes a la Defensa Nacional no son prioritarios para nuestros dirigentes. La mayoría de los españoles no se sienten amenazados por ninguna potencia. Pero el problema de la Defensa y Seguridad es que cuando somos conscientes de su importancia, ya es tarde para remediarlo. Porque habrá pasado algo irremediable. En 1898 España se vio abocada a una guerra con los Estados Unidos que nuestros dirigentes políticos no fueron capaces de impedir, prevenir o preparar. El resultado ya lo conocemos: una derrota humillante que hundió la autoestima, el patriotismo y dio alas a movimientos políticos separatistas y antiespañoles.

En la cumbre de la OTAN de Bruselas, el 2 de julio de 2018, el presidente Pedro Sánchez se comprometió a gastar el 2 % exigido por la Alianza y los EEUU, ratificando así el compromiso que adquirió su predecesor e



n 2017. Sin embargo, la necesaria evolución del presupuesto para alcanzar ese compromiso en 2024, hace poco creíble ese compromiso (Fig.2).


Fig. 2. Gasto en Defensa en relación al PIB. Fuente:La inversión en defensa en España: una asignatura pendiente”, Fernando Álvarez Gómez-Lechón (IEEES).

En la actualidad, el presupuesto de Defensa no es solamente un gasto necesario para proveer al país de los medios de Defensa que necesita, tanto para la persuasión, como para defender intereses estratégicos y mitigar amenazas en el Exterior, sino que también una inversión que tiene importantes externalidades positivas en la vida del país. Por ese motivo, en este trabajo hablaremos de inversión y no de gasto en Defensa y daremos cinco poderosas razones para cambiar esta tendencia: las dos primeras de orden estrictamente defensivo y las tres restantes como efectos beneficiosos para el desarrollo y la economía nacional.

1.      RESURGIR DE LA AMENAZA CONVENCIONAL

Aunque el final de la guerra fría trajera una reducción del gasto militar en todo el mundo, el escenario estratégico mundial ha cambiado mucho desde entonces y las llamadas potencias emergentes, como China o India, están aumentando su gasto militar. También lo está haciendo Rusia, que pese a no disponer de una fortaleza económica que le permita seguir la estela de otras potencias, está dispuesta a conseguir objetivos políticos y estratégicos mediante el uso de las Fuerzas Armadas, y ello ha conducido a un notable incremento de su presupuesto de Defensa. Estados Unidos, como primera potencia militar del planeta, está asimismo incrementando su gasto tras varios años de reducción, con la intención de mantener su hegemonía mundial.

En este escenario mundial, Europa, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha descansado su Defensa en el apoyo de su principal aliado, los EEUU, está recibiendo presión desde el otro lado del Atlántico para que asuma su propia Defensa y deje de actuar como free raider. Fruto de esta presión estadounidense ha salido el compromiso de mantener un presupuesto de Defensa del 2% del PIB que además debe ser invertido en capacidades reales de Defensa. España, como país miembro de la OTAN, tiene un compromiso con la Alianza de contribuir en la medida de su capacidad y no puede permanecer al margen ante amenazas globales, aunque no se sientan como propias. Por ejemplo, para algunos Estados miembros, como Noruega, Polonia o las repúblicas Bálticas, la amenaza de Rusia es prioritaria. Aunque en otros países como España, la amenaza de Rusia no se ve del mismo modo, estamos contribuyendo a la defensa del espacio aéreo de esos países aliados en el marco de la OTAN. Asimismo, y a modo de compensación, España ha logrado el compromiso de la Alianza para la llamada defensa del flanco Sur, que comprende las amenazas procedentes del Norte de África. Desde la caída del muro de Berlín, la OTAN debe ser entendida de un modo diferente, en el que las amenazas son cambiantes y menos definidas, y los intereses nacionales deben ser coordinados.

Particularmente, en el denominado flanco Sur, que tanto interesa a España, se habla de conflictos locales, Estados fallidos, terrorismo transnacional, y otros sucesos que provocan olas de inmigración ilegal, tráfico de drogas, armas y de personas y otros fenómenos delictivos que desestabilizan la región. A su vez, los países de la zona han incrementado sus Fuerzas Armadas y sus medios de Defensa, que en principio no son una amenaza para España, pero que la desestabilización podría hacer que lo fueran.

Marruecos por ejemplo, ha incrementado notablemente sus capacidades militares: su porcentaje de gasto en defensa del PIB hasta el 3.2% (alrededor de 3.700 millones de dólares). Marruecos ha contratado la modernización de su flota de 23 F-16 al bloque 52, y ha adquirido 25 ejemplares adicionales de una de las versiones más avanzadas del modelo: el Bloque 72. Adicionalmente, ha adquirido 222 carros de combate M1A1 Abrams, y está en proceso de adquirir 162 unidades de un modelo más avanzado: el M1A2, lo que conforma una fuerza acorazada dotada con 384 unidades modernas y capaces, por encima de los 300 carros de los modelos Leopard 2E y 2A4 que opera nuestro Ejército de Tierra. Washington ha autorizado también la venta de 36 helicópteros AH-64 Apache –robusto, probado en combate, y en número y capacidades superior a nuestros 24 Eurocopter Tigre-, 3 helicópteros CH-47D Chinook, y una amplia panoplia de municiones que incluye misiles antiaéreos Stinger y anticarro TOW. La última adquisición: misiles antibuque AGM-84L, que pueden ser lanzados desde los cazas F-16, y que podrían suponer una amenaza para nuestra Fuerza Naval (Fuerza Naval, 2020). Marruecos también podría adquirir aviones F-35, cazas de quinta generación, tras el acuerdo alcanzado con EEUU.

Al igual que Marruecos, Argelia ha aumentado su presupuesto militar hasta el 3,2% de su PIB, gracias al cual se ha estado equipando militarmente con material ruso moderno en estos últimos años, operando con cazas Sujoi SU-30 MKA, helicópteros de ataque Mi-28NE Havoc y carros de combate T-90. No obstante, donde más ha llamado la atención el rearme argelino ha sido en su marina de guerra, que se está dotando actualmente con dos modernas fragatas de la clase MEKO-A200, tres corbetas chinas de la clase C-28A e incluso un buque LPD italiano para operaciones anfibias. Argelia cuenta ahora con una de las fuerzas más modernas del Mediterráneo, con seis submarinos clase Kilo, cuatro de ellos recibidos en la última década (Foro Naval, 2020).

Las capacidades de guerra convencional en las Fuerzas Armadas Españolas se han visto reducidas en las últimas décadas de manera ostensible, en parte por la necesidad de atender a su modernización, pero también por tener que atender a nuevas amenazas de orden asimétrico, más complejas, y también para adaptarse a las necesidades de las misiones que han venido desempeñando en el Exterior.

En este sentido podemos comparar los medios de que disponían las Fuerzas Armadas Españolas en la década de los noventa y las que disponen hoy. Por citar algunos ejemplos, y siempre salvando importantes distancias, el Ejército de Tierra tenía más de 840 Carros de combate hace tres décadas y ahora dispone de poco más de 200 cuya operatividad plena solo corresponde a una parte. La Armada, asimismo, tenía 17 escoltas, (11 fragatas y 6 Corbetas con capacidades antisubmarina, antiaérea y anti superficie), disponiendo ahora solo de 5 fragatas plenamente operativas. El Ejército del Aire disponía en los noventa de unos 210 aviones de combate con capacidad aire-aire y aire-superficie, disponiendo ahora solo de 156 (86 EFA Typhon y 70 F-18 Hornet). Estas comparaciones son enormes simplificaciones que admiten muchos matices, pero sí reflejan la reducción en general de efectivos operativos que las Fuerzas Armadas han experimentado en capacidades de guerra convencional.

Es importante que las Fuerzas Armadas dispongan del material más moderno y eficaz, pero si su número se reduce indefinidamente las capacidades militares de que dispongamos estarán muy mermadas por muy moderna tecnología que manejen. En el Reino Unido N. Davies, A. Eager, M. Maier and L. Penfoldhan hecho un estudio titulado:” INTERGENERATIONAL EQUIPMENT COST ESCALATION” en el que analizan como han ido subiendo los costes por unidad en los programas de armamento del país. En EEUU RAND CO ha hecho un estudio similar (Lorell, Leonard, Doll, 2015) sobre la diferente evolución de los costes de los programas de armamento en aviones y armas guiadas. El estudio concluyelos problemas que va a tener el país para mantener sus capacidades militares debido a la reducción progresiva del número de unidades con los que van a contar las Fuerzas Armadas de los EEUU debido a este incremento de costes en el futuro.



Fig 3. Evolución del coste por unidad de destructores para la Royal Navy y de los aviones de combate de la RAF. Fuente:”INTERGENERATIONAL EQUIPMENT COST ESCALATION”

En el caso español ocurre algo similar, agravado además por el ya mencionado desplazamiento de prioridades. Los carros de combate del Ejército no se llevan a misiones de paz en el Exterior, por lo que han dejado de ser prioritarios. En la Armada, la prioridad ha pasado a ser la Seguridad Marítima, en detrimento de la guerra convencional. Los barcos empleados pueden ser los mismos, pero las capacidades no. Para la lucha contra la piratería, la vigilancia contra la inmigración ilegal o las operaciones de control de embargo de armas no precisan de capacidades antisubmarinas, antiaéreas o anti superficie. Aunque los barcos dispongan de sistemas para esas capacidades no tiene por qué estar operativos ni las dotaciones adiestradas. Lo que las Fuerzas Armadas españolas están haciendo debido a los recortes presupuestarios es priorizar unas capacidades sobre otras, y en ello se están asumiendo riesgos importantes en Defensa y Seguridad.

2.      NUEVAS AMENAZAS.

Los conflictos más recientes, como el de Ucrania, por ejemplo, están poniendo de manifiesto que la guerra, lejos de manifestarse de un modo visible y estrictamente militar, se lleva a cabo por todo tipo de canales, tradicionalmente alejados de lo que podríamos denominar el ámbito militar. El uso de esas nuevas malas artes ha llevado a la OTAN a definir lo que se conoce como guerra híbrida, que, sin renunciar al uso de armas convencionales, introduce sus tentáculos en otros ámbitos especialmente peligrosos por ser menos perceptibles.

La guerra híbrida emplea modernas tecnologías con el objeto de desestabilizar un país objetivo sin tener que mostrar abierta hostilidad, al menos inicialmente, hacia él. Son técnicas en las que el origen de la amenaza pretende permanecer oculto. Una de las técnicas más conocidas y peligrosas de la amenaza híbrida es la Ciberguerra. La mejor manera de luchar contra la guerra híbrida es disponer de eficaces servicios de inteligencia y buenos medios para proteger las comunicaciones y los sistemas de información. Muchas de las técnicas empleadas en la guerra híbrida son comunes a bandas criminales y delincuencia organizada por lo que entramos en un terreno que no es, como podía entenderse, exclusivamente militar.

Pero además de la guerra híbrida, las Fuerzas Armadas de los países occidentales, entre ellos desde luego España, están asumiendo funciones que no son, strictu sensu, militares. Estas misiones pueden ser la lucha contra epidemias, como estamos viendo en la operación Balmis, la lucha contra la inmigración ilegal (Operación Sophia de la UE), la lucha contra la piratería, la ayuda en catástrofes naturales dentro y fuera de nuestro país, el rescate marítimo, y otras labores de policía o de colaboración CIMIC (cívico-militar) en el ámbito de operaciones de paz en el Exterior. Todas estas operaciones, que suelen ser a menudo prioritarias plantean un problema importante a las Fuerzas Armadas en un entorno de recursos limitados, pero también pueden suponer una gran oportunidad.

En la actual situación, como se ha indicado, los escasos recursos con los que las Fuerzas Armadas cuentan han producido un desplazamiento de las capacidades militares convencionales en favor de otras, que suelen ser más valoradas por la Opinión Pública y por tanto más prioritarias para los dirigentes políticos. Pero esta situación también favorece una mejor valoración de las Fuerzas Armadas y facilita su acceso a los necesitados recursos económicos.

Asimismo, al desempeñar estos cometidos, las Fuerzas Armadas se convierten en consumidores de material que otras instituciones, incluso del sector privado, también están necesitadas. Esta situación favorece que exista una convergencia de intereses con diversas instituciones civiles que facilite una mayor demanda de estos materiales, y por tanto menores precios, y también que las inversiones de Defensa en I+D+I beneficien no solo al sector industrial considerado casi exclusivamente de Defensa, sino a un elenco más amplio de empresas con muchos clientes civiles que puede activar mercados en el país y generar tecnologías de gran interés (Carlos Martí,2013,160).Esta sería una de las externalidades positivas que se van a mencionar más adelante, pero para impulsar este desarrollo de tecnologías de seguridad de interés no exclusivo de las Fuerzas Armadas, es necesario invertir en ellas. Es el acceso a la innovación lo que necesitan estas empresas y la falta de músculo financiero la que lo dificulta. Y dado que Defensa las necesita para afrontar las nuevas amenazas y acometer sus misiones, la inversión en Defensa podría satisfacer ambos objetivos.

3.      INTERESES ESTRATÉGICOS NACIONALES.

Desde que España abandonó su aislamiento internacional para integrarse en Europa y en el mundo de las democracias occidentales, la política de Seguridad y Defensa ha estado siempre ligada a las de las organizaciones internacionales en las que se ha integrado, especialmente la OTAN y la UE. Sin embargo, a diferencia de otras naciones como Francia o el Reino Unido, la política de intereses estratégicos de España al margen de los intereses colectivos de esas organizaciones, aparece difuminada o enormemente debilitada. ¿Significa eso que España carezca de intereses nacionales al margen de la UE o de la OTAN? No, como claramente se ha establecido en distintos documentos como la Directiva de Defensa Nacional o la Revisión Estratégica de la Defensa. Lo que quiere decir es que España, al margen de esas organizaciones, dispone de un grado de influencia muy limitado para la consecución de esos fines, especialmente si se trata de situaciones de crisis donde las Fuerzas Armadas son un instrumento para la defensa de dichos intereses. Quedo claramente de manifiesto en la crisis de Perejil donde en determinados momentos la debilidad de España era evidente.

Las causas de esta debilidad internacional son muy diversas y tienen que ver más con la política interna que con la de Defensa. Para los dirigentes políticos las estrategias de política Exterior muy marcadas suponen un riesgo que no quieren asumir, por las consecuencias que a corto plazo pueden traer en la política doméstica de división de la sociedad o de conflicto político. La casi única excepción en la historia reciente de nuestro país fue la crisis pre bélica en Irak donde el presidente Aznar apostó por una alineación total con las potencias que luego invadirían el país, pero sin el acuerdo ni en la UE ni en la OTAN, y con las consecuencias que todos conocemos.

España, sin embargo, es un activo participante en las misiones de paz internacionales, tanto en el ámbito de la ONU como en el de la OTAN, y debería hacer valer más esa participación. España tiene además un enorme potencial de influencia en América, donde existe una gran afinidad cultural e histórica. Algún día, la clase política española descubrirá la necesidad de que España se convierta en un actor relevante en la escena internacional y para entonces necesitará unas Fuerzas Armadas preparadas para ello. Además de la defensa de los intereses nacionales, las Fuerzas Armadas son unas magníficas embajadoras allá donde van. La colaboración con países en vías de desarrollo para mejorar la capacidad de sus Fuerzas Armadas, es también una forma de crear vínculos, exportar prestigio y favorecer prosperas relaciones comerciales.

4.      DESARROLLO DE LA INDUSTRIA DE DEFENSA

La industria de Defensa es la encargada de proporcionar el material necesario para que las Fuerzas Armadas puedan llevar a cabo sus cometidos. Por razones estratégicas, es importante que las empresas que proporcionan estos bienes sean nacionales, impidiendo de ese modo la dependencia de potencias exteriores en caso de conflicto armado. Debido a la creciente importancia de la tecnología en el desarrollo de capacidades militares, muchas de las armas y sistemas que usan las Fuerzas Armadas Españolas son suministradas por empresas extranjeras, especialmente aquellas procedentes de Estados Unidos. Esto implica una dependencia importante en caso de conflicto. Para tratar de reducir esa dependencia, el Gobierno de España, y particularmente el Ministro de Defensa, es responsable del desarrollo de una industria nacional de Defensa, ya sea de titularidad pública (caso de Navantia) o privada (Indra). En el ámbito de la UE, la necesidad de proteger la industria de Defensa permite a los Estados miembros medidas de proteccionismo       que están vetadas a otros sectores. Este entorno favorece que industrias que tendrían serios problemas para sostenerse económicamente en el sector Defensa debido a los altos costes fijos, a la dependencia de su casi único cliente (el Estado) y a la larga duración y alto coste de los programas de armamento, puedan ser incentivados mediante la financiación del Estado. Esto permite al Ministerio de Defensa conseguir que sus necesidades de material sean proporcionadas por empresas nacionales, y a su vez invertir en un sector que trabaja dentro del campo de la innovación y que por tanto produce beneficios a nivel nacional en el desarrollo de nuevas tecnologías, no solo aplicables al ámbito de la Defensa.

En resumen, las inversiones que el Estado hace en empresas del sector Defensa para el desarrollo de programas de armamento necesarios para las capacidades que las Fuerzas Armadas necesitan, produce otras externalidades positivas en la industria nacional y en la economía en general, como son:

-        Redireccionar beneficios que van a empresas extranjeras hacia otras de nuestro país.

-        Invertir en el desarrollo de nuevas tecnologías que permiten a empresas españolas competir en mercados diversos, tanto en España como en otros países, que de otra manera no les serían accesibles. Es importante añadir, que como se dijo en el punto 2, muchas de estas tecnologías son requeridas en mercados de bienes civiles.

-        Reforzar el tejido industrial de la nación, permitiendo el desarrollo de áreas económicamente deprimidas o demasiado dependientes de otros sectores de la economía.

Naturalmente estos efectos son adicionales a la consecución del objetivo principal que no es otro que asegurar los bienes que las Fuerzas Armadas necesitan y hacerlo a través de empresas nacionales en la mayor medida posible para evitar la dependencia externa.

 Es necesario que estas políticas de inversión sean consistentes y sostenidas en el tiempo para que las empresas del sector puedan asegurar sus beneficios y financiación. En España, la mayoría de las empresas que suministran a Defensa, son pequeñas y carecen de un músculo financiero robusto. Hay un sobredimensionamiento de la oferta en el mercado de la Defensa que precisa de una reestructuración (Fonfría, 2013, 132-133). La innovación es un entorno de riesgo y además con fuertes barreras de entrada. Es necesario que el Estado contribuya a desarrollar la industria de Defensa mediante esas inversiones que las empresas, en España la mayoría pequeñas, no pueden asumir.Ello les dificulta afrontar inversiones de gran volumen o de cierto nivel de riesgo.  En otros países, como el Reino Unido o Francia la fortaleza de su industria reside en la seguridad que garantiza un cliente como el Estado que invierte más generosamente en Defensa. Esa robustez les permite acceder a mercados exteriores. La industria de Defensa es un mercado competitivo, pero en todos los países el Estado permanece como el cliente principal.

Aunque no se ha podido demostrar que la inversión en Defensa en general produce beneficios económicos en todos los casos, hay elementos que determinan que así sea, concretamente cuando la inversión implica más exportación que importación(Carrasco-Gallego,2013,81). Los datos de España demuestran que las empresas ligadas al sector Defensa tienen una balanza comercial positiva (Fonfría, 2013,128). Cuando eso sucede el gasto en Defensa se traduce en crecimiento económico (Carrasco-Gallego,2013,80). Además, el crecimiento de este sector está asegurando inversiones en el campo de la innovación, que otros sectores no realizan. Cuando el gasto en Defensa se traduce en consumo interno, las externalidades son positivas y se contribuye al crecimiento económico nacional (Carrasco-Gallego, 2013,85). En España, las empresas de Defensa han contribuido al crecimiento del PIB por encima de su propio peso. De acuerdo con el estudio más exhaustivo realizado hasta el momento, por cada 1 000 euros de inversión en defensa en el año 2010 se añadieron 1 294 euros al PIB. En total, el Ministerio de Defensa y sus organizaciones afiliadas generaron un valor añadido bruto de 12 111 millones de euros (un 1,16 % del PIB español de ese año) (Fernando Álvarez-Lechón, 2020, 14). Según la asociación de empresas del sector TEDAE, la actividad de estas empresas en 2019 supuso: facturación de 7.156 millones de euros, 3,5 % del PIB industrial, 63% de facturación procedente de exportaciones, 23.633 empleos directos y un 9,8% de la facturación invertido en I+D+i (fig.4).


Fig 4. Actividad económica de la Industria de Defensa. Fuente: TEDAE.

 5.      EL FONDO EUROPEO DE DEFENSA PARA LA BASE TECNOLOGICA E INDUSTRIAL DE LA DEFENSA EUROPEA.

Desde el final de la Guerra Fría, hay una tendencia a intentar reducir la dependencia de Estados Unidos para la Defensa y Seguridad de Europa. Por un lado, Estados Unidos desea reducir su presencia militar en Europa y que los aliados se hagan más responsable de su propia defensa, tanto por el coste que le supone, como por la disminución de la amenaza. No obstante, con la política más agresiva de la Rusia de Putin con sus vecinos esto debe ser matizado. Pero también es un hecho que otras zonas del mundo requieren una gran atención de los Estados Unidos, como la amenaza de Corea del Norte sobre sus vecinos y el rearme de China que amenaza a Taiwán. Estados Unidos está comprometido con la defensa de Japón, Corea del Sur y Taiwán del mismo modo que lo está con Europa, pero necesita que sus aliados compartan los esfuerzos en Defensa porque la posibilidad de enfrentar dos crisis bélicas simultáneamente en zonas tan alejadas del planeta resulta casi imposible incluso para la superpotencia.

Por otro lado, Europa desea marcar su propio rumbo y no siempre seguir la senda que marque el aliado trasatlántico, como ya se vio en la crisis de Irak y en menor medida en otros asuntos, pero para poder hacerlo necesita desarrollar sus capacidades militares y para ello tiene que invertir más en Defensa. Está claro, y siempre se ha recalcado en esos términos, que las políticas europeas de Seguridad y Defensa no van contra la alianza con los Estados Unidos ni contra la OTAN, sino para complementarlas. Es decir, reducir la dependencia, pero no eliminar el vínculo sino entenderlo, en otros términos.

España ha apostado siempre por todas las iniciativas europeas en materia de Seguridad y Defensa, comprometiéndose a participar en todas las iniciativas que permitan la construcción de una Seguridad Europea sin la inclusión de los Estados Unidos. Ello nos ha llevado a desplegar nuestras Fuerzas Armadas en misiones dirigidas por la UE, en distintas zonas, pero ello implica un compromiso presupuestario que nuestro país siempre intenta eludir, y como no es el único, casi siempre lo logra.

El problema de construir una Defensa europea que vaya más allá de las misiones Petersberg[1]está en la propia esencia de la UE. Europa se compone de 28 países, la gran mayoría de ello pequeñas potencias sin recursos suficientes por sí solas. La UE es un gigante económico en cuanto mercado único que es, pero la falta de unidad lo convierte en un enano político y estratégico. Aunque los Estados europeos invirtieran más dinero en sus Fuerzas Armadas, nunca alcanzarían ni de lejos las capacidades de los Estados Unidos. Cada nación invierte sus propios recursos en capacidades propias sin tener demasiado en cuenta la dimensión europea de la Defensa, provocando múltiples duplicidades y haciendo inviables por altamente costosos, programas de armamento de alta tecnología. Por ello, se hacen necesarios los programas de colaboración entre las empresas europeas (Fonfría 2013,125).

Para mitigar, o quizá eliminar algún día, estos inconvenientes, la UE ha decidido dotar a su política de Defensa y Seguridad (PCSD) de un fondo que proporcione recurso económico para establecer y mantener una base industrial sólida que proporcione los medios materiales que todas las naciones europeas necesitan. El proyecto consolida una tendencia que ya se venía siguiendo en Europa de compartir programas de adquisición de material de Defensa, como el EFA o el Airbus 400M. Sin embargo, el Fondo Europeo para la base tecnológica e industrial de la Defensa (EDTIB) va más allá. El fondo se constituirá con fondos europeos y financiará los proyectos presentados que sirvan para alcanzar las capacidades europeas de Defensa que están contempladas en la PCSD y que no se van a limitar a las operaciones en curso, sino también a la disuasión (Arteaga y Simón, 2019, 10). El fondo puede complementar programas nacionales siempre que sirvan para alcanzar capacidades europeas de Defensa. Por el contrario, limitará el acceso de empresas no europeas a dichos fondos. La identificación de estas capacidades en un plan de desarrollo, la coordinación de los proyectos PESCO y los planeamientos nacionales de Defensa corresponderá a la EDA, agencia europea de Defensa, que va a desempeñar un papel fundamental.

¿Qué supone para España la puesta en marcha del EDTIB? Para España y su industria de Defensa el EDTIB es una oportunidad y un enorme desafío. Por primera vez, España tendrá acceso a fondos europeos para financiar directamente nuestros programas de Defensa, pero a cambio España deberá proponer y cofinanciar dichos proyectos (Arteaga y Simón, 2019, 19-20). Si España se retrasa o no toma este tipo de iniciativas otros países lo harán y se llevarán su parte de la tarta. La industria española de Defensa no solo no se beneficiará de dichos fondos, sino que sus competidores europeos sí lo harán. Además, España estará financiando de manera indirecta a empresas de otros países.

6.      CONCLUSIÓN

El reducido presupuesto que España asigna a Defensa en cada ejercicio, está privando a las Fuerzas Armadas de los medios que necesita para alcanzar las capacidades que permitan el cumplimiento de sus misiones. Esta falta de presupuesto está dejando a nuestro país por debajo de nuestros aliados y de otras potencias que pueden convertirse en amenazas. Además, la escasez del recurso impide el desarrollo de la industria nacional de Defensa, que es necesaria para asegurar la independencia de la nación y que además produce externalidades muy positivas en el desarrollo tecnológico e industrial del país. Finalmente, la política de la UE de unir esfuerzos en Defensa para el desarrollo de una política común, no solo para el soporte de operaciones militares combinadas de mantenimiento de la paz, sino para asegurar la defensa de Europa mediante una disuasión eficaz, ha cristalizado en la creación del EDTIB, que supone una oportunidad y un desafío para España, que no podrá aprovechar sin un presupuesto de Defensa más robusto.


 

7.      BIBLIOGRAFÍA

ÁLVAREZ-LECHÓN, FERNANDO. La inversión en defensa en España: una asignatura pendiente. IEEES documento 91/2020.

ARTEAGA , FÉLIX Y SIMÓN, LUIS.El Fondo Europeo deDefensa y el futuro de laindustria española. Real Instituto Elcano. Enero 2019.

BERNAL GUTIÉRREZ, PEDRO. La cultura de seguridad y defensa en España Sus orígenes y evolución. Cuadernos de estrategia,155, CESEDEN 2011.

CARRASCO-GALLEGO, JOSÉ ANTONIO. El gasto en Defensa y el crecimiento económico. “Lecciones de Economía de la Defensa”. Civitas Thomson Reuters. 2013

DAVIES N., EAGER A., MAIER M. y PENFOLD L. Intergenerational Equipment Cost Escalation. Defence Economic Research Paper. Diciembre 2012.

FONFRÍA, ANTONIO. Economía de la Defensa: Definición y ámbitos de análisis y La industria de Defensa: características y evolución. “Lecciones de Economía de la Defensa”. Civitas Thomson Reuters. 2013

FUERZA NAVAL. El rearme de Marruecos: ¿una amenaza en ciernes? 18 abril, 2020.

FORO NAVAL. El nuevo conflicto de Argelia y Marruecos por la ampliación unilateral de sus aguas limítrofes con España. Febrero 21, 2020.

LOREL, MARK A., LEONARD S., DOLL ABBY. Extreme Cost Grow: Themes from Six US Air-Force Major Defence Acquisition Programs. Research Report. RAND Corporation.

MARTÍ, CARLOS. La innovación en Defensa.“Lecciones de Economía de la Defensa”. Civitas Thomson Reuters. 2013

PÉREZ FOURNIES, CLAUDIA. La demanda del bien Defensa: El gasto en Defensa. Perspectiva nacional e internacional. “Lecciones de Economía de la Defensa”. Civitas Thomson Reuters. 2013

VALIÑO, AURELIA. Capital humano y políticas de personal. “Lecciones de Economía de la Defensa”. Civitas Thomson Reuters. 2013

 

 

 

 

 

 



[1] Las misiones Petersberg son operaciones de mantenimiento de la paz, humanitarias y de gestión e crisis de combate. Fueron las primeras misiones militares que la UEO acordó llevar a cabo, y sirvieron de base para aprobar y desarrollar operaciones combinadas fuera del territorio de la UE.