domingo, 25 de octubre de 2015

EL DERECHO A DECIDIR... POR LOS DEMÁS



En el siglo XIX fue fundado en una ilustre ciudad un club social llamado “piel de toro”. Con el apogeo económico y cultural de la ciudad el club fue creciendo y se fue haciendo cada vez más notorio en todos los ámbitos. Sus instalaciones se ampliaron, se enriquecieron y modernizaron. Abarcaba cada vez más ámbitos de relación de la burguesía de la ciudad: tertulias políticas, literarias, científicas y también práctica deportiva. Sus amplios salones sirvieron para alojar eventos sociales de máxima pompa, su biblioteca crecía en volúmenes y en espacio. Tal expansión supuso al mismo tiempo mayor pluralidad, se empezaron a crear pequeños grupos sociales y de opinión entre los socios que cada vez eran más. Dichos grupos crecieron en autonomía y capacidad. Con el tiempo se fueron convirtiendo en pequeños clubes dentro del club social. Se hicieron más segregacionistas, hasta el punto de relacionarse cada vez menos con el resto del club y creando por el contrario mayor vínculo entre sus miembros. 
 
Al principio la junta gestora y la presidencia dieron la bienvenida a  estas actividades segregadas como reflejo de la pluralidad de la entidad. Se les dieron ciertos privilegios, como usar parte de las instalaciones como si fueran suyas propias y no de todos los socios.  La mayoría de estos grupos sociales dentro del club se integraban sin problemas con el resto de socios en otras actividades de mayor entidad, pero hubo un grupo, más numeroso y políticamente más activo que empezó a sentirse más importante que el resto. Este grupo, formado por algunas de las familias más acomodadas del club, aunque también por muchas otras menos pudientes, empezó a sentirse superior al resto de socios. Reclamaban cada vez más derechos en exclusiva sobre el uso de las instalaciones y a tener mayor representación y capacidad tanto dentro como fuera del club en actividades sociales, deportivas y de representación. 
 
Al resto de socios empezó a resultarle incómoda la actividad de este grupo encabezado por las familias Almogavares, Oriol, y Barceló. No obstante, en pro de la pluralidad del club y por conservar el tradicional buen clima entre los socios y la grandeza de su unidad aceptaron muchas de las peculiaridades de los socios “disidentes”. 

Pero las reivindicaciones de este grupo fueron cada vez más difíciles de encajar en el club. Muchos socios no entendían tantos privilegios y otros no entendían porque seguían siendo socios sino se sentían como los demás. Finalmente los socios del autodenominado “terra nou” reclamaron separarse del club “piel de toro”. No se sentían a gusto con los demás, les consideraban inferiores y menos glamorosos y creían que ellos solos harían el club más grande en todos los sentidos. En su reivindicación pedían a la presidencia del club la cesión definitiva de la parte de las instalaciones que venían disfrutando por cesión del resto y su correspondiente porción de tesorería así como algunos de los derechos de representación que el club tenía. La presidencia les contestó que los estatutos del club no preveían tal cosa y que el club solo podía disolverse o dividirse por decisión de todos los socios en asamblea general por decisión de mayoría reforzada, pero que en todo caso ningún socio estaba obligado a seguir siéndolo por lo que si querían la baja se les daría inmediatamente a todos los que lo pidieran. 

Los reclamantes se indignaron en gran medida y convocaron protestas en masa, incluso celebraron una reunión entre ellos, en uno de los salones del propio club que venían usando desde hace tiempo, en la que votaron segregarse y crear un club nuevo. Se presentaron ante la junta gestora como un nuevo club y reclamaron sus instalaciones y su parte de la tesorería en virtud de su  “derecho a decidir”.   

La tensión fue creciendo dentro del “piel de toro”. Parte de sus instalaciones eran prácticamente gestionadas por los socios del “terra nou” para atacar al resto de socios y a la junta gestora. Se desarrolló una campaña publicitaria por el derecho “a decidir” del grupo “terra nou” dirigida por las familias que lideraban el grupo. En su afán de atacar a los órganos legítimos de gobierno del club, sacaron su propaganda fuera del club a otras autoridades y entidades de la ciudad reclamando como siempre su derecho a decidir.  Ninguna de las autoridades les apoyó; por el contrario respaldaron públicamente a la presidencia del “piel de toro”, pero en privado le advirtieron que esa era un problema interno del club y que lo tenían que resolver ellos. Pero la presidencia estaba asustada y no sabía reaccionar ante los desafíos de los secesionistas.

La vida social del club se fue haciendo cada vez más insostenible por la tensión entre los órganos de gobierno y el grupo “terra nou”. Un día Ramonet y Jordi, miembros del grupo “terra nou” se cansaron del camino por el que les llevaban las familias dirigentes y se fueron a hablar con Lancelot Almogavares, uno de los líderes del grupo. Jordi y Ramonet eran  del grupo desde siempre, porque sus padres también lo habían sido y se sentían parte de él porque compartían muchos de sus gustos, afinidades políticas y culturales, pero no compartían el rumbo separatista de las familias más poderosas, porque también tenían muy buena relación con el resto de socios del club  y participaban en otras actividades con otros grupos:
-         Lancelot, nosotros no estamos de acuerdo con la secesión, queremos que se nos escuche, queremos decidir. Nosotros tenemos también derecho a decidir.
-         Muy bien – les contestó el jefe del clan Almogavares- pero vosotros sois minoría. En la última votación del “terra nou” la mayoría optó por la separación.
-         La mayoría de socios del club nos apoya y los estatutos del club no permiten secesiones, desde 1812 sólo la asamblea de todos los socios puede decidir y en todas las reformas de los estatutos aprobadas por mayoría nunca se ha permitido la secesión unilateral de ningún grupo- prosiguió Ramonet.
-         La mayoría que decide es la del “club nou”-  insistía Lancelot. Nuestro grupo es soberano y reclama su derecho a decidir.
-         En ese caso, - insinuó Jordi- nosotros (y le enseñó un grupo de firmas de otros socios) reclamamos nuestro derecho a decidir y queremos segregarnos del “club nou” que se nos devuelva nuestra parte alícuota y mantenernos dentro del club “piel de toro” como siempre.
-         Vosotros no sois nadie, no decidís nada. El derecho a decidir lo tiene “club nou”, no un grupo aislado- se irritó Lancelot.
-         Y ¿Cuál es el grupo aislado? Lancelot, “club nou” nunca ha existido fuera de “piel de toro”.
Lancelot ya fuera de sí y sin argumentos respondió airado:
-         Sois unos fascistas que negáis el derecho a decidir a “terra nou”.
-         No, somos el grupo “Ciudad Condal” y también reclamamos nuestro derecho a decidir.
Al final la discusión terminó de manera violenta y tuvo que intervenir la seguridad del club. Pero había quedado claro que aunque el “derecho a decidir” lo tenían todos, a la hora de sumar los derechos de todos cada uno sumaba los votos que más le convenía. Y el único cupo legalmente válido era el club y la única legalidad los estatutos. Había que hacer valer esos derechos a decidir, el derecho a decidir de todos y no el de algunos a decidir por los demás. Pero para eso hacía falta que la presidencia hiciera valer su autoridad y ésta estaba noqueada por el pánico. Pronto habría elecciones a una nueva junta gestora y entonces, tal vez, la nueva presidencia tomaría cartas en el asunto.


sábado, 24 de octubre de 2015

LOS BARCOS O LA MOLESTA RAZON DE SER DE LA ARMADA



 Aunque el título suene extraño, incluso escandaloso, se respalda en hechos que, en el fondo, son por todos conocidos. Por todos me refiero, naturalmente, a los que vivimos en la Armada y trabajamos para ella. La frase no la inventé yo, la escuché hace muchos años y entonces me chocó como a muchos les ocurrirá ahora.
En cierta ocasión, un suboficial de la Armada me dijo que la mayoría de los miembros de su escala no estaban embarcados sino en tierra, en una proporción considerablemente desproporcionada y que ello explicaba muchas cosas. No me he tomado la molestia de hacer el cálculo, pero en realidad el asunto afecta a todos: oficiales, suboficiales, marinería… todos acabamos pasando mucho más tiempo destinados en tierra que en buques. Sin embargo seguimos trabajando por y para los buques sólo que desde otra perspectiva. Lo que trato de mostrar en estas líneas es como esa diferente  perspectiva es también un progresivo alejamiento de la realidad hasta el punto de que como se suele decir “el papel lo aguanta todo” pero la realidad no lo soporta.

Es una evidencia que todos los organismos de la Armada, todos los que trabajamos en ellos y todos los asuntos  a los que dedicamos nuestra jornada tienen como misión que los barcos y sus dotaciones estén preparados para cumplir las misiones que puedan asignárseles. De una forma u otra todo el trabajo que realizamos, al final tiene su reflejo en cómo están nuestros buques. Incluso la labor de otras unidades de la Fuerza como la Infantería de Marina o la Flotilla de aeronaves, que realizan cometidos específicos, también tienen su razón de ser en los propios barcos. Sin barcos las aeronaves de la Flotilla no existirían, ya que de eso ya se ocuparía el Ejército del Aire y sin barcos no habría infantes de marina, porque para luchar en tierra está el Ejército de Tierra. Es el barco, por tanto, el espejo final de nuestros actos y el resultado de nuestro trabajo. Nuestra auténtica razón de ser.

Hagamos un repaso de todo aquello que hacemos:

-         En La Dirección de Personal trabajan para que el buque cuente con dotación suficiente, con la formación necesaria y  también para que la dotación esté bien motivada en el sentido de que no tenga que preocuparse por otra cosa que no sea hacer bien su trabajo.



-         En Apoyo Logístico trabajan para que los barcos se entreguen a la Armada en óptimas condiciones y se mantengan de igual modo. Para que el buque cuente con los medios materiales que necesite durante todo su ciclo de vida y cuente con la asistencia necesaria si algo falla en este sentido.



-         En los Centros de Adiestramiento trabajan para que el barco tenga todos los apoyos que necesita para que pueda adiestrar a su dotación en aquellos aspectos que no pueden realizarse a bordo o que solo se realizan en la mar en contadas ocasiones.





-         En los Cuarteles Generales se gestiona la organización y los recursos, orientan y planean el futuro con el mismo objetivo: que los buques o agrupaciones cumplan eficazmente sus misiones.

¿Por qué nos molestan los barcos entonces? Porque si son nuestro fundamento, nuestro objetivo, nuestra meta, nuestro producto final; en él debiéramos contemplar orgullosos los logros de nuestro trabajo y la verdad es que no lo hacemos realmente. Y no lo hacemos porque los barcos no se sienten apoyados como deben y, aunque normalmente de una manera sutil y prudente, los barcos, como si tuviesen alma y voz propia, se quejan. Se quejan a través de sus Comandantes y de sus dotaciones pero también a través de hechos incontestables a los que a menudo no queremos atender.

Los barcos son el destino más exigente de la Armada, dejando aparte otros puestos en la Fuerza. Los barcos tienen que cumplir con eficacia las misiones, son responsables de su propio adiestramiento y en parte también de su alistamiento. Sin embargo cuando algo no se hace bien sólo se mira hacia su Comandante o dotación. ¿Y todos los demás? Todos los que trabajamos para que el barco sea un éxito ¿No tenemos responsabilidades al respecto?

Uno de los problemas que tiene nuestra organización es que personalizamos de una manera absoluta los éxitos y los fracasos del destino en el que trabajamos. Esta atribución se debe al principio de responsabilidad que todos tenemos muy arraigado desde nuestra formación básica como militares y gracias a ella las Fuerzas Armadas han asumido retos para los que no estaban preparadas  y los han resuelto con brillantez. Pero no debemos personalizar todo el trabajo que hacemos para la Armada. En una organización tan grande y tan compleja que el éxito o el fracaso depende de muchos factores y la mayoría de ellos son factores controlables que una buena organización puede evitar. Lo que quiero decir es que una organización eficaz funciona bien con bastante independencia de la capacidad individual de quienes trabajan en ella a cualquier nivel. El hecho de contar puntualmente con personas excepcionalmente brillantes permite alcanzar logros no esperados o mejorar los resultados, pero una organización eficiente alcanza sus objetivos con personas de capacidad normal. Cualquier individuo si se le forma bien y se le dirige correctamente cumplirá eficazmente sus obligaciones, sino lo hace, lo normal es que sea la organización la que haya fallado.

Sin embargo a menudo vemos dotaciones poco preparadas o buques mal alistados y se lo achacamos exclusivamente a los miembros de la dotación. Cuando las cosas se hacen bien  también lo vemos como mérito personal de alguno o algunos sin ser conscientes de que, en realidad, el buen hacer del mando ha permitido superar las carencias de la institución, gracias a disponer de personas con una voluntad, responsabilidad y buen hacer por encima de lo esperado. Es decir que cuando algo funciona vemos grandes profesionales y cuando no, más que descubrir errores subsanables vemos personas incompetentes. Pero una organización eficaz no puede basarse en los méritos individuales.

La mejor manera de saber cómo están nuestros buques son los informes del CEVACO. El CEVACO es un organismo que despierta sentimientos muy enfrentados en la Armada, sin duda motivados por la excesiva personalización del trabajo. Cuando se descubre una deficiencia operativa en un buque, al Comandante le resulta incómodo sacarla a la luz por que por un lado nadie quiere ser portador de malas noticias y por otro siempre teme que alguien pueda achacarle el problema a su propia responsabilidad. El CEVACO no tiene ese problema, es bastante independiente tanto de las responsabilidades supuestas como de las implicaciones operativas que tenga descubrir las deficiencias.  Ello le ha convertido en un organismo de una especial valía en una organización donde todos los informes tienen que atravesar largas cadenas de mando siempre en estricto orden jerárquico. Aunque las dotaciones suelen verlo como un enemigo, el CEVACO es uno de los mejores aliados de los buques en las altas esferas. Primero por que saca a la luz sin tapujos todo lo que ve y eso solo puede beneficiar a los buques en la medida de que la solución a un problema siempre tiene que partir de su identificación y de su reconocimiento. Los informes del CEVACO ponen de manifiesto a menudo deficiencias que no son achacables a la dotación y que sin embargo muestran carencias importantes de la organización. Por ejemplo: averías que afectan a la operatividad, faltas de material, personal insuficientemente formado o escaso, falta de oportunidades de adiestramiento específico, etc… deficiencias que se repiten y que a menudo solo se solucionan con parches, mientras que el CEVACO ayuda a conseguir lo máximo de la dotación para suplir estas carencias. De esta manera las dotaciones sienten que la Armada les exige a ellos un esfuerzo superior al resto, un esfuerzo para suplir las carencias de los que no trabajamos a bordo pero influimos notablemente en sus resultados.

Recuerdo cuando, asumiendo mis responsabilidades como oficial embarcado, acudía a los arsenales de apoyo para solicitar auxilio de mantenimiento y encontraba a otros oficiales, casi siempre más antiguos que yo, atrincherados en sus mesas de oficina tratando de argumentar su negativa a mis peticiones. Recuerdo frecuentemente su  actitud molesta, que no disimulaba la incomodidad que les suponía que un oficial más moderno viniera, a lo que ellos seguramente consideraban, pedir explicaciones por su trabajo. Recuerdo también que de las averías que surgían, esos mismos oficiales siempre argumentaban que la culpa era de la dotación, nunca de la falta de apoyo ni de los trabajos mal hechos por empresas subcontratadas. De lo que no me cabía ninguna duda es que cuando los buques se hacían a la mar, en los arsenales se hacía la paz y la felicidad, por que la causa de sus “problemas” desaparecía.

Sin embargo los verdaderos problemas se los llevaba el barco a la mar. Si la reparación no efectuada o si el trabajo mal hecho repercutía en el cumplimiento de la misión sería la dotación quien acarrease con las consecuencias.

Anécdotas aparte, el trabajo que hacemos sólo es eficaz si repercute positivamente en el barco y creo que ahora no tenemos totalmente esa sensación. Cuando en despachos lejanos se decide sobre el futuro de la carrera del militar profesional en base a valores teóricos, muy generales, muy loables sin duda, pero a veces de escasa utilidad en el buque, es el barco quien tiene que apañárselo con dotaciones no muy bien formadas. Si alguien por su escasa formación causa un accidente, el problema lo tendrá el interesado y desde luego sus superiores, que nada tuvieron que ver con su formación, pero nadie mirará si nuestro sistema de enseñanza es el adecuado.

Si no se imparten los cursos de formación pero se insiste en que el personal que maneja equipos debe ser certificado por sus superiores, se está traspasando al buque la responsabilidad de tener al personal formado aunque el manejo de equipos es una necesidad operativa permanente, se tenga o no personal con experiencia.

Cada vez los buques tienen menor dotación, aunque eso no le ha eximido de responsabilidad alguna ni tampoco ha habido una disminución apreciable de cometidos. Este recorte se basa en que las nuevas tecnologías requieren menos personal para el manejo de los equipos, sin embargo no tiene en cuenta que el personal en el barco no sólo está para manejar equipos.

Aparentemente la externalización de servicios como la limpieza o el mantenimiento permitiría recortar personal, pero lo que en realidad ocurre es que esa externalización resulta muy cara y que al final la marinería acaba limpiando y realizando tareas de mantenimiento de todo tipo, sólo que contando con menos personal y menos recursos económicos. La Seguridad Interior por otra parte, requiere recursos humanos que no pueden ser siempre suplidos por tecnología. Además no somos a menudo conscientes de la carga de trabajo que vamos dejando al barco al mismo tiempo que vamos mermando sus recursos humanos. La dotación del buque debe realizar escuelas por destinos para formar al personal, hacer ejercicios generales dentro de su plan de adiestramiento, asegurarse de que el personal conoce los equipos para poder certificarles en su manejo y participar en la elaboración de doctrina a través de sus propuestas. Debe además realizar mantenimientos de primer escalón  (a menudo también de otros superiores), supervisar todo los trabajos que realizan las empresas conforme a los planes de seguridad en obras, actualizar la documentación del buque, mantener los pertrechos y recontarlos. Debe hacer informes, partes de campaña o comisión y poner mensajes de diversa índole. Y también preparar y realizar actos protocolarios, hacer las jornadas SEGOP, las juntas de adiestramiento, practicar deporte, estudiar inglés, hacer prácticas de tiro de armas portátiles, leer el BOD y la Intranet diariamente, hacer los IPEC de sus subordinados, gestionar las cuestiones administrativas de personal, y además hacer cursos de perfeccionamiento presenciales o por UVICOA. Además después de las navegaciones debe disfrutar de días de permiso extraordinario para motivación del personal, hacer las guardias o servicios que le correspondan, hacer víveres antes de salir a la mar, hacer combustible, municionar y embarcar los cargos que correspondan. Y por supuesto debe leer la Revista General de Marina y hacer las despedidas al personal que desembarca. Y de vez en cuando debe parar todo el trabajo para hacer un cambio de amarradero.

Como se gestiona el tiempo disponible entre todas estas actividades es prácticamente un arte. No existe ningún método establecido ni siquiera aproximado. El trabajo a bordo es improvisado, desordenado y caótico,  que varía constantemente según las prioridades del mando. Cualquier planificación se incumple sistemáticamente. La carga de trabajo y la disponibilidad de tiempo y personal varían también enormemente según las navegaciones y según el personal va embarcando y desembarcando. De la capacidad y buen hacer de los oficiales en la gestión de ese tiempo, reside la mayor o menor eficacia de los resultados. Si bien nadie ha medido que dotación necesitaríamos por buque para disponer de horas hombre suficientes para cumplir todos esos cometidos, lo cierto es que desde los destinos de tierra donde el trabajo está perfectamente organizado y repartido entre cada persona, a veces no solo no apoyamos si no que le obligamos a hacer grandes esfuerzos.

No contamos con verdadero índices para medir nuestra productividad, ni para valorar el coste de nuestros esfuerzos, pero sí tenemos al final datos concretos de cómo están nuestros buques. Es fácil pensar que cuando salen a la mar y vuelven han cumplido su misión, sin embargo la principal misión de un buque de guerra es el combate y dado que no combatimos, necesitamos valorar que preparación tenemos para hacerlo.

Si se tuviera más en cuenta la carga de trabajo de una dotación, tal vez no seríamos tan rácanos al dotarlos de personal. Si el personal que embarca estuviese mejor formado tal vez no tendríamos que dedicar tanto tiempo en instruirlos a bordo. Si los órganos de apoyo no se limitasen a esperar que les pidamos auxilio sino que procurarán que ese auxilio fuera cada vez menos necesario, seguramente los buques estarían mejor mantenidos. Si cada vez que se pide un informe al barco se tuviese en cuenta que relación esfuerzo/ beneficio tiene, se podría dedicar más tiempo a otras actividades. Si se improvisase menos  la programación de las navegaciones se organizaría mejor el trabajo. Si las bases y arsenales se pudiesen hacer cargo de la seguridad de los buques surtos en puerto se ahorrarían servicios. Si los miembros de la dotación estuviesen más motivados su rendimiento sería mayor…

Si cuando estemos trabajando desde los despachos somos capaces de pensar  en qué medida estaremos apoyando real y eficazmente a los buques, nuestro trabajo será más eficiente y provechoso. Ese debe ser nuestro desafío real.




domingo, 18 de octubre de 2015

12 DE OCTUBRE, FIESTA NACIONAL


El alcalde de Cádiz, “Kichi” González, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, han aprovechado el día de la fiesta nacional para marcar diferencias y mostrarse críticos con el evento: “No descubrimos un continente, lo masacramos, no hay por tanto nada que celebrar” afirma el regidor gaditano. “Fue un genocidio” se expresó la alcaldesa de la segunda ciudad de España. No son nuevas estas ideas, las hemos oído muchas veces antes, aunque no de boca del alcalde de una de las ciudades que más debe al descubrimiento de América, ni tampoco de la alcaldesa de la ciudad donde se encuentra el monumento a Colón más insigne de toda España.  Sé que es una labor hercúlea y a menudo inútil, pero es necesaria: hay que combatir las visiones simplistas e ignorantes sobre nuestra historia, especialmente cuando dañan nuestro nombre, nuestro orgullo y nuestra identidad.

La visión marxista de la historia, que ya debiera estar desacreditada, como debiera estarlo el marxismo mismo tras la caía del muro de Berlín, es que la historia es la sucesión de relaciones económicas de explotación. De la antigüedad esclavista al feudalismo, y de este al capitalismo. Todo se explica cómo formas de relación entre opresores y oprimidos, todo reducido a relaciones económicas. La religión, la cultura, la ciencia, la política o la guerra como fenómeno organizado de violencia humana, quedan reducidas a meros elementos accesorios de las relaciones económicas. Esta visión de la historia, no obstante, no resiste el mínimo análisis. Muchos de los fenómenos históricos no tienen en la economía su causa más relevante, es fácilmente comprobable si se comprende bien el fenómeno histórico.

El error más común del pensamiento “progresista” en su análisis histórico consiste en juzgar acontecimientos del pasado con la mentalidad de hoy. En hacer valoraciones éticas con los valores de hoy, sin tener en cuenta que los valores de las sociedades evolucionan cómo evoluciona la ciencia, la cultura y los propios hechos históricos. Si nuestro amigo “Kichi” viajase al siglo XVI, probablemente no encontraría nada digno de ser celebrado ni en España ni en cualquier otra parte del mundo y lo mismo le ocurriría en cualquier época pasada si se empeñara en juzgar las conductas de aquellos hombres con los valores de   hoy.

Imagínense al bueno de “Kichi” en la corte de los reyes católicos pidiéndoles que no navegaran a América porque allí vivían unos indios a los que había que dejar en paz, o pidiendo al emperador Carlos que no combatiese a los turcos, que las guerras de religión no tenían sentido y que todos tenían derecho a creer en lo que quisieran. Seguramente el pobre “Kichi” habría acabado en la hoguera, pero más que por hereje o por  rebelde le hubieran tomado por un loco con ideas extrañas y ridículas. Pero no en España, en todo el mundo de aquel momento.

En 1492, España estaba naciendo como nación moderna. Moderna en el sentido que se entiende por un Estado moderno, que vincula de manera permanente a una población, un territorio y un orden jurídico legal. Hasta el renacimiento las naciones en puridad no existían, existían pueblos, razas, lenguas, ciudades, feudos y reyes o emperadores. Los reinos o imperios eran divisibles por sus soberanos, ampliables o reducibles dependiendo de la suerte de las armas y de la voluntad de sus soberanos. Los habitantes se sentían vinculados a su señor, a su rey o como mucho a su ciudad, y por supuesto  a su fe. El mayor vínculo era la fe, en nuestro caso la cristiana. 

Volviendo a España en 1492, los reyes católicos hicieron una gran proeza: crearon una nación, sentaron las bases para unirla, la hicieron fuerte y poderosa y sobre todo hicieron sentir a sus habitantes el orgullo de pertenecer a ella. Para lograr esta gran hazaña fueron necesarias varias cosas y todas ellas complicadísimas. Lo primero unir los reinos cristianos que se habían separado a causa de la invasión musulmana y la reconquista. Lo segundo unir a todos los españoles usando lo que más les unía que era la fe, por lo que era necesario terminar la reconquista con la toma de Granada, e incluso aunque hoy no lo aplaudiríamos, la expulsión de los judíos y la inquisición. Y lo tercero hacer de España una nación poderosa para que se sintiesen orgullosos de ella. En esto quedan las guerras contra Francia y el turco, que forjaron el espíritu nacional, y también el descubrimiento de América, que no tenía otro objeto que lograr riqueza a través del comercio con las Indias, pero también evangelizar a los pueblos descubiertos para unir esfuerzos contra los infieles. Los reyes católicos hicieron algo más también que fue decisivo para poder hacer lo demás: reafirmaron su poder sobre los nobles y de ese modo aseguraron la unidad del reino frente a los intereses particulares de los poderosos. Se creó la Santa Hermandad que trajo la paz y la seguridad a ciudades y caminos. Todo ello además favoreció el desarrollo económico y por todo ello los castellanos y aragoneses recordarían ese reinado como el mejor que  habían conocido.

En el descubrimiento de América confluyeron varias ideas, la religiosa, la económica y la del orgullo nacional. Pese a la enorme ambición de los conquistadores españoles, salvo algún caso aislado como el loco Aguirre, ninguno desafió la autoridad del rey ni renegó de su patria por muy lejos que estuviera de ella y mucho poder y riqueza que hubiese acumulado y pese a su ambición también, la fe cristiana estuvo siempre en vanguardia de la conquista de América como objetivo más esencial. 

El descubrimiento de América provocó un choque entre dos culturas, una más avanzada que acabó por arrastrar a la otra. En la historia de la humanidad siempre ha ocurrido de ese modo, ocurrió más tarde en África y en menor medida en Asia. Los europeos era una sociedad más preparada, más poderosa y los habitantes del resto del mundo acabaron absorbidos por ella, del mismo modo que los hispanos fueron en su día colonizados por Roma. Pensar que otra cosa era posible es mantenerse en la utopía, ignorar la verdadera naturaleza humana. Los pueblos americanos estaban viviendo una etapa histórica antigua, primitiva, con lenguas poco desarrolladas, escasa tecnología y sociedades arcaicas con sacrificios humanos, canibalismo y esclavitud. Que hubieran podido conservar ese modo de vida y su propia independencia política tras el contacto con los españoles, es una quimera absurda.

Por su puesto la conquista de América tiene episodios oscuros, como todos los fenómenos históricos importantes. La revolución francesa que trajo las libertades se saldó con ejecuciones masivas en la guillotina y culminó en un imperio que llevó la guerra a toda Europa. La independencia de los Estados Unidos, como primera nación libre y democrática permitió la expansión de los colonos hacia el Este y la destrucción de los asentamientos indios. La revolución bolchevique, seguramente mucho más del gusto de “Kichi” y de Ada Colau, supuso el asesinato de cientos de miles de personas, llevó a Rusia a la guerra civil y destruyó la clase intelectual del país.

Pero volviendo al descubrimiento de América, imaginemos el valor de unos pocos hombres que sin saber a dónde iban se metían en barcos rudimentarios por océanos inmensos y desconocidos con rumbo a tierras cuya mera existencia les era incierta. Imaginemos el valor de otros hombres, que dejando atrás familia y hacienda arriesgaban su vida en selvas y montañas hostiles asediados por enfermedades de las que nada se sabía y por peligros nunca imaginados. Unos pocos hombres con mucho afán de riquezas, pero también con mucha fe, en Dios y en ellos mismos. Unos pocos hombres orgullosos de su patria y de su rey que querían hacer grande a España. Hombres que a veces fueron llevados por la ambición y la crueldad, pero también hombres duros, valientes hasta el extremo y leales a su rey y a su fe.

España acabó con las culturas precolombinas en América; a cambio llevó una lengua común, rica y moderna sin la cual no se hubiesen podido crear las actuales naciones de Hispanoamérica; llevó la fe cristiana, un contravalor para muchos hoy como “Kichi” o Ada Colau, pero seguramente mucho mejor que los crueles dioses de los nativos Llevó el modelo de organización moderna, creo miles de ciudades, contribuyó a la agricultura y el comercio. Trajo en definitiva el progreso, inherente a la condición humana, con sus abusos y sus contrapartidas, pero progreso al fin y al cabo, pues sólo desde el ecologismo más radical, pero también totalmente irrealista,aquel que niega legitimidad a cualquier desarrollo, puede sostenerse la colonización de América como un atraso.

La gesta de la conquista y colonización de América es sin duda la mayor proeza hecha por los españoles en toda su historia. Creó, en un continente casi entero, la civilización desde bases de lo más primitivas. A diferencia de otras potencias coloniales que se limitaron a la explotación de recursos, a abrir rutas de comercio y bases estratégicas; España pobló territorios abandonados y explotó sus riquezas, comunicó miles de personas aisladas y miles de kilómetros cuadrados de territorio, les dio modernos medios de subsistir y les trasmitió una cultura. Todo ello con enormes sacrificios, y fue posible porque los españoles de esa época eran de una generación, forjada durante los siglos de reconquista, en la fe, en el orgullo, en el valor y en el esfuerzo.

Y ¿qué decir del supuesto genocidio? A diferencia de otros europeos los españoles consideraban a los nativos súbditos del rey, no esclavos, se mezclaron con ellos y respetaron en gran medida sus tradiciones y modos de vida. Hubo abusos, desde luego que sí, pero a la luz de aquella época y comparado con otras potencias coloniales, la española fue ejemplar. De hecho durante el proceso de emancipación americano no fueron los indios quienes la apoyaron, sino los criollos, españoles de origen. Los indios nada tenían que temer de España, y salvo en México, no apoyaron las insurrecciones. Los indios temían más a los criollos que a las autoridades peninsulares y de hecho fue la independencia la que les acabó imponiendo la lengua y los usos europeos con un rigor que no se había hecho antes. A diferencia de otras colonias, la emancipación americana no se logró realmente luchando contra la metrópoli. La delicada situación de España tras la guerra de la Independencia no permitió apenas reforzar o defender los territorios americanos de la rebelión independentista. Fueron sobre todo americanos, los llamados realistas,los que, aunque dirigidos por españoles peninsulares, defendieron la españolidad de aquellas tierras frente a los rebeldes criollos, luchando durante algunos años en encarnizadas guerras, más civiles que coloniales.

Han sido otras potencias quienes con el único interés de manchar el nombre de España han creado las historias de la leyenda negra española. España no ha sabido contrarrestarlas adecuadamente, pero al menos no caigamos nosotros, los españoles, en sus falacias malintencionadas.

No cabe duda de que el descubrimiento, primero, la conquista, después, y la colonización, finalmente de América, es el fenómeno histórico más importante de nuestro pasado. De su legado nos queda una amplia comunidad de naciones unidas por la cultura y la lengua española. No hay nada más grande que los españoles hayamos conseguido en nuestros varios siglos de existencia en común, mucho más grande que ganar un mundial de fútbol, por cierto. Y por tanto no hay mejor fecha para elegir nuestra fiesta nacional que el 12 de octubre, el día del descubrimiento, el día que empezó todo.

lunes, 12 de octubre de 2015

SOBRE EL CASO ZAIDA CANTERA…



Si no sabe todavía quien es Zaida Cantera es porque seguramente no ha prestado demasiada atención a las noticias en los últimos meses, ya que el caso de esta mujer, ex comandante del Ejército, ha sido llevado al Congreso de la mano de la diputada de UPyD, Irene Lozano, ha aparecido en casi todos los medios, incluido el programa de La Sexta de Jordi Évole que le dedicó un amplio reportaje, y ha sido también el personaje central del libro “No, mi general”, del que es coautora junto a la citada diputada del partido entonces liderado por Rosa Díez. La última noticia sobre Zaida, por cierto, es que Pedro Sánchez la ha colocado en el número seis de la candidatura del PSOE por Madrid a las próximas elecciones generales.

El caso Zaida ha sido junto al del teniente Segura lo que más daño ha hecho a la imagen de las Fuerzas Armadas en los últimos años, ambos por cierto en el Ejército de Tierra. Sin embargo ambos casos son muy diferentes, aunque algunos querrán ver semejanzas entre uno y otro.

Zaida Cantera fue víctima de acoso sexual por parte de un superior suyo, el teniente coronel Lezcano-Mujica, ahora cumpliendo condena. La justicia militar se pronunció en sentencia firme, por lo que los hechos hemos de considerarlos ciertos. Posteriormente, la entonces oficial del Ejército, se reincorporó a la actividad profesional hasta que se encontró con un superior, que según ella, por ser compañero y amigo del condenado trató de vengarse haciendo uso de su poder. Esta supuesta venganza se habría puesto de manifiesto en la negación de unas vacaciones durante el periodo estival y de una solicitud de cambio de tanda en un curso que le fue denegada y que le costó la apertura de un proceso penal militar contra ella por falta de lealtad. El proceso fue archivado, pero se le abrió un expediente disciplinario y un informe de calificación extraordinario (IPEC) para dejar sin efecto las buenas calificaciones que tenía hasta ese momento. El caso es que la entonces capitán Zaida Cantera denunció, no solo al coronel que presuntamente le acosaba sino al general Pardo de Santayana, subdirector de Enseñanza militar y a otros dos oficiales más de la delegación de la Escuela de Guerra en Zaragoza. Zaida se dio de baja por padecer trastorno depresivo y no volvió al servicio activo. El tribunal togado central abrió diligencias previas e imputó a los oficiales denunciados pero en el juicio quedaron eximidos de cualquier  abuso de autoridad.

La presión sobre la ex comandante se acentuó y está acudió a los medios de comunicación y a políticos de la oposición; Irene Lozano se convirtió en su mejor defensora y llevó el caso al Congreso, mientras que el Ministerio dirigido por Pedro Morenés siguió actuando como si nada hubiese pasado.

Este podría ser, de manera resumida, un resumen de lo que conocemos por los medios de comunicación. Lo que sabemos del caso forzosamente lo sabemos por los defensores de Zaida, ya que las otras partes implicadas, Ministerio incluido, continúan con la estrategia del silencio. Como ya dije, refiriéndome al caso del teniente Segura, el silencio pone a los medios en contra del Ministerio de Defensa y en este caso además en contra de las Fuerzas Armadas como institución. El problema de la estrategia de ignorar los hechos, es que los medios no solamente informan imaginando lo peor, sino que además sacan conclusiones desproporcionadas sin que exista certeza de ninguna de ellas. Tanto para los políticos como para los medios, el interés de Zaida Cantera no reside en ella, ni en su sufrimiento personal; reside en que refleje un mal general dentro de las Fuerzas Armadas. Si el caso Zaida fuera solamente un caso aislado, su interés político e informativo sería cero. Por ello escuchamos acusaciones de la boca de Irene Lozano, de la que diversos medios se hacen eco, de que las mujeres no se promocionan en el Ejército por el hecho de serlo, que sufren sistemáticamente acoso...etc. Es difícil encontrar una sola voz que se salga del discurso de escandalizarse ante “una institución machista y obsoleta” que degrada a las mujeres que intentan ser parte de ella.

Es difícil conocer lo que ha sucedido realmente en un caso de abuso de autoridad dentro de las Fuerzas Armadas donde la disciplina y la jerarquía son valores esenciales, básicos para mantener la operatividad de los Ejércitos. Por desgracia, a veces, pueden ser también el burladero donde se esconden abusos de autoridad. El militar, presionado por sus superiores, tiene difícil defenderse, ya que los procedimientos son rígidos y están sometidos estrictamente a una escala jerárquica que dificulta la defensa de los subordinados. No obstante, conviene decir, que desde la aprobación de la ley de carrera militar (39/2007) la sensación de indefensión se ha acentuado ya que los informes personales de calificación (IPEC) son la principal herramienta para decidir la futura carrera del militar y dependen exclusivamente de la “santa voluntad” de los superiores del calificado. La realidad es que de la calidad humana de los mandos, dependerá que los subordinados sean bien mandados, no solo en el sentido operativo o profesional, sino también en el ético y en el legítimo.

Denegar un permiso o una solicitud no tiene porque ser causa suficiente para justificar un abuso. Sin embargo, el proceso penal abierto contra ella por falta de lealtad fue una medida extrema y además sacó a la luz que la firma del documento por la que se acusaba a la comandante fue falsificada por otro oficial. Naturalmente esto se conoció, después del archivo de la causa contra la ex comandante y por un recurso que presentó ella misma. ¿Qué razones tendría el susodicho oficial para falsificar la firma y así contribuir a que se pudiese ejercer tan grave acusación contra Zaida Cantera? Según la defensa este sería el elemento que demostraría que las acusaciones injustificadas contra Zaida fueron amañadas por los cómplices del coronel en su persecución a la comandante, víctima del acoso sexual de su compañero. Esta explicación es verosímil, pero el asunto está aún investigándose y no hay de momento pronunciamiento judicial sobre el mismo.

En cualquier caso la presunción de inocencia es también aplicable a los militares y por tanto, no puede, al menos de momento, afirmarse que hay acoso laboral como ya todos los medios y algunos políticos dan por hecho. Si se acata la sentencia que condenó a Lezcano- Mujica también debe respetarse la presunción de inocencia en tanto se produzca un pronunciamiento judicial.

De todos modos lo que sí debería haberse hecho con carácter cautelar es separar a la comandante de su superior y ambos podrían haber seguido en activo en tanto se resolviese el asunto, probablemente de haberse actuado de ese modo Zaida hubiese podido continuar su carrera y el tema no hubiese trascendido en el terreno político y mediático.

Respecto a las denuncias realizadas puestas por Zaida Cantera contra otros  mandos militares, cabe decir que si fueron archivadas es porque se basaban en meros indicios. Resulta extraordinariamente difícil probar la culpabilidad de mandos superiores al supuesto autor del acoso y tal vez ese fue uno de los errores de la comandante. Porque con esa acción, sumada a su prolongada baja laboral y a su aparición en la gran pantalla, Zaida se puso no ya contra sus presuntos acosadores, sino contra todo el sistema. Porque la acusación no era ya percibida como algo entre personas, sino contra la propia institución de las Fuerzas Armadas y seguramente muchos compañeros suyos no la apoyaron por este motivo. Además estas acciones empujaron al propio Ministerio de Defensa y al alto mando del Ejército de Tierra a ponerse a la defensiva, con lo que Zaida Cantera pasó a ser un problema, no ya para el coronel Lezcano-Mujica o para su compañero de promoción sino para la institución en sí.

En todo caso, conviene aclarar aquí que el caso de Zaida Cantera es un caso de presunto abuso de autoridad y que sólo de manera remota está relacionado con su condición de mujer. Muchos de sus compañeros podrían haber sido objeto de acoso laboral, sin que el motivo esté relacionado con el sexo, y podrían estar en una indefensión aún mayor, ya que no encontrarían apoyo en ningún medio ni en ninguna diputada feminista. Porque si bien la inmensa mayoría de los militares son ajenos a estas conductas, una oveja negra podría hace mucho daño gracias al sistema de ascensos basado en los IPEC y a la propia estructura jerárquica de las Fuerzas Armadas.

En los veinticinco años que llevo de militar en activo siempre ha habido mujeres en las Fuerzas Armadas, no es por tanto algo novedoso, aunque su presencia sigua siendo claramente minoritaria. Pues bien a lo largo de esos años, dejando aparte casos aislados, no he tenido jamás la sensación de que la mujer haya sido marginada o discriminada por el hecho de serlo. Sí he percibido, por el contrario, en algunas ocasiones, aunque cada vez menos, cierto proteccionismo por parte del mando sobre ellas, en atención a su “delicada” condición. De esto, evidentemente, jamás habló medio alguno.

            Otro absurdo y demagógico debate que algunos políticos han pretendido sacar es el ascenso del teniente coronel Lezcano-Mujica, que tuvo lugar tras su imputación. ¿Conocen sus señorías los sistemas de clasificación y elección para el ascenso? Supongo que lo conocerán porque ellos aprobaron por amplísima mayoría la actual ley de carrera que deja en manos de informes totalmente subjetivos, hechos por los superiores inmediatos de cada militar, todas las posibilidades de su futura carrera. No hay ningún criterio objetivo para decidir el ascenso o no ascenso de un militar salvo una sanción disciplinaria o una sentencia firme, por tanto ¿de qué se escandalizan ahora? Si como dice la diputada Irene Lozano y tácitamente su compañera y ex ministra Carme Chacón han fallado las estructuras ¿Por qué impusieron a los militares un sistema que dejaba impune cualquier abuso de autoridad en este sentido, a pesar de que miles de militares recurrieron contra esta ley por su condición de injusta? Todos los años cientos de militares se quedan fuera de las vacantes de ascenso no por cometer ningún abuso, sino simplemente porque sus informes de calificación son menos buenos que otros y sin embargo un teniente coronel imputado por un grave delito, si tiene buenos informes anteriores, no podrá ser privado de su ascenso en tanto no haya sentencia. Los informes solo recogen la opinión de su superior y son la principal herramienta para decidir los ascensos.

El Ministerio de Defensa puso en la etapa de Chacón el observatorio de la mujer, un organismo de dudosa utilidad pero de evidente visibilidad mediática. Ahora varios años después, ¿van a afirmar que las estructuras de las Fuerzas Armadas no sirven para defender a las mujeres? Obviamente la existencia de un caso de abuso de autoridad se puede dar y se seguirá dando, contra una mujer o contra un hombre, oficial o soldado, pero convertirlo en un mal general de las Fuerzas Armadas solo responde a puro interés, ya sea mediático o político. Podría ocurrir que dentro de unos años saliese un nuevo caso a la luz y alguien, pese a los cambios normativos “cosméticos” que el propio ministro introdujo en la recientemente aprobada ley disciplinaria, alguien rescataría de nuevo el argumento de que “han fallado las estructuras”. Y es que casos aislados siempre habrá, del mismo modo que ocurre con la denominada violencia doméstica o delincuencia en general.

            Por último, queda por analizar el episodio que pone colofón a esta lamentable historia y que no es otro que la inclusión de Zaida Cantera en la lista electoral del PSOE. ¿Por qué ha puesto Pedro Sánchez a la antigua comandante en su candidatura? A nadie se le escapa que por su condición de víctima. Ya ha habido precedentes como el profesor Neyra agredido por defender a una mujer, o el padre de la asesinada Mari Luz Cortés que ficharon por el PP. Los ciudadanos esperan que sus dirigentes políticos sean personas honestas y trabajadoras y también capaces y competentes. Elegir los cargos de responsabilidad por su impacto mediático, por “puro marketing político”, no parece lo más adecuado ni lo más ético. No resulta creíble que buscaran a Zaida por tener una brillante carrera militar, cuando durante muchos años ningún partido ha buscado a ninguno de los cientos de oficiales que tienen brillantes carreras y demostrada competencia como gestores. Cabe preguntarse ahora que hará el PSOE con Zaida Cantera cuando pasen las elecciones ¿La nombrará ministra de Defensa si ganan o la dejarán en algún puesto de asuntos sociales por su sensibilidad en temas de acoso?

Quizá Zaida debería conocer a la familia de José Couso, aquel cámara de Tele-5 víctima de un disparo norteamericano en Bagdad y en cuyo nombre los socialistas exigieron al Gobierno de Aznar que exigiese al presidente Bush juzgar a los militares norteamericanos. Después, cuando los socialistas llegaron al poder dejaron a la familia Couso en la estacada porque ya no les convenía enfrentarse a Estados Unidos. Y es que cuando la búsqueda de justicia por causas personales se convierte en causa política queda a menudo desacreditada e incluso deslegitimada.