En su libro “Un puente lejano”, por cierto magistralmente llevado al cine por R. Attenborough, Cornelius Ryan critica el ego del mariscal Montgomery y sus celos profesiones de Patton, pese a que éste era solamente un general de división y Montgomery el comandante en jefe de todo el Cuerpo Expedicionario Británico. Montgomery, convertido en héroe nacional tras derrotar a Rommel en El Alamein (primera y única victoria de los británicos sobre los alemanes antes de la llegada de los norteamericanos), veía como su estrella se apagaba ante el creciente protagonismo de los aliados llegados del otro lado del Atlántico.
El ansioso deseo de Montgomery de alcanzar un éxito propio en
una guerra en la que cada vez pintaba menos, le llevó a proponer a su superior
Eisenhower la operación Market-Garden, una audaz maniobra de ocupación
combinada de unidades paracaidistas y unidades blindadas, que facilitaría la
entrada de los aliados en Alemania. La operación era muy audaz y excesivamente
optimista.
El verdadero objetivo de Montgomery, autor del plan y
director de su ejecución, era devolver a los británicos y a él mismo el
protagonismo perdido en la guerra. La operación resultó en un completo desastre
por la imposibilidad de hacerse con el último puente y en su intento los
aliados tuvieron cerca de 18.000 bajas, en solo unos pocos días. Pese a todo
Montgomery se negó a aceptar que aquello había sido un fracaso.
Similares criticas recibe el general norteamericano Wayne
Clark quién dirigió el asalto anfibio en Salerno al mando del V Ejército Aliado
y después dirigió sus fuerzas hacia el Norte contra la Línea Gustav defendida
por los alemanes. La campaña aliada en Italia fue poco exitosa, excesivamente
lenta, mucho desgaste, y sumió al país alpino en una guerra civil paralela a la
que libraban alemanes y aliados. Según Murray y Millet en su obra “La guerra
que había que ganar”, el ego de Clark complicó la ya de por sí poco exitosa
operación.
En la ofensiva sobre Anzio y Cassino los aliados lograron,
después de muchos meses de asedio, romper las líneas alemanas y proseguir el
avance hacia el Norte, pero Clark, en lugar de perseguir a las unidades
alemanas y lograr aislarlas, las dejó escapar y reagruparse mientras el corría
a liberar a la ciudad de Roma, ya abandonada por los alemanes, para
fotografiarse con toda la prensa internacional.
En la misma obra, el general Mac Arthur es definido más como
un político que como un militar, y la fama debida por su promesa cumplida
“Volveré”, al abandonar Manila a los japoneses, es considerada también como un
error estratégico que costó muchas vidas a los norteamericanos. La liberación
de las Filipinas se debió más a un intento de recuperar la figura del general
que de cumplir con un objetivo estratégico, ya que Japón estaba ya muy aislado
y las Filipinas costaban muchas bajas para el escaso beneficio que suponían en
ese momento.
Los errores debido al ego de sus generales pasaron grave
factura a los aliados, no tanto a los alemanes, que tenían menos problemas con
esto, ya que el error de un general solía costarle el cese fulgurante, cuando
no, otras medidas más severas. No obstante, la popularísima figura de Rommel
también creó un ego que pudo ser la causa de decisiones equivocadas. Tras
combatir a los británicos en Libia durante muchos meses con movimientos
geniales y tácticas originales, Rommel logra la conquista de Tobruk y alcanza
la frontera egipcia. Las órdenes recibidas por el mariscal alemán era reforzar
a los italianos y mantener Libia fuera de las manos británicas, cosa que hizo
con menos fuerzas que el enemigo y con problemas logísticos constantes, por los
problemas existentes para garantizar sus líneas de suministros. Pero Rommel,
siendo un genio en lo táctico, no entendía la estrategia y culpaba siempre a
los intendentes de su escasez de recursos. Confiado en su estrella y con el
orgullo crecido, Rommel ideó en su imaginación la idea de conquistar Egipto,
cerrar el canal de Suez a los británicos y alcanzar Oriente Medio. El proyecto
de Rommel era personal, no estaba dentro de la misión que se le había
encomendado y el Alto Mando Alemán no contemplaba enviar fuerzas para algo tan
ambicioso y además no podía garantizar sus líneas de abastecimiento con el Mar
Mediterráneo patrullado constantemente por el enemigo. Rommel se encontró en El
Alamein con un enemigo muy superior y bastante tuvo con poder retirarse sin
haber sido completamente aniquilado. Rommel siempre echó la culpa a los
logistas y no entendió el contexto estratégico en el que operaba.
Si los alemanes tenían menos problemas con el ego de sus
generales, los soviéticos no tenían apenas ninguno. Los grandes generales
rusos, Zhukov y Rokossovsky fueron vigilados de cerca por Stalin. Al primero,
mando del Estado Mayor del Ejército durante la invasión alemana, se le cesó en
dos ocasiones, el segundo pese a haber luchado con el Ejército rojo en la
Guerra Civil y a demostrar buenas cualidades, se le deportó a un campo de
Siberia del Gulag, donde fue torturado y casi pierde la vida en el marco de las
purgas de Stalin de los años 30. Al invadir Alemania el país, Rokossovsky fue
rápidamente rehabilitado y dirigió operaciones tan importantes como la ofensiva
sobre Stalingrado, la defensa del sector Norte en Kursh y la Operación
Bagration de la que fue el planeador. Al acabar la guerra Stalin lo mandó a
Polonia.
Sin tener que recurrir a los métodos de los bolcheviques,
cuando tomas una decisión al mando de tu unidad ¿Estás seguro que te guía el
buen criterio o un ego descontrolado?