EL ESTANCAMIENTO DE LA GUERRA EN UCRANIA
Tras el fracaso de la ofensiva rusa en Bajmut, llegó la rebelión en Belgorod del jefe del grupo Wagner, y con él, el abismo se asomaba alrededor de Putin y de su malograda operación de “desnazificación” de Ucrania. De una manera más o menos controlada, y con un impacto no totalmente fácil de conocer, Putin atajó la crisis pactando con los rebeldes, y después reforzó su autoridad con un accidente aéreo que nadie cree que haya sido tal. No obstante, la situación en Rusia, con dificultades económicas y un Ejército que ha perdido toda la iniciativa en el conflicto, parece abocada al desastre. El acercamiento de Putin a Corea del Norte no puede interpretarse más que como una acción desesperada. Mientras tanto, las naciones de la OTAN están suministrando un apoyo logístico cada vez mayor a Ucrania, que gana capacidades y experiencia en combate, y ha tomado la iniciativa en todos los terrenos.
Sin embargo, la reiteradamente anunciada ofensiva ucraniana no ha alcanzado
éxitos significativos. Desde Ucrania se insiste en que se requiere tiempo para que
las defensas rusas cedan si se quiere evitar bajas masivas, algo que en ningún
caso Ucrania puede permitirse. Es bien sabido que defenderse es mucho más fácil
que atacar, requiere menos recursos y supone asumir menos riesgos; pero, por
otro lado, ha quedado sobradamente constatado que Rusia ha perdido
definitivamente la iniciativa y que anda cada vez más escasa de recursos, especialmente
de municiones. Este hecho queda patente en su imposibilidad de continuar con los
ataques en tierra y en la cada vez más mermada capacidad de dañar a los
ucranianos empleando misiles. La pregunta que ahora flota en el aire es: si
ninguno de los dos contendientes es capaz de avanzar, y la guerra se enquista
en posiciones inconquistables, ¿A quién puede favorecer el paso del tiempo en
la situación actual?
Las guerras denominadas largas dependen enteramente de factores logísticos.
Aquel que tenga más capacidad de mejorar sus recursos respecto al otro, acabará
triunfando. ¿Pero qué sucede cuando ninguno de los dos es capaz de cambiar el estatus?
En ese caso los conflictos suelen alargarse en el tiempo, destruyendo las
esperanzas de reconstruir el país y el futuro de una población muy castigada.
Por ese motivo, y aunque la población rusa también sufre las consecuencias de
la guerra, son los ucranianos los más perjudicados porque libran la guerra en
su propio suelo. En caso de una prolongación de la guerra sin expectativas de
cambio, el desgaste será mayor en el bando ucraniano y por tanto saldrá más
perjudicado. Esa es ahora mismo la principal esperanza de Putin y los suyos,
que en la parálisis de la guerra ven su esperanza de ir dinamitando el ardor
guerrero, el espíritu de lucha de los valientes ucranianos que estaban de moral
muy por encima de un enemigo que, seguramente en su mayoría, no entendía porque
luchaba.
Pero para que la estrategia rusa tenga éxito son necesarias dos cosas: la primera,
que pase tiempo sin que Ucrania puede vender éxitos militares y vayan perdiendo
la esperanza de reconquistar el territorio perdido. Y segundo, que los países
de la OTAN dejen de suministrar masivamente material de guerra a los
ucranianos. Porque mientras esto segundo suceda, Ucrania irá mejorando sus
capacidades militares mientras Rusia se estanca, y tarde o temprano, la progresiva
inclinación de la balanza dará sus frutos.
De momento, los ucranianos no se plantean un escenario de negociación en el
que tengan que ceder algo de lo conquistado por los rusos. Hacerlo sería hacer
buena la invasión, y eso es algo que nadie se atrevería siquiera a plantear, al
menos en público. La fe, el heroísmo y las hazañas de los primeros compases de
la guerra, no permiten concebir otra cosa que una victoria total sobre el
invasor, con devolución total de todo el territorio perdido. Y mientras los
ucranianos tengan fe en la victoria, no negociarán otras condiciones.
Pero la situación podría cambiar. Y no es en Ucrania ni en Rusia de donde
podría venir el punto de inflexión. La postura de los republicanos en EEUU es
cada vez más decidida en dejar de apoyar el esfuerzo bélico ucraniano. En 2024
hay unas elecciones decisivas, pero incluso ya desde el Congreso se está
vetando el apoyo financiero al país aspirante a la UE y la OTAN. Es bien
conocido el cansancio de la población norteamericana a sostener económicamente
guerras largas en el exterior, incluso aunque no haya bajas entre los suyos. La
esperanza de Putin puede estar en que cierren el grifo a los ucranianos, y no
sería la primera vez que interfiere en unas elecciones en los Estados Unidos
para defender sus intereses. Putin puede confiar, como otros enemigos de EEUU, que,
aun perdiendo todas las batallas, pueda ganar la guerra.
No obstante, un cese total de la ayuda norteamericana a Ucrania sería un
suicidio para los EEUU. Si dejan caer a Ucrania en manos rusas, como hicieron
con los kurdos en Siria o con los afganos frente a los talibanes, el
desprestigio de este país sería mayúsculo, y precisamente en su área de
influencia de mayor importancia estratégica: Europa. Es difícil conocer el
impacto que podría tener una decisión así entre los Estados europeos, pero podría
desatarse un terremoto. Los países más vulnerables ante la amenaza rusa, como
Polonia o los Estados Bálticos, son ahora los mejores aliados de EEUU.
¿Seguirían confiando en su ayuda en caso de un ataque ruso? ¿Tendría la OTAN
credibilidad? ¿Mantendrían los Estados europeos más poderosos la ayuda militar
a Ucrania? ¿Reorientaría Europa su relación con Rusia? ¿Se plantearía un cese
de las sanciones económicas? ¿Forzarían a Ucrania a aceptar una negociación,
incluso aceptando perdidas territoriales? Tengo la impresión de que eso no va a
suceder, pero el tiempo lo dirá. Y la clave va a ser si la población europea
tan movilizada y escandalizada por la invasión va a aceptar un giro político de
esta envergadura.
En todo caso, si en las condiciones actuales el paso del tiempo perjudica a
Rusia, también es cierto que un cambio de situación es más probable cuanto más
tiempo pase sin que una solución militar sea alcanzada. Los ucranianos quieren
recuperar territorio clave antes de que eso suceda, pero el invierno se acerca
y, de momento, no parece que lo estén logrando.
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