martes, 21 de enero de 2025

 LA GRAN GUERRA DE UCRANIA Y SU POSIBLE DESENLACE

Hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial, a su predecesora se la conoció universalmente como la Gran Guerra, debido a que no había existido nada que se le asemejara en magnitud en la historia de la humanidad. Naturalmente, me estoy refiriendo a la Primera Guerra Mundial, cuyo recuerdo ha quedado muy diluido tras la Segunda. Sin embargo, la Gran Guerra marcó un punto de inflexión claro en el desarrollo histórico de la humanidad cuyo legado incluye la Revolución Rusa, la propia Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, la descolonización y el fin de la hegemonía de Europa en el mundo. La Primera Guerra Mundial que, recordemos, duró desde agosto de 1914 a noviembre de 1918, fue un suceso absolutamente impredecible en su magnitud y en sus consecuencias. Hasta que trascurrieron varios meses desde su estallido, nadie en el mundo era consciente de la entidad de la primera gran catástrofe de la humanidad del siglo XX. El motivo por el que hoy vengo a recordarla, es porque, en muchos aspectos, guarda un cierto paralelismo con la Guerra de Ucrania. Es cierto que en Ucrania no hablamos de un conflicto armado universal, sino regional, y que solo hay dos contendientes en lucha. También es cierto que desde 1918 hasta hoy la evolución de los sistemas de armas y sus efectos ha sido enorme, y que en ese sentido existirán grandes diferencias. Sin embargo, tanto desde el punto de vista geoestratégico como del puramente bélico, hay semejanzas muy claras, que pueden ayudarnos a entender el conflicto y adivinar su posible desenlace.

En un primer aspecto, la Primera Guerra Mundial surge como consecuencia de la rivalidad entre las grandes potencias en Europa (que en 1914 es casi lo mismo que decir en el mundo) y la sensación de vulnerabilidad que tiene Alemania rodeada de grandes potencias aliadas entre sí (Rusia, Francia, Gran Bretaña). Alemania temía que, con el tiempo, entre Rusia y Francia acabarían con ella, y adelantarse les daba una opción. Su único aliado fiable, el Imperio Austro-Húngaro, estaba amenazado por la heterogeneidad de los pueblos que lo integraban y la formación de una potencia eslava en el Sur, en torno a Serbia, lo que podía provocar la separación de los pueblos eslavos que formaban parte del Imperio. La posibilidad de que el Imperio Austro-Húngaro se deshiciese y se formase una gran nación eslava al Sur de Alemania y, por proximidad cultural, aliada de Rusia, dejaría a Alemania rodeada de enemigos. Naturalmente este planteamiento podía ser más o menos certero, pero la sensación de los alemanes de sentirse amenazados era real. A la Rusia de Putin le ha invadido una sensación parecida. Rusia, aunque económicamente está muy lejos de las naciones occidentales y, en comparación, también de la Alemania del káiser Guillermo II, sigue considerándose, y añorando al mismo tiempo, en la posición de superpotencia que ostentaba la URSS. Putin, por supuesto, no quiere que se baje a Rusia de esa posición de poder.

El ataque a Ucrania era un ataque preventivo que pretendía la anexión del país vecino (o de parte de él) antes de que éste ingresase definitivamente en la UE y en la OTAN, escapando definitivamente de su influencia. Por supuesto el ataque de Rusia, como el de Alemania a Francia en 1914, pretendía ser rápido y eficaz, alcanzando los objetivos en pocos meses y de ese modo poder centrarse en neutralizar las ofensivas de sus “otros enemigos”. Al igual que la de Alemania en 1914, la ofensiva de Putin en 2022 salió mal, y lo que pretendía ser una victoria rápida, se ha convertido en una guerra larga, de desgaste, en la que Ucrania ha conseguido apoyo logístico, asesoramiento militar y de inteligencia de los países de la OTAN, aunque sin que estos entren en el conflicto. La existencia de poderosos arsenales nucleares, tanto en Rusia como en los EEUU, es la principal razón de que esto no haya sucedido y una de las diferencias claves entre la Gran Guerra de 1914 y la de Ucrania.

Al igual que sucedió en la Primera Guerra Mundial, las ofensivas de los primeros años no alcanzaron objetivos estratégicamente decisivos y cada vez más, las defensas se imponían a los ataques, ocasionando a ambos bandos un número de bajas nunca visto hasta la fecha. La capacidad de las nuevas armas y el elevado número de hombres reclutados solo contribuía a hacer mayor la sangría, pero sin dar una salida victoriosa a ninguno de los bandos. Recordemos que, pese al fulgurante éxito inicial de la ofensiva alemana contra Francia, la derrota en el Marne puso fin al avance germano, ya dificultado por la falta de una logística eficaz, y obligó al ejército del káiser a retirarse y consolidar posiciones. Al fracaso de la ofensiva alemana acompañó el de la ofensiva austrohúngara contra Serbia y al de Rusia contra la propia Alemania.

Recordemos que Putin atacó desde Bielorrusia el Norte de Ucrania, alcanzando Kiev, para después tener que retirarse con muchas bajas. En la zona de Járkov, los rusos también penetraron en territorio ucraniano varios kilómetros, pero sin alcanzar objetivos relevantes. En el Sur tuvieron más éxito y lograron dominar completamente el Sur del Donbass, incluyendo Mariupol tras doblegar una encarnizada lucha de los ucranianos. Sin embargo, fracasaron al intentar alcanzar Odessa y tampoco lograron apoderarse de Zaporiyia. La ciudad de Jerson fue la única capital de provincia que tomaron las tropas rusas.

El fracaso de las primeras ofensivas en la Primera Guerra Mundial llevó a la guerra de trincheras, en la que las defensas se imponían más fácilmente a los ataques, qué pese a todo, siguieron intentándose con gran sacrificio de vidas humanas y escaso beneficio militar. Esta situación bélica se produce cuando las armas defensivas son mucho más eficaces que las ofensivas. En la Primera Guerra Mundial el gran desarrollo de la artillería y las ametralladoras se imponían sobre la infantería al asalto. El estancamiento de la situación militar llevó a planteamientos a medio y largo plazo lo que significaba otras formas de ganar la guerra. Los aliados, especialmente los ingleses, tras arrebatar todas las colonias a Alemania, bloquearon cualquier suministro por mar, lo que pretendía provocar a sus enemigos carencias de diversos recursos, incluidos los alimentos. Alemania respondió con la lucha submarina sin restricciones, con lo que pretendía alcanzar un objetivo similar, pero que suponía el hundimiento de buques y pérdidas humanas de países neutrales, especialmente de EEUU, con el alto riesgo de provocar la entrada de éstos en la guerra, lo que acabó ocurriendo. En esta lucha de desgaste, los aliados llevaban las de ganar desde el momento en que la guerra submarina empezó a tener menos éxito, al implantar los aliados el sistema de convoyes.

 Los alemanes sabían que el tiempo corría en su contra, por lo que no dejaron de intentar romper esa dinámica, pero no tuvieron éxito. En 1915 nuevas ofensivas tuvieron lugar y otros países entraron en guerra, alargando el conflicto. Los imperios centrales lograron esta vez doblegar a los serbios ocupando el país y expulsar a los rusos de los únicos territorios que habían ocupado de Austria-Hungría. Lograron frenar los ataques de Italia, que acababa de entrar en guerra, y se mantuvieron en sus posiciones, pero al comienzo de 1916, el ataque en Occidente sobre Verdún resultó una sangría inútil y otro fracaso, no menor que el de los británicos en el Somme que surgía como respuesta al anterior. Parece que la guerra, sobre todo en Occidente, donde se concentraba la mayor cantidad de fuerzas, estaba condenada al estancamiento.

Tras el fracaso de las primeras ofensivas rusas, Ucrania anunció una ofensiva para recuperar los territorios perdidos. El ataque en la provincia de Jarkov resultó un éxito y los rusos abandonaron todos los territorios ocupados en esa provincia. Después los ucranianos recuperaron Jerson en el Sur, el único enclave que tenían los rusos en la orilla derecha del Dnieper y que, por su situación, resultaba difícil de defender y fue abandonado. Los rusos volaron las presas sobre el río y establecieron en él una frontera que, hasta hoy, se ha presentado inalterable. Pero la anunciada ofensiva ucraniana no logró más avances. En Ucrania las defensas también se imponen sobre los ataques, fundamentalmente por los avanzados sistemas de detección y seguimiento de objetivos que dificulta enormemente el factor sorpresa, clave para el éxito de las ofensivas.

En la Guerra de Ucrania, los países occidentales han impuesto sanciones económicas a Rusia, sin duda con un propósito similar al de los aliados en la Gran Guerra. Sin recurso económico o sin otros recursos específicamente necesarios para la industria de guerra, la máquina bélica rusa se griparía, mientras que Ucrania seguiría recibiendo material de guerra y ayuda humanitaria de Occidente. En este contexto y tras el fracaso de las operaciones ofensivas, la guerra de desgaste se puede decidir en medidas como aquellas. Por tanto, para Rusia, cortar la ayuda de Occidente equivale a ganar la guerra.  Hasta el momento, las sanciones no parecen haber hecho mella en el esfuerzo bélico ruso ni en el malestar de la población.

No obstante, Ucrania sufre la guerra en su propio territorio, sus ciudades son atacadas por misiles y bombas rusas y su población e industria es ínfima comparada con la de su oponente. Rusia, pese a que Ucrania ya lanza ataques en suelo ruso, apenas ha inquietado a la población rusa en su vida diaria.

Durante la Primera Guerra Mundial, a diferencia de lo que sucedería después en la Segunda, los ataques a la población civil fueron de escasa entidad. Salvo en los territorios ocupados, casi todos por los imperios centrales, la población podía seguir cobrando sus salarios, mantener su jornada laboral y no ser molestada, siempre que no hubiera escaseces ni se dispararan los precios de productos básicos. Los gobiernos de ambos bandos se aseguraron de que esto fuera así, mientras pudieran. Esto, sin embargo, no era siempre posible y acabaría siendo decisivo en el resultado de la contienda. El home front, como lo denominan los anglosajones, es también un frente de guerra. A el home front hay que añadirle también, lo difícil de mantener la disciplina en ejércitos enormes basados en reclutamiento forzoso cuando la guerra se alarga, las condiciones de vida del soldado son durísimas y las bajas en las operaciones ofensivas muy elevadas. En 1917, el ejército ruso empezó a tener motines y deserciones que amenazaban su integridad. El alto mando decidió no hacer más ataques y los rusos permanecieron a la defensiva el resto de la guerra. Los franceses sufrieron también motines y tuvieron que emplearse contra ellos con una mezcla de medidas represivas y otras de mejorar la vida de los soldados, pero las operaciones ofensivas se suspendieron, por el momento. El Ejército alemán parecía el más sólido y disciplinado, pero se encontraba muy superado en número de hombres y recursos, hasta que Rusia abandonó la guerra, a causa de la revolución. El home front empezaba a favorecer a los imperios centrales.

¿Qué sabemos del home front en la guerra de Ucrania? Es difícil conocer el verdadero estado de la población en un país inmerso en una guerra, con fuerte censura y un aparato represor operativo. De momento no consta que ni Rusia ni Ucrania estén afrontando protestas civiles, huelgas o movimientos contra la guerra, más allá de las protestas de las primeras semanas en Rusia, fuertemente[FG1]  reprimidas. Para los ucranianos la lucha contra la guerra es la rendición y teniendo a los rusos metidos en parte de su territorio, tras haberlo invadido sin justificación, sometiendo a la población a múltiples sufrimientos, a parte de los probables crímenes de guerra que a buen seguro explotará la propaganda ucraniana, es una opción complicada, pero que no puede, en absoluto descartarse. Al pueblo ruso probablemente la guerra le entusiasme mucho menos de lo que dicen sus medios de propaganda, pero de ahí a rebelarse va un mundo. Rebelarse en la Rusia de Putin no sale gratis y la población rusa no sufre las penurias de la ucraniana. Por el momento el home front no parece que vaya a decidir el conflicto, pero si la guerra se alarga mucho será un factor decisivo.

Respecto a la disciplina de las tropas, las deserciones y los problemas de reclutamiento, tampoco podemos estimar con datos fiables el estado de la cuestión en ambos ejércitos, pero no cabe duda que después de tres años de guerra ambos bandos estarán sufriéndolo. Tanto Rusia como Ucrania tienen problemas de reclutamiento, ya que una guerra de esta envergadura demanda muchos hombres y se sufren muchas bajas, pero aquí el potencial humano de Rusia es bastante mayor y en este aspecto, pese a los numerosos voluntarios que han acudido a luchar por Ucrania, Occidente no está dispuesta a ayudarles. No obstante, la presencia de soldados norcoreanos en Rusia rebela que Putin tampoco anda sobrado de efectivos, más que por carencia, por miedo a perder el home front. El reclutamiento forzoso en Rusia se ha hecho en zonas rurales, evitando las grandes ciudades, así como los estudiantes, mientras que miles de jóvenes cruzaron la frontera finlandesa para no ser enviados al frente.

Como en la Primera Guerra Mundial, la Guerra de Ucrania ha entrado en fase de estancamiento. Las operaciones militares solo alcanzan objetivos muy lentamente y a un elevado coste de bajas. En estos momentos, Ucrania ya no parece capaz de realizar ataques por tierra y Rusia lleva la iniciativa, pero sus éxitos son lentos y limitados.  La capacidad de Ucrania para resistir o invertir la tenencia dependerá del arsenal que Occidente esté dispuesto a suministrarle y de si sus hombres aún son suficientes y con capacidad de luchar. Pero Ucrania también se puede beneficiar de los fracasos de su enemigo: un empeoramiento de su poder económico, en su home front, o una ofensiva mal ejecutada que suponga un sangriento fracaso, puede suponer otro punto de inflexión en el conflicto. En cualquier caso, la guerra sigue respondiendo al mismo esquema de la Gran Guerra: estancamiento y desgaste. Y es casi seguro que en esos términos se va a decidir la contienda, lo que desgraciadamente supondría que la guerra va a durar mucho tiempo, salvo que…alguien cambie las reglas del juego.

El lector se habrá preguntado qué posibilidades hay de poner fin a la guerra con un acuerdo entre las partes. Aquí también tenemos el ejemplo de la Primera Guerra Mundial, durante la cual hubo varias iniciativas para negociar un acuerdo: de EEUU cuando aun era neutral, del Papa, de Suecia como potencia neutral y de los propios beligerantes en múltiples ocasiones. A lo largo del conflicto hubo contactos constantes entre las partes y, sin embargo, la guerra se decidió sin una auténtica negociación, sino con un armisticio que prácticamente supuso una rendición incondicional. ¿Por qué fracasaron todos los intentos de negociación entre 1914 y 1918? Pues básicamente porque las posiciones estaban muy distanciadas, ninguno de los dos bandos quería apartarse mucho de sus objetivos y los dos pensaban que podían ganar la guerra. La misma situación se está dando ahora en Ucrania, siempre que los aliados occidentales sigan dispuestos a seguir apoyándola, ya que, a diferencia de los rusos, los ucranianos no pueden mantenerse sin ayuda. Por tanto, la salida negociada solo será posible en el corto plazo si los países de la OTAN, especialmente los EEUU obligan a Ucrania a negociar, y por tanto, a renunciar a objetivos que los ucranianos consideran a día de hoy irrenunciables. La reciente llegada de Trump a la presidencia es un hecho determinante en este sentido.

A principios de 1918, los imperios centrales parecían acercarse a la victoria final. Rusia había dejado de ser un enemigo y la paz de Brest-Litovsk impuesta a los bolcheviques, dejaba a los alemanes cerrado el frente oriental, asegurando estados aliados o neutrales en su retaguardia y abriendo nuevas vías de suministros. Austria-Hungría con Serbia sometida, Italia aparentemente derrotada y contenida en los Alpes y Rumanía fuera del conflicto, también aparentaba haber alcanzado la victoria. Los aliados solo tenían el frente estancado en Francia, Italia y Grecia y Oriente Medio, pero Alemania con el envío masivo de unidades desde el Este, estaba por primera vez en superioridad numérica en Francia. Pese a esa ventajosa situación de los imperios centrales, Alemania sabía que los aliados no iban a rendirse ni a aceptar condiciones que se separaran mucho de sus objetivos porque EEUU había entrado en la guerra y les empezaba a proporcionar tropas de refresco y suministros más que suficientes. Los alemanes lanzaron entonces su mayor ofensiva de la guerra en Francia, con el objeto de finalizar la contienda antes de que los americanos estén realmente operativos, pero la ofensiva, pese a los éxitos iniciales, resulta un completo fracaso que supone a Alemania la pérdida de un millón de hombres y la incapacidad, no ya de llevar a cabo más ataques, sino a duras penas de defenderse. Los aliados contratacan y Alemania empieza a derrumbarse, retirándose a posiciones defensivas mucho más en retaguardia. Para los aliados esto es el principio del éxito, pero desconocen que en realidad es el final de la guerra. El home front, no bien conocido por los aliados, estaba empezando a inclinar la balanza: Bulgaria tras un ataque desde Grecia solicita un armisticio, el imperio Austro-húngaro se ha disuelto, los checos, eslovacos, polacos, croatas se han declarado independientes tras la derrota de las tropas imperiales por los italianos en Vittorio Véneto. El embargo aliado está causando hambre y penurias. Alemania está agotada y no tiene hombres para luchar, también solicita un armisticio, que provoca una revolución, como en Rusia. La caída del káiser y de su gobierno convierte el armisticio en una rendición. La guerra termina el 11 de noviembre de 1918.

El estancamiento y la larga guerra de desgaste no afecta a los dos bandos por igual. El que se agote antes no estará en condiciones de luchar y actuará inteligentemente si ofrece buenas condiciones de paz antes de que su enemigo descubra su vulnerabilidad. Si no es así, el país se derrumbará y sus soldados no estarán en condiciones de seguir luchando. Si eso sucede, la rendición será incondicional. Las claves en la guerra de Ucrania son la falta de hombres y si estos están motivados, la falta de recursos y el home front. La guerra no se decidirá combatiendo, aunque así lo parezca.

Pero hay otra similitud entre la Gran Guerra y la Guerra en Ucrania. Otra similitud referente a su impacto en las relaciones internacionales y a la propia visión de la guerra como fenómeno, incluyendo su valoración ética por la sociedad. Y es que ambos conflictos supusieron un punto de inflexión en este sentido.

Hasta la Primera Guerra Mundial, la resolución de los conflictos entre las naciones mediante la guerra era algo válido y legítimo. Aunque hay antecedentes sobre teorías de la guerra justa en San Agustín, Santo Tomás y, sobre todo la Escuela Española de Salamanca, las valoraciones éticas sobre la guerra se han limitado a la filosofía y la religión, pero escasamente ha alcanzado a la política. El horror que causó la Gran Guerra fue tan enorme, que la visión de los europeos sobre la guerra cambió definitivamente. El resultado de la contienda fue de más de 9 millones de muertos, más del doble de heridos, destrucción hambre y miseria como no se había visto nunca en la historia de la humanidad. Tanto las potencias del lado vencedor, como los vencidos, eran conscientes de que algo no debía repetirse. Aunque sabemos que los duros tratados de paz impuestos a los vencidos, especialmente a Alemania, favorecieron nuevos rencores y acabaron trayendo otra guerra aún peor, la Primera Guerra Mundial sembró la semilla de la concienciación necesaria para evitar las guerras. La creación de la Sociedad de Naciones, aunque fue un instrumento fracasado, fue el antecedente necesario para la fundación de la ONU después de la Segunda Guerra Mundial y en 1926 la mayoría de los países del mundo firmaron el denominado pacto de Briand-Kellog, en el que se condena la guerra por primera vez. En 1945, cuando se funda la ONU con la Carta de San Francisco, se repite el compromiso de condena de la guerra y se crean instrumentos para evitarla.

Puede pensarse que nada de esto ha sido relevante y que las guerras no han parado en el mundo, pero aunque esto segundo es cierto, el cambio de mentalidad en la comunidad internacional, o al menos en los países desarrollados ha evolucionado muy en positivo hasta fechas relativamente recientes. En Europa, desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha habido dos guerras: la de la desmembración de Yugoslavia con sus variantes croata, bosnia y kosovar, y la de Ucrania. El primero no ha afectado a ninguno de sus vecinos. La casi totalidad de los conflictos armados desde el final de la Guerra Fría e incluso desde la Segunda Guerra Mundial son conflictos internos en los que las grandes potencias han intervenido o no en favor de uno u otro bando, pero que no han pasado de conflictos regionales. El número de muertes violentas en el mundo a causa de la guerra ha disminuido continuamente desde entonces, así como el número de conflictos armados. La capacidad de la comunidad internacional para contener conflictos y evitar su extensión ha quedado demostrada en varios escenarios. Las acciones de imposición de la paz han tenido éxitos y fracasos, pero siempre ha sido mejor que la inacción, la escalada o la extensión de los conflictos. Las grandes potencias han empleado la fuerza en diversos escenarios, pero siempre con alcance limitado y evitando confrontaciones directas entre ellas.  Las sociedades en los países desarrollados, que son los que tienen los ejércitos más letales, no admiten guerras sin justificación.

La Guerra de Ucrania puede estar marcando un nuevo punto de inflexión, pero esta vez en el sentido contrario que la Primera Guerra Mundial. Rusia inició una guerra de invasión contra un país vecino, un Estado grande, en proceso de democratización e integración europea que aspiraba pacíficamente a ser un miembro más de la UE, es decir a compartir el desarrollo y las libertades alcanzadas por sus vecinos occidentales. Un Estado que la propia Rusia reconoció como soberano en 1991, que comparte con Rusia orígenes y valores culturales pero que difiere enormemente de ella en su forma de mirar el futuro. Ucrania sufría un conflicto interno en la zona de Lugansk y Donetsk, zonas donde la población era mayoritariamente prorrusa. El conflicto se hizo armado por la propia intromisión de Rusia, que ha intentado desestabilizar a Ucrania con el fin de evitar a toda consta su modernización e integración en Occidente. Rusia ha usado la fuerza contra un Estado que no suponía ninguna amenaza, contra un Estado que pretendía ser libre, rompiendo la prohibición de usar la fuerza sin que pueda argumentar legítima defensa. Además, Rusia ha roto también la prohibición de anexionarse territorios como consecuencia de una invasión armada, rompiendo un principio que todas las naciones desarrolladas habían respetado desde 1945. La intervención armada de Rusia no se ha hecho para contener un conflicto armado, ni para evitar su extensión o escalada, sino para lo contrario.

La Guerra de Ucrania lleva ya una escalofriante cifra de muertos y heridos; aunque no podemos estimar las cifras con precisión no es aventurado decir que estamos por encima de los 500 000 entre ambos bandos. Si la Guerra finaliza con un tratado favorable a Rusia, la catástrofe habrá servido para que Putin de por buena la invasión que ordenó, por lo que se crearía un peligrosísimo precedente. Si Rusia no abandona los territorios ocupados que mantiene, Ucrania no estará en condiciones de obtener nada de la potencia invasora en una posible negociación. La derrota de Ucrania supondría el éxito de una forma de hacer política basada en el empleo de la fuerza bruta de una manera desproporcionada e injusta. Si además EEUU y Europa obligan a Ucrania a aceptar un tratado injusto con concesiones logradas gracias al uso de la fuerza, tendrán difícil explicar esto a sus ciudadanos. También será difícil aceptar a una Rusia victoriosa de nuevo en el club de los países occidentales y levantar las sanciones, o recibir a Putin con normalidad en las cancillerías europeas o estadounidense después de haberle identificado como un criminal de guerra. Las sociedades occidentales van a dejar de creer en principios y valores y nos encaminaremos cada vez más a un mundo más inseguro y en el que la fuerza se impondrá sin matices a los valores en los que por algún tiempo quisimos creer.


 [FG1]

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