LA GRAN GUERRA DE UCRANIA Y SU POSIBLE DESENLACE
Hasta que
estalló la Segunda Guerra Mundial, a su predecesora se la conoció
universalmente como la Gran Guerra, debido a que no había existido nada que se
le asemejara en magnitud en la historia de la humanidad. Naturalmente, me estoy
refiriendo a la Primera Guerra Mundial, cuyo recuerdo ha quedado muy diluido
tras la Segunda. Sin embargo, la Gran Guerra marcó un punto de inflexión claro
en el desarrollo histórico de la humanidad cuyo legado incluye la Revolución
Rusa, la propia Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, la descolonización y el
fin de la hegemonía de Europa en el mundo. La Primera Guerra Mundial que,
recordemos, duró desde agosto de 1914 a noviembre de 1918, fue un suceso
absolutamente impredecible en su magnitud y en sus consecuencias. Hasta que
trascurrieron varios meses desde su estallido, nadie en el mundo era consciente
de la entidad de la primera gran catástrofe de la humanidad del siglo XX. El
motivo por el que hoy vengo a recordarla, es porque, en muchos aspectos, guarda
un cierto paralelismo con la Guerra de Ucrania. Es cierto que en Ucrania no
hablamos de un conflicto armado universal, sino regional, y que solo hay dos
contendientes en lucha. También es cierto que desde 1918 hasta hoy la evolución
de los sistemas de armas y sus efectos ha sido enorme, y que en ese sentido
existirán grandes diferencias. Sin embargo, tanto desde el punto de vista
geoestratégico como del puramente bélico, hay semejanzas muy claras, que pueden
ayudarnos a entender el conflicto y adivinar su posible desenlace.
En un primer
aspecto, la Primera Guerra Mundial surge como consecuencia de la rivalidad
entre las grandes potencias en Europa (que en 1914 es casi lo mismo que decir
en el mundo) y la sensación de vulnerabilidad que tiene Alemania rodeada de
grandes potencias aliadas entre sí (Rusia, Francia, Gran Bretaña). Alemania
temía que, con el tiempo, entre Rusia y Francia acabarían con ella, y
adelantarse les daba una opción. Su único aliado fiable, el Imperio
Austro-Húngaro, estaba amenazado por la heterogeneidad de los pueblos que lo
integraban y la formación de una potencia eslava en el Sur, en torno a Serbia,
lo que podía provocar la separación de los pueblos eslavos que formaban parte
del Imperio. La posibilidad de que el Imperio Austro-Húngaro se deshiciese y se
formase una gran nación eslava al Sur de Alemania y, por proximidad cultural,
aliada de Rusia, dejaría a Alemania rodeada de enemigos. Naturalmente este
planteamiento podía ser más o menos certero, pero la sensación de los alemanes
de sentirse amenazados era real. A la Rusia de Putin le ha invadido una
sensación parecida. Rusia, aunque económicamente está muy lejos de las naciones
occidentales y, en comparación, también de la Alemania del káiser Guillermo II,
sigue considerándose, y añorando al mismo tiempo, en la posición de
superpotencia que ostentaba la URSS. Putin, por supuesto, no quiere que se baje
a Rusia de esa posición de poder.
El ataque a
Ucrania era un ataque preventivo que pretendía la anexión del país vecino (o de
parte de él) antes de que éste ingresase definitivamente en la UE y en la OTAN,
escapando definitivamente de su influencia. Por supuesto el ataque de Rusia,
como el de Alemania a Francia en 1914, pretendía ser rápido y eficaz,
alcanzando los objetivos en pocos meses y de ese modo poder centrarse en
neutralizar las ofensivas de sus “otros enemigos”. Al igual que la de Alemania
en 1914, la ofensiva de Putin en 2022 salió mal, y lo que pretendía ser una
victoria rápida, se ha convertido en una guerra larga, de desgaste, en la que
Ucrania ha conseguido apoyo logístico, asesoramiento militar y de inteligencia
de los países de la OTAN, aunque sin que estos entren en el conflicto. La
existencia de poderosos arsenales nucleares, tanto en Rusia como en los EEUU, es
la principal razón de que esto no haya sucedido y una de las diferencias claves
entre la Gran Guerra de 1914 y la de Ucrania.
Al igual que
sucedió en la Primera Guerra Mundial, las ofensivas de los primeros años no
alcanzaron objetivos estratégicamente decisivos y cada vez más, las defensas se
imponían a los ataques, ocasionando a ambos bandos un número de bajas nunca
visto hasta la fecha. La capacidad de las nuevas armas y el elevado número de
hombres reclutados solo contribuía a hacer mayor la sangría, pero sin dar una
salida victoriosa a ninguno de los bandos. Recordemos que, pese al fulgurante
éxito inicial de la ofensiva alemana contra Francia, la derrota en el Marne
puso fin al avance germano, ya dificultado por la falta de una logística
eficaz, y obligó al ejército del káiser a retirarse y consolidar posiciones. Al
fracaso de la ofensiva alemana acompañó el de la ofensiva austrohúngara contra
Serbia y al de Rusia contra la propia Alemania.
Recordemos que
Putin atacó desde Bielorrusia el Norte de Ucrania, alcanzando Kiev, para
después tener que retirarse con muchas bajas. En la zona de Járkov, los rusos
también penetraron en territorio ucraniano varios kilómetros, pero sin alcanzar
objetivos relevantes. En el Sur tuvieron más éxito y lograron dominar
completamente el Sur del Donbass, incluyendo Mariupol tras doblegar una
encarnizada lucha de los ucranianos. Sin embargo, fracasaron al intentar
alcanzar Odessa y tampoco lograron apoderarse de Zaporiyia. La ciudad de Jerson
fue la única capital de provincia que tomaron las tropas rusas.
El fracaso de
las primeras ofensivas en la Primera Guerra Mundial llevó a la guerra de
trincheras, en la que las defensas se imponían más fácilmente a los ataques,
qué pese a todo, siguieron intentándose con gran sacrificio de vidas humanas y
escaso beneficio militar. Esta situación bélica se produce cuando las armas
defensivas son mucho más eficaces que las ofensivas. En la Primera Guerra Mundial
el gran desarrollo de la artillería y las ametralladoras se imponían sobre la
infantería al asalto. El estancamiento de la situación militar llevó a
planteamientos a medio y largo plazo lo que significaba otras formas de ganar
la guerra. Los aliados, especialmente los ingleses, tras arrebatar todas las
colonias a Alemania, bloquearon cualquier suministro por mar, lo que pretendía provocar
a sus enemigos carencias de diversos recursos, incluidos los alimentos.
Alemania respondió con la lucha submarina sin restricciones, con lo que
pretendía alcanzar un objetivo similar, pero que suponía el hundimiento de buques
y pérdidas humanas de países neutrales, especialmente de EEUU, con el alto
riesgo de provocar la entrada de éstos en la guerra, lo que acabó ocurriendo.
En esta lucha de desgaste, los aliados llevaban las de ganar desde el momento
en que la guerra submarina empezó a tener menos éxito, al implantar los aliados
el sistema de convoyes.
Los alemanes sabían que el tiempo corría en su
contra, por lo que no dejaron de intentar romper esa dinámica, pero no tuvieron
éxito. En 1915 nuevas ofensivas tuvieron lugar y otros países entraron en
guerra, alargando el conflicto. Los imperios centrales lograron esta vez
doblegar a los serbios ocupando el país y expulsar a los rusos de los únicos
territorios que habían ocupado de Austria-Hungría. Lograron frenar los ataques
de Italia, que acababa de entrar en guerra, y se mantuvieron en sus posiciones,
pero al comienzo de 1916, el ataque en Occidente sobre Verdún resultó una
sangría inútil y otro fracaso, no menor que el de los británicos en el Somme
que surgía como respuesta al anterior. Parece que la guerra, sobre todo en Occidente,
donde se concentraba la mayor cantidad de fuerzas, estaba condenada al
estancamiento.
Tras el
fracaso de las primeras ofensivas rusas, Ucrania anunció una ofensiva para
recuperar los territorios perdidos. El ataque en la provincia de Jarkov resultó
un éxito y los rusos abandonaron todos los territorios ocupados en esa
provincia. Después los ucranianos recuperaron Jerson en el Sur, el único
enclave que tenían los rusos en la orilla derecha del Dnieper y que, por su
situación, resultaba difícil de defender y fue abandonado. Los rusos volaron
las presas sobre el río y establecieron en él una frontera que, hasta hoy, se
ha presentado inalterable. Pero la anunciada ofensiva ucraniana no logró más
avances. En Ucrania las defensas también se imponen sobre los ataques,
fundamentalmente por los avanzados sistemas de detección y seguimiento de objetivos
que dificulta enormemente el factor sorpresa, clave para el éxito de las
ofensivas.
En la Guerra
de Ucrania, los países occidentales han impuesto sanciones económicas a Rusia,
sin duda con un propósito similar al de los aliados en la Gran Guerra. Sin
recurso económico o sin otros recursos específicamente necesarios para la
industria de guerra, la máquina bélica rusa se griparía, mientras que Ucrania
seguiría recibiendo material de guerra y ayuda humanitaria de Occidente. En
este contexto y tras el fracaso de las operaciones ofensivas, la guerra de
desgaste se puede decidir en medidas como aquellas. Por tanto, para Rusia,
cortar la ayuda de Occidente equivale a ganar la guerra. Hasta el momento, las sanciones no parecen haber
hecho mella en el esfuerzo bélico ruso ni en el malestar de la población.
No obstante,
Ucrania sufre la guerra en su propio territorio, sus ciudades son atacadas por
misiles y bombas rusas y su población e industria es ínfima comparada con la de
su oponente. Rusia, pese a que Ucrania ya lanza ataques en suelo ruso, apenas
ha inquietado a la población rusa en su vida diaria.
Durante la
Primera Guerra Mundial, a diferencia de lo que sucedería después en la Segunda,
los ataques a la población civil fueron de escasa entidad. Salvo en los
territorios ocupados, casi todos por los imperios centrales, la población podía
seguir cobrando sus salarios, mantener su jornada laboral y no ser molestada,
siempre que no hubiera escaseces ni se dispararan los precios de productos
básicos. Los gobiernos de ambos bandos se aseguraron de que esto fuera así,
mientras pudieran. Esto, sin embargo, no era siempre posible y acabaría siendo
decisivo en el resultado de la contienda. El home front, como lo
denominan los anglosajones, es también un frente de guerra. A el home front
hay que añadirle también, lo difícil de mantener la disciplina en ejércitos
enormes basados en reclutamiento forzoso cuando la guerra se alarga, las
condiciones de vida del soldado son durísimas y las bajas en las operaciones
ofensivas muy elevadas. En 1917, el ejército ruso empezó a tener motines y
deserciones que amenazaban su integridad. El alto mando decidió no hacer más
ataques y los rusos permanecieron a la defensiva el resto de la guerra. Los
franceses sufrieron también motines y tuvieron que emplearse contra ellos con
una mezcla de medidas represivas y otras de mejorar la vida de los soldados,
pero las operaciones ofensivas se suspendieron, por el momento. El Ejército
alemán parecía el más sólido y disciplinado, pero se encontraba muy superado en
número de hombres y recursos, hasta que Rusia abandonó la guerra, a causa de la
revolución. El home front empezaba a favorecer a los imperios centrales.
¿Qué sabemos
del home front en la guerra de Ucrania? Es difícil conocer el verdadero
estado de la población en un país inmerso en una guerra, con fuerte censura y
un aparato represor operativo. De momento no consta que ni Rusia ni Ucrania
estén afrontando protestas civiles, huelgas o movimientos contra la guerra, más
allá de las protestas de las primeras semanas en Rusia, fuertemente
reprimidas. Para los ucranianos la lucha contra la guerra es la rendición y
teniendo a los rusos metidos en parte de su territorio, tras haberlo invadido
sin justificación, sometiendo a la población a múltiples sufrimientos, a parte
de los probables crímenes de guerra que a buen seguro explotará la propaganda
ucraniana, es una opción complicada, pero que no puede, en absoluto
descartarse. Al pueblo ruso probablemente la guerra le entusiasme mucho menos
de lo que dicen sus medios de propaganda, pero de ahí a rebelarse va un mundo.
Rebelarse en la Rusia de Putin no sale gratis y la población rusa no sufre las
penurias de la ucraniana. Por el momento el home front no parece que vaya
a decidir el conflicto, pero si la guerra se alarga mucho será un factor
decisivo.
Respecto a la
disciplina de las tropas, las deserciones y los problemas de reclutamiento,
tampoco podemos estimar con datos fiables el estado de la cuestión en ambos
ejércitos, pero no cabe duda que después de tres años de guerra ambos bandos
estarán sufriéndolo. Tanto Rusia como Ucrania tienen problemas de
reclutamiento, ya que una guerra de esta envergadura demanda muchos hombres y
se sufren muchas bajas, pero aquí el potencial humano de Rusia es bastante
mayor y en este aspecto, pese a los numerosos voluntarios que han acudido a
luchar por Ucrania, Occidente no está dispuesta a ayudarles. No obstante, la
presencia de soldados norcoreanos en Rusia rebela que Putin tampoco anda
sobrado de efectivos, más que por carencia, por miedo a perder el home front.
El reclutamiento forzoso en Rusia se ha hecho en zonas rurales, evitando las
grandes ciudades, así como los estudiantes, mientras que miles de jóvenes
cruzaron la frontera finlandesa para no ser enviados al frente.
Como en la
Primera Guerra Mundial, la Guerra de Ucrania ha entrado en fase de
estancamiento. Las operaciones militares solo alcanzan objetivos muy lentamente
y a un elevado coste de bajas. En estos momentos, Ucrania ya no parece capaz de
realizar ataques por tierra y Rusia lleva la iniciativa, pero sus éxitos son
lentos y limitados. La capacidad de
Ucrania para resistir o invertir la tenencia dependerá del arsenal que
Occidente esté dispuesto a suministrarle y de si sus hombres aún son
suficientes y con capacidad de luchar. Pero Ucrania también se puede beneficiar
de los fracasos de su enemigo: un empeoramiento de su poder económico, en su home
front, o una ofensiva mal ejecutada que suponga un sangriento fracaso,
puede suponer otro punto de inflexión en el conflicto. En cualquier caso, la
guerra sigue respondiendo al mismo esquema de la Gran Guerra: estancamiento y
desgaste. Y es casi seguro que en esos términos se va a decidir la contienda,
lo que desgraciadamente supondría que la guerra va a durar mucho tiempo, salvo
que…alguien cambie las reglas del juego.
El lector se
habrá preguntado qué posibilidades hay de poner fin a la guerra con un acuerdo
entre las partes. Aquí también tenemos el ejemplo de la Primera Guerra Mundial,
durante la cual hubo varias iniciativas para negociar un acuerdo: de EEUU
cuando aun era neutral, del Papa, de Suecia como potencia neutral y de los
propios beligerantes en múltiples ocasiones. A lo largo del conflicto hubo
contactos constantes entre las partes y, sin embargo, la guerra se decidió sin
una auténtica negociación, sino con un armisticio que prácticamente supuso una
rendición incondicional. ¿Por qué fracasaron todos los intentos de negociación
entre 1914 y 1918? Pues básicamente porque las posiciones estaban muy
distanciadas, ninguno de los dos bandos quería apartarse mucho de sus objetivos
y los dos pensaban que podían ganar la guerra. La misma situación se está dando
ahora en Ucrania, siempre que los aliados occidentales sigan dispuestos a
seguir apoyándola, ya que, a diferencia de los rusos, los ucranianos no pueden
mantenerse sin ayuda. Por tanto, la salida negociada solo será posible en el
corto plazo si los países de la OTAN, especialmente los EEUU obligan a Ucrania
a negociar, y por tanto, a renunciar a objetivos que los ucranianos consideran
a día de hoy irrenunciables. La reciente llegada de Trump a la presidencia es
un hecho determinante en este sentido.
A principios
de 1918, los imperios centrales parecían acercarse a la victoria final. Rusia
había dejado de ser un enemigo y la paz de Brest-Litovsk impuesta a los
bolcheviques, dejaba a los alemanes cerrado el frente oriental, asegurando
estados aliados o neutrales en su retaguardia y abriendo nuevas vías de
suministros. Austria-Hungría con Serbia sometida, Italia aparentemente derrotada
y contenida en los Alpes y Rumanía fuera del conflicto, también aparentaba
haber alcanzado la victoria. Los aliados solo tenían el frente estancado en
Francia, Italia y Grecia y Oriente Medio, pero Alemania con el envío masivo de
unidades desde el Este, estaba por primera vez en superioridad numérica en
Francia. Pese a esa ventajosa situación de los imperios centrales, Alemania
sabía que los aliados no iban a rendirse ni a aceptar condiciones que se
separaran mucho de sus objetivos porque EEUU había entrado en la guerra y les
empezaba a proporcionar tropas de refresco y suministros más que suficientes.
Los alemanes lanzaron entonces su mayor ofensiva de la guerra en Francia, con
el objeto de finalizar la contienda antes de que los americanos estén realmente
operativos, pero la ofensiva, pese a los éxitos iniciales, resulta un completo
fracaso que supone a Alemania la pérdida de un millón de hombres y la
incapacidad, no ya de llevar a cabo más ataques, sino a duras penas de
defenderse. Los aliados contratacan y Alemania empieza a derrumbarse,
retirándose a posiciones defensivas mucho más en retaguardia. Para los aliados
esto es el principio del éxito, pero desconocen que en realidad es el final de
la guerra. El home front, no bien conocido por los aliados, estaba
empezando a inclinar la balanza: Bulgaria tras un ataque desde Grecia solicita
un armisticio, el imperio Austro-húngaro se ha disuelto, los checos, eslovacos,
polacos, croatas se han declarado independientes tras la derrota de las tropas
imperiales por los italianos en Vittorio Véneto. El embargo aliado está
causando hambre y penurias. Alemania está agotada y no tiene hombres para
luchar, también solicita un armisticio, que provoca una revolución, como en
Rusia. La caída del káiser y de su gobierno convierte el armisticio en una
rendición. La guerra termina el 11 de noviembre de 1918.
El
estancamiento y la larga guerra de desgaste no afecta a los dos bandos por
igual. El que se agote antes no estará en condiciones de luchar y actuará
inteligentemente si ofrece buenas condiciones de paz antes de que su enemigo
descubra su vulnerabilidad. Si no es así, el país se derrumbará y sus soldados
no estarán en condiciones de seguir luchando. Si eso sucede, la rendición será
incondicional. Las claves en la guerra de Ucrania son la falta de hombres y si
estos están motivados, la falta de recursos y el home front. La guerra
no se decidirá combatiendo, aunque así lo parezca.
Pero hay otra
similitud entre la Gran Guerra y la Guerra en Ucrania. Otra similitud referente
a su impacto en las relaciones internacionales y a la propia visión de la
guerra como fenómeno, incluyendo su valoración ética por la sociedad. Y es que
ambos conflictos supusieron un punto de inflexión en este sentido.
Hasta la Primera
Guerra Mundial, la resolución de los conflictos entre las naciones mediante la
guerra era algo válido y legítimo. Aunque hay antecedentes sobre teorías de la
guerra justa en San Agustín, Santo Tomás y, sobre todo la Escuela Española de
Salamanca, las valoraciones éticas sobre la guerra se han limitado a la filosofía
y la religión, pero escasamente ha alcanzado a la política. El horror que causó
la Gran Guerra fue tan enorme, que la visión de los europeos sobre la guerra
cambió definitivamente. El resultado de la contienda fue de más de 9 millones de
muertos, más del doble de heridos, destrucción hambre y miseria como no se había
visto nunca en la historia de la humanidad. Tanto las potencias del lado
vencedor, como los vencidos, eran conscientes de que algo no debía repetirse. Aunque
sabemos que los duros tratados de paz impuestos a los vencidos, especialmente a
Alemania, favorecieron nuevos rencores y acabaron trayendo otra guerra aún
peor, la Primera Guerra Mundial sembró la semilla de la concienciación
necesaria para evitar las guerras. La creación de la Sociedad de Naciones, aunque
fue un instrumento fracasado, fue el antecedente necesario para la fundación de
la ONU después de la Segunda Guerra Mundial y en 1926 la mayoría de los países
del mundo firmaron el denominado pacto de Briand-Kellog, en el que se condena
la guerra por primera vez. En 1945, cuando se funda la ONU con la Carta de San
Francisco, se repite el compromiso de condena de la guerra y se crean
instrumentos para evitarla.
Puede pensarse
que nada de esto ha sido relevante y que las guerras no han parado en el mundo,
pero aunque esto segundo es cierto, el cambio de mentalidad en la comunidad
internacional, o al menos en los países desarrollados ha evolucionado muy en
positivo hasta fechas relativamente recientes. En Europa, desde el final de la Segunda
Guerra Mundial ha habido dos guerras: la de la desmembración de Yugoslavia con
sus variantes croata, bosnia y kosovar, y la de Ucrania. El primero no ha
afectado a ninguno de sus vecinos. La casi totalidad de los conflictos armados
desde el final de la Guerra Fría e incluso desde la Segunda Guerra Mundial son
conflictos internos en los que las grandes potencias han intervenido o no en
favor de uno u otro bando, pero que no han pasado de conflictos regionales. El número
de muertes violentas en el mundo a causa de la guerra ha disminuido continuamente
desde entonces, así como el número de conflictos armados. La capacidad de la comunidad
internacional para contener conflictos y evitar su extensión ha quedado
demostrada en varios escenarios. Las acciones de imposición de la paz han tenido
éxitos y fracasos, pero siempre ha sido mejor que la inacción, la escalada o la
extensión de los conflictos. Las grandes potencias han empleado la fuerza en
diversos escenarios, pero siempre con alcance limitado y evitando confrontaciones
directas entre ellas. Las sociedades en
los países desarrollados, que son los que tienen los ejércitos más letales, no
admiten guerras sin justificación.
La Guerra de Ucrania
puede estar marcando un nuevo punto de inflexión, pero esta vez en el sentido
contrario que la Primera Guerra Mundial. Rusia inició una guerra de invasión
contra un país vecino, un Estado grande, en proceso de democratización e
integración europea que aspiraba pacíficamente a ser un miembro más de la UE,
es decir a compartir el desarrollo y las libertades alcanzadas por sus vecinos
occidentales. Un Estado que la propia Rusia reconoció como soberano en 1991,
que comparte con Rusia orígenes y valores culturales pero que difiere enormemente
de ella en su forma de mirar el futuro. Ucrania sufría un conflicto interno en la
zona de Lugansk y Donetsk, zonas donde la población era mayoritariamente prorrusa.
El conflicto se hizo armado por la propia intromisión de Rusia, que ha intentado
desestabilizar a Ucrania con el fin de evitar a toda consta su modernización e
integración en Occidente. Rusia ha usado la fuerza contra un Estado que no
suponía ninguna amenaza, contra un Estado que pretendía ser libre, rompiendo la
prohibición de usar la fuerza sin que pueda argumentar legítima defensa. Además,
Rusia ha roto también la prohibición de anexionarse territorios como consecuencia
de una invasión armada, rompiendo un principio que todas las naciones
desarrolladas habían respetado desde 1945. La intervención armada de Rusia no
se ha hecho para contener un conflicto armado, ni para evitar su extensión o
escalada, sino para lo contrario.
La Guerra de
Ucrania lleva ya una escalofriante cifra de muertos y heridos; aunque no
podemos estimar las cifras con precisión no es aventurado decir que estamos por
encima de los 500 000 entre ambos bandos. Si la Guerra finaliza con un tratado
favorable a Rusia, la catástrofe habrá servido para que Putin de por buena la
invasión que ordenó, por lo que se crearía un peligrosísimo precedente. Si Rusia
no abandona los territorios ocupados que mantiene, Ucrania no estará en
condiciones de obtener nada de la potencia invasora en una posible negociación.
La derrota de Ucrania supondría el éxito de una forma de hacer política basada
en el empleo de la fuerza bruta de una manera desproporcionada e injusta. Si
además EEUU y Europa obligan a Ucrania a aceptar un tratado injusto con concesiones
logradas gracias al uso de la fuerza, tendrán difícil explicar esto a sus
ciudadanos. También será difícil aceptar a una Rusia victoriosa de nuevo en el
club de los países occidentales y levantar las sanciones, o recibir a Putin con
normalidad en las cancillerías europeas o estadounidense después de haberle
identificado como un criminal de guerra. Las sociedades occidentales van a
dejar de creer en principios y valores y nos encaminaremos cada vez más a un
mundo más inseguro y en el que la fuerza se impondrá sin matices a los valores en
los que por algún tiempo quisimos creer.