Largo
camino tiene que recorrer el presidente Hollande para lograr los apoyos que
Francia necesita para ganar la guerra que su país libra contra el Estado
Islámico. Largo y difícil camino que también le servirá de penitencia por los
pecados que cometió en la campaña electoral por la presidencia, cuando prometió
a sus ciudadanos la retirada inmediata de Afganistán, sin pactar con sus socios
ni el calendario ni las condiciones, al más puro estilo Zapatero, abandonando a
su suerte a sus aliados de la OTAN; los mismos aliados a los que ahora acude
reclamándoles la solidaridad que él no tuvo cuando accedió a la presidencia de
Francia. Porque Hollande cumplió su promesa y se retiró del país asiático,
contentando de ese modo a sus votantes de izquierda, copiando así los mismos
errores que cometía Zapatero sólo unos años antes.
Y
no deja de resultar chocante escuchar
ahora en boca del presidente de Francia el mismo discurso de George Bush sobre
la guerra contra el terrorismo, el mismo discurso, la misma respuesta política
al mismo problema y la misma llamada de apoyo a sus aliados. Francia se ha ido
dando cuenta de que contra los grupos yihadistas como el DAESH, que están
además sostenidos y financiados por un Estado, aunque no esté reconocido por
nadie, no bastan las buenas intenciones de paz. Que con fanáticos del odio no
es posible negociación ni cesión alguna, porque la única cesión que pretenden
es acabar con nuestra libertad, conseguir nuestra sumisión y destruir nuestro
modo de vida.
Tras
la desafortunada intervención en Irak y su trágico desenlace, tras el triunfo
del pacifismo en EEUU de la mano de Obama, después de años durísimos de muertes
y guerra en Irak y en Afganistán, en Occidente se han terminado las ganas de
mandar soldados a luchar a ninguna parte, por loable y justa que sea la causa.
La reaparición con fuerza del terrorismo yihadista, de la mando del DAESH está
empezando a replantear muchas actitudes y muchos errores del pasado, pero no va
a ser fácil. Por los egoísmos de unos, los errores de otros y la ceguera de
muchos, hemos perdido muchos años de lucha eficaz contra el yihadismo a nivel
mundial.
EL
surgimiento del DAESH como amenaza es una consecuencia de la guerra civil de
Siria. Lo que empezó siendo una pacífica protesta contra un régimen dictatorial
brutal, como es el dirigido por Al Asad, se convirtió gracias a la fuerte
represión de la dictadura y a la radicalización de los grupos de oposición,en
un resurgir del movimiento islamista que acabó acaparando a todo aquel que luchaba contra el dictador. Los
llamados grupos moderados que pretendían llevar la democracia a Siria fueron
barridos, su relevancia en la guerra siria, sin apoyo alguno de EEUU ni de
ninguna potencia occidental, se ha quedado en anecdótica, pese a los intentos
de última hora de Obama de recuperarlos para tener un aliado en el conflicto,
del que durante tanto tiempo quiso desentenderse.
La
primavera árabe pilló a Occidente desconcertado, Obama recibió de buen grado
los intentos democratizadores del pueblo árabe pero no quiso inmiscuirse ni tomar
partido, salvo en Libia y de forma limitada. Europa apoyó la caída de Gadafi,
pero su intervención demostró la incapacidad de Europa para hacer frente por sí
misma, sin el apoyo de EEUU, a un conflicto de dicha envergadura. La
intervención, exclusivamente aeronaval, sirvió para derribar al dictador pero
impidió una transición controlada del régimen, ahora convertido en Estado
fallido.En los demás países, salvo en Túnez, los dictadores lograron conservar
el poder, no sin costes, pero en Libia, Yemen y en Siria el movimiento
desembocó en guerra civil, y sobre todo, en un resurgir del yihadismo.
No
inmiscuirse en los conflictivos procesos árabes solo podía tener una consecuencia
y aquí la tenemos, pero abandonar a los países donde se empezaba a recuperar la
estabilidad fue aún peor. En Irak, tras años de duros combates contra la
insurgencia, la situación empezaba a estabilizarse aunque de manera precaria.
La operación SURGE expulsó a los yihadistas del Estado Islámico que se
refugiaron en Siria, y el débil gobierno iraquí empezaba a tener control de
todo su territorio. En esto Obama ordenó la retirada completa del país y la
situación se mantuvo en precario. Con la guerra en Siria el Estado Islámico se reforzó,
y aprovechando las disensiones entre los iraquíes, invadió el país desde Siria.
Su ofensiva fue tan impresionante que solo una intervención
a última hora de EEUU evitó la caída de Bagdad y del régimen. Los ocho años de
ocupación de Irak podían no haber servido para nada, miles de muertos para
dejar las cosas peor que estaban. Y es que si la invasión de Irak pudo ser un
error, la retirada precipitada fue uno mucho más grave.
En
España, los años sin atentados han servido para adormecer nuestras conciencias.
El atentado del 11M, cuya instrucción y juicio no han dejado demasiada luz
sobre los hechos, es, siendo brutal, el único atentado yihadista cometido en
España. Ninguno ha habido desde entonces, ninguno desde que llegó la paz de
Zapatero. No importa que la policía con su callada labor haya evitado muchos
atentados en estos años, que cientos de yihadistas estén cumpliendo condena en
cárceles españolas, que en los mensajes tanto de Al Qaeda, como del DAESH sean
continuas las referencias a la recuperación de Al Andalus. España no se siente
demasiado amenazada. De momento tanto el Gobierno como el PSOE se ponen de
perfil; solo Albert Rivera ha defendido luchar contra el DAESH, mientras los
nuevos titiriteros siguen a lo suyo y, mientras Europa sigue horrorizada y
preocupada por los actos de los yihadistas, ellos se manifiestan contra las
bombas que España no lanzará contra el DAESH.
Quizá pensemos que escaqueándonos de
participar en la guerra contra el DASEH no nos ataquen. Quizá. Pero no
deberíamos ser tan estúpidos como algunos franceses que pidieron hace años a un
grupo terrorista en Irak que liberará a sus ciudadanos secuestrados porque su
país se había opuesto a la guerra. ¿La guerra? ¿Qué guerra? La guerra contra el
infiel está declarada hace muchísimo tiempo y nada tiene que ver con acciones
coyunturales de uno u otro gobernante. Todos estamos amenazados, y no solo los
no musulmanes, también los “malos musulmanes”. Porque el DAESH no lucha contra
Al Asad, ni contra Francia, ni contra los EEUU, ni contra Rusia. El DAESH
quiere destruir la libertad, la justicia, el desarrollo, el modo de vida que
tanto nos ha costado alcanzar, en suma: la civilización. Y lo están haciendo en
el territorio que ocupan. Desde hace tiempo. Miramos para otro lado cuando
vemos sus atrocidades en los escasos minutos que le dedican las televisiones en
España, pero es que ya están aquí. Podemos seguir pensando que es culpa de
Hollande o de Bush, pero no deberíamos tener que esperar a tener un atentado para
darnos cuenta de que eso no es cierto. Llegaríamos tarde una vez más. Nuestra
debilidad es su fuerza.
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