El 4 de noviembre de 1576 los soldados españoles de los Tercios de Flandes, hartos de las penurias de una guerra sin fin y del olvido de su rey y de sus mandos que les adeudaban la paga desde hacia meses, iniciaron el saqueo de la ciudad de Amberes a la que asolaron durante tres días cobrándose así sus deudas en forma de botín de guerra.
Los soldados
españoles no se sublevaron contra su rey ni contra sus jefes, no cometieron
deserción ni traición, lo que no era infrecuente en los ejércitos de
mercenarios de otras naciones cuando no se cumplía con ellos lo acordado. Lo
que ahora llamaríamos crímenes de guerra pasaba por ser la forma de protesta
menos lesiva en el cumplimiento de su deber y de esta manera daban debida
cuenta de su malestar y se resarcían de su penuria económica. Una vez saldada
la deuda volvían a la disciplina. Obviamente aquel sangriento saqueo sólo podía
traer más odio y más almas sedientas de venganza, alimentando la leyenda negra
española y complicando aún más una guerra que era la verdadera causa de los
males de aquellos soldados. Pero aquello era demasiado difícil de comprender
para las mentes desesperadas de aquellos hombres.
No es la única ocasión histórica en que los soldados
españoles han ido a la guerra maltratados u olvidados por su patria. Es sabido
que en Trafalgar los marinos españoles se hicieron a la mar sin confianza en su
Jefe, con un aliado desleal, un objetivo incierto y …varias pagas atrasadas.
Más recientemente en Cuba los soldados morían de enfermedades y pasaban hambre
y al volver a su patria fueron abandonados y olvidados. En ninguno de estos
casos se han producido motines, ni deserciones masivas, ni actos semejantes,
pero la moral de los combatientes se ha visto severamente dañada y ello ha sido
un factor más que ha contribuido a la derrota. Todos los grandes jefes
militares han considerado la moral de su ejército un asunto de la máxima
prioridad, tratando de alentarla y mantenerla, tanto por influir en su
capacidad para obtener la victoria como por consolidar su propio liderazgo.
Hoy en día la moral del militar se puede medir mejor que en
otros tiempos, y sin embargo no se valora debidamente. La ley de Carrera
Militar ha producido un daño enorme en este sentido a pesar de que
aparentemente no se perciba. La desaparición del elemento vocacional con la
nueva enseñanza de Oficiales, ó la escasa relevancia que se da a las
condecoraciones obtenidas por los soldados en combate en Afganistán, tampoco
ayudan en este asunto. Los militares, como en otros tiempos, no van a rebelarse
ni a desertar, tampoco van a responder con un saqueo criminal como en Amberes.
Su única forma visible de protestar es el recurso administrativo, un medio poco
visible y muy escasamente eficaz, pero que permite valorar el estado de la cuestión.
Los miles de recursos (17.112 según el Teniente General Alejandre) resultan más
que significativos en un colectivo muy poco proclive a las reivindicaciones y
menos aún a las quejas. Dejando a un lado las virtudes y defectos de la ley,
sobre la que me he despachado en otras ocasiones, y de la que no faltaran
defensores pese a todo, de lo que no cabe duda ya es que su aplicación nada
progresiva ha provocado un serio daño a la moral de los militares. Un daño cada
vez más difícil de reparar y que a buen seguro tendrá consecuencias en la
capacidad y operatividad real de las Fuerzas Armadas.
Se puede seguir ignorando esta realidad, como se ha hecho
en otras ocasiones, pero no se podrá seguir hablando de motivación, ni de
derechos de los militares con la más mínima credibilidad.
Publicado en Atenea, marzo de 2011
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