sábado, 26 de septiembre de 2015

CIVILIZAR LAS FUERZAS ARMADAS



Debemos acercar las Fuerzas Armadas a la sociedad, ó tal vez ¿la sociedad a las Fuerzas Armadas?
Lo civil y lo militar no son precisamente compartimentos estancos. Desde siempre ambos aspectos de la vida social y política de las naciones se vienen influyendo de forma recíproca. El hecho de cómo se han influido en un momento histórico determinado dice mucho acerca de la importancia de lo militar en una sociedad determinada y de la imagen que la institución  tiene ante su población. Actualmente en España vivimos una época en que lo militar representa lo rancio, lo viejo, lo obsoleto e incluso lo denostable. A pesar de que en las encuestas se nos recuerda constantemente la buena imagen de las Fuerzas Armadas en la sociedad, esta imagen idílica no representa en realidad al mundo militar. Las Fuerzas Armadas que la publicidad institucional está vendiendo son “civiles” y por lo tanto la imagen que se proyecta de la institución en la sociedad no es de carácter militar.
La imagen de lo militar sigue siendo rechazada. De esta imagen arraigada en lo sociedad y en gran parte de los dirigentes políticos deriva su política “civilizadora” de la institución. En la ley 39/2007 se observa una clara obsesión del legislador de adaptar al militar a la sociedad civil. Esta idea, que ha cristalizado de una manera muy clara en esta norma, no es sin embargo nueva, sino que culmina una tendencia que se viene observando desde hace ya bastantes años. La razón de estos cambios puede tener dos motivaciones, una de carácter ideológico arraigada por motivos históricos muy relacionados con la vinculación de los militares al Régimen de Franco y otra de carácter más pragmático en la que se pretende acercar lo militar a la sociedad civil introduciendo en aquello valores y aspectos que le son extraños y que a menudo desnaturalizan la propia institución militar. No creo que se esté consiguiendo realmente. Los militares se sienten más incomprendidos por que se está distorsionando su imagen y su misión. Se eluden intencionadamente las menciones a la guerra, a las armas, a la violencia, a las amenazas y a la seguridad nacional. Cuando se habla de Fuerzas Armadas se intenta evitar toda alusión a lo militar, subrayándose hasta la saciedad el carácter humanitario y pacífico de sus cometidos. Algo no encaja en el molde. Desde el otro lado algunas voces no entienden por que el Estado se gasta importantes cantidades del presupuesto para comprar Carros Leopard, misiles Tomahawk ó fragatas F-100 si la misión de los militares es repartir alimentos y medicinas.
La ley 39/2007 convierte las academias militares en universidades con doble titulación. Provoca forzosamente una confusión entre una y otra formación al alumno, y una desorientación profesional ya que sólo cuando acabe definitivamente sus estudios sabrá si efectivamente se le conferirá un empleo militar ó si ejercerá su profesión en la vida civil. La enseñanza militar ha servido durante muchos años para formar a los Oficiales y Suboficiales de los Ejércitos sin que, en principio, se hayan detectado serias carencias en su preparación. El pretender obtener al mismo tiempo una titulación universitaria civil sólo puede alcanzarse a costa de desacreditar una de las dos carreras, ó incluso ambas.
La enseñanza militar de las academias no era del agrado del legislador, como por lo visto tampoco lo era el sistema de ascensos por antigüedad. Se argumenta constantemente la potenciación del mérito y la capacidad, lo mismo que en todas las leyes anteriores. El legislador considera que la tradicional forma de carrera militar no era idónea para los militares del siglo XXI. Se sustituye por un modelo de carrera copiado de la vida civil, de la empresa privada, de la universidad. Lo civil sustituye a lo militar para los propios militares. Lo militar debe “civilizarse” para mejorar. No es la ley de carrera el único ejemplo: la creación de una Unidad Militar con fines específica y  exclusivamente civiles ó el nuevo espíritu de las Reales Ordenanzas son también una muestra de los impulsos civilizadores.
Sería interesante repasar la historia militar de Occidente para comprobar cuantos ejemplos tenemos de la tendencia opuesta. Cuantas veces la sociedad civil copió a la institución militar para mejorar. Cuantas veces la tomó como modelo. Cuantas veces sus profesionales fueron ejemplo de formación y preparación eficiente. Tal vez sería bueno que el legislador supiese, por ejemplo, que la organización del gobierno estructurado en ministerios y nutrido de cuerpos de funcionarios fue una idea que Napoleón copió de la administración militar, ó que los principios de jerarquía y responsabilidad del funcionario fueron asimismo imitación de la organización castrense. O que mucho antes de que existiese la Seguridad Social, los Ejércitos pensionaban a sus heridos, viudas y huérfanos.  O que el Real Colegio de Artillería de Segovia  tuvo de la mano de Proust el mejor laboratorio de química de España, ó que los mejores geógrafos e hidrógrafos eran de la Armada como Jorge Juan ó Ulloa, formados en la Escuela Naval Militar de San Fernando.
Pero aquello eran otros tiempos, sin duda,  y hoy los bárbaros deben ser civilizados. Las medallas, los uniformes, las banderas siguen escociendo demasiado. Tal vez inventen un Ejército sin uniformes ó sin banderas, si continúa la tendencia actual. Así tal vez la imagen de las Fuerzas Armadas continúe mejorando ante la sociedad y los guerreros bárbaros sean cosa del pasado.


Publicado en Atenea, mayo 2010:

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