Debemos acercar las
Fuerzas Armadas a la sociedad, ó tal vez ¿la sociedad a las Fuerzas Armadas?
Lo civil y lo
militar no son precisamente compartimentos estancos. Desde siempre ambos
aspectos de la vida social y política de las naciones se vienen influyendo de
forma recíproca. El hecho de cómo se han influido en un momento histórico
determinado dice mucho acerca de la importancia de lo militar en una sociedad
determinada y de la imagen que la institución
tiene ante su población. Actualmente en España vivimos una época en que
lo militar representa lo rancio, lo viejo, lo obsoleto e incluso lo denostable.
A pesar de que en las encuestas se nos recuerda constantemente la buena imagen
de las Fuerzas Armadas en la sociedad, esta imagen idílica no representa en
realidad al mundo militar. Las Fuerzas Armadas que la publicidad institucional
está vendiendo son “civiles” y por lo tanto la imagen que se proyecta de la
institución en la sociedad no es de carácter militar.
La imagen de lo
militar sigue siendo rechazada. De esta imagen arraigada en lo sociedad y en
gran parte de los dirigentes políticos deriva su política “civilizadora” de la
institución. En la ley 39/2007 se observa una clara obsesión del legislador de
adaptar al militar a la sociedad civil. Esta idea, que ha cristalizado de una
manera muy clara en esta norma, no es sin embargo nueva, sino que culmina una
tendencia que se viene observando desde hace ya bastantes años. La razón de
estos cambios puede tener dos motivaciones, una de carácter ideológico
arraigada por motivos históricos muy relacionados con la vinculación de los
militares al Régimen de Franco y otra de carácter más pragmático en la que se
pretende acercar lo militar a la sociedad civil introduciendo en aquello valores
y aspectos que le son extraños y que a menudo desnaturalizan la propia
institución militar. No creo que se esté consiguiendo realmente. Los militares
se sienten más incomprendidos por que se está distorsionando su imagen y su
misión. Se eluden intencionadamente las menciones a la guerra, a las armas, a
la violencia, a las amenazas y a la seguridad nacional. Cuando se habla de
Fuerzas Armadas se intenta evitar toda alusión a lo militar, subrayándose hasta
la saciedad el carácter humanitario y pacífico de sus cometidos. Algo no encaja
en el molde. Desde el otro lado algunas voces no entienden por que el Estado se
gasta importantes cantidades del presupuesto para comprar Carros Leopard,
misiles Tomahawk ó fragatas F-100 si la misión de los militares es repartir
alimentos y medicinas.
La ley 39/2007
convierte las academias militares en universidades con doble titulación.
Provoca forzosamente una confusión entre una y otra formación al alumno, y una
desorientación profesional ya que sólo cuando acabe definitivamente sus
estudios sabrá si efectivamente se le conferirá un empleo militar ó si ejercerá
su profesión en la vida civil. La enseñanza militar ha servido durante muchos
años para formar a los Oficiales y Suboficiales de los Ejércitos sin que, en
principio, se hayan detectado serias carencias en su preparación. El pretender
obtener al mismo tiempo una titulación universitaria civil sólo puede
alcanzarse a costa de desacreditar una de las dos carreras, ó incluso ambas.
La enseñanza
militar de las academias no era del agrado del legislador, como por lo visto
tampoco lo era el sistema de ascensos por antigüedad. Se argumenta
constantemente la potenciación del mérito y la capacidad, lo mismo que en todas
las leyes anteriores. El legislador considera que la tradicional forma de
carrera militar no era idónea para los militares del siglo XXI. Se sustituye
por un modelo de carrera copiado de la vida civil, de la empresa privada, de la
universidad. Lo civil sustituye a lo militar para los propios militares. Lo
militar debe “civilizarse” para mejorar. No es la ley de carrera el único
ejemplo: la creación de una Unidad Militar con fines específica y exclusivamente civiles ó el nuevo espíritu de
las Reales Ordenanzas son también una muestra de los impulsos civilizadores.
Sería interesante
repasar la historia militar de Occidente para comprobar cuantos ejemplos
tenemos de la tendencia opuesta. Cuantas veces la sociedad civil copió a la
institución militar para mejorar. Cuantas veces la tomó como modelo. Cuantas
veces sus profesionales fueron ejemplo de formación y preparación eficiente.
Tal vez sería bueno que el legislador supiese, por ejemplo, que la organización
del gobierno estructurado en ministerios y nutrido de cuerpos de funcionarios fue
una idea que Napoleón copió de la administración militar, ó que los principios
de jerarquía y responsabilidad del funcionario fueron asimismo imitación de la
organización castrense. O que mucho antes de que existiese la Seguridad Social,
los Ejércitos pensionaban a sus heridos, viudas y huérfanos. O que el Real Colegio de Artillería de
Segovia tuvo de la mano de Proust el
mejor laboratorio de química de España, ó que los mejores geógrafos e hidrógrafos
eran de la Armada
como Jorge Juan ó Ulloa, formados en la Escuela Naval Militar de San
Fernando.
Pero aquello eran
otros tiempos, sin duda, y hoy los
bárbaros deben ser civilizados. Las medallas, los uniformes, las banderas
siguen escociendo demasiado. Tal vez inventen un Ejército sin uniformes ó sin
banderas, si continúa la tendencia actual. Así tal vez la imagen de las Fuerzas
Armadas continúe mejorando ante la sociedad y los guerreros bárbaros sean cosa
del pasado.
Publicado en Atenea,
mayo 2010:
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