Lejos
quedan ya los días en que las misiones en Afganistán o en Irak estaban en pleno
centro de la polémica. En un momento económico muy crítico que vive Europa, el
hecho o mejor el dicho, apenas ha tenido
repercusión mediática. Sin embargo pese a ello y a que las encuestas le son en
principio favorables, el candidato socialista al Elíseo no ha podido resistir
la tentación. Francois Hollande anunció en plena campaña electoral que si se
convertía en presidente de los franceses los soldados de su país abandonarían
Afganistán de manera inmediata. Una vez más la búsqueda del voto sirve a los
políticos para justificarlo casi todo. No es la primera vez, ya sucedió antes
en otros países de la OTAN y en circunstancias parecidas.
El
populismo no se lleva muy bien con la necesidad de fomentar una robusta
conciencia de defensa. El entorno actual geoestratégico está implicando que las
misiones de las Fuerzas Armadas occidentales no sean fácilmente comprendidas
por el gran público. Los escenarios son lejanos, distantes, no sólo en el
espacio sino también en lo cultural y en lo mediático. No resulta fácil
explicar la necesidad de enviar tropas a escenarios de alto riesgo donde los
soldados ponen sus vidas en peligro cuando no se comprenden las causas ni se
ven los beneficios. Ganar la opinión pública es uno de los grandes retos de la
estrategia de defensa de las naciones de la OTAN. Es por ello que los gobiernos
y los líderes políticos, también cuando estén en la oposición, deben ser muy
rigurosos a la hora de decidir a donde enviar a nuestros soldados y muy
rigurosos también a la hora de decidir cuáles son sus objetivos y cuando estos
se consideran alcanzados. Resulta fácil sucumbir a la tentación de enviar
tropas a misiones cuyo objetivo resulta incierto en momentos políticos
determinados con el fin de obtener beneficios políticos a corto plazo, y al
mismo tiempo decidir retirarse en momentos electorales para arañar un puñado de
votos cuando algunos de los soldados han vuelto a casa en caja de pino. Tales
conductas convierten a los soldados en rehenes del oportunismo político, hacen
la política de Defensa mucho menos creíble y distancian a las Fuerzas Armadas
de la sociedad. Por otro lado la confianza entre los aliados se resiente y la
conducta insolidaria se contagia.
Se
echa de menos un poco más de rigor, un poco más de seriedad y mucho más de
responsabilidad evitando las decisiones tomadas al calor de las urnas sin
pensar en las consecuencias que van mucho más allá de la elección de uno u otro
candidato de uno u otro partido. La credibilidad de las misiones en el
exterior, de los pilares de nuestra Defensa y de la propia razón de ser de la
OTAN está en juego. Es necesario, más que nunca, que los líderes políticos se
esfuercen en explicar a la sociedad lo que hacen sus soldados, que expliquen
porque arriesgar la vida de unos pocos puede salvar la vida de muchos, que
expliquen ,como ha hecho el JEMAD holandés, que se puede coger un arma para
hacer un mundo mejor o que hacer un mundo más justo pasa por hacerlo más
seguro. Que nos cuenten por que toman decisiones que ponen en riesgo la vida de
algunos de sus ciudadanos, para que luego en momentos electorales decidan
retirarlos del peligro como si se erigieran en sus salvadores.
Las
naciones occidentales necesitan más que nunca líderes que crean en valores y que tengan capacidad para poder
explicarlos y transmitirlos y huir de eslóganes fáciles, de tópicos
trasnochados que sólo dan beneficios a corto plazo aunque sirvan para alcanzar
el poder que es a la postre lo que muchos ciudadanos acaban pensando que es lo
único que interesa a los políticos.
Publicado
en Atenea, junio 2012
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