A
nadie escapa ya que el idioma inglés se ha convertido en una herramienta de
trabajo indispensable para las Fuerzas Armadas. Desde la entrada de España en
la OTAN, hace ya casi treinta años, muchos de los cometidos profesionales de
los militares se hacen en lengua inglesa. La permanencia en los organismos de
la OTAN, Cuarteles Generales, grupos de
trabajo sobre doctrina de operaciones, estandarización de materiales y armamento,
procedimientos etc. y por supuesto las operaciones en el exterior y los ejercicios
de adiestramiento, donde establecer comunicaciones con los aliados por
cualquiera de los canales existentes así como las pertinentes reuniones de
coordinación, son siempre en inglés. Todas las publicaciones que edita la OTAN
y que constituyen nuestra principal fuente doctrinal están escritas y
distribuidas en inglés, y también muchos de los manuales técnicos de nuestros
equipos.
Todos
estos cometidos los hemos venido desempeñando los militares desde hace años, y
a diferencia de nuestros dirigentes políticos, sin apoyo de ningún traductor y
lo hemos hecho con bastante solvencia. Para poder hacerlo hemos hecho esfuerzos
adicionales, fuera de nuestro horario laboral y empleando recursos propios para
aprender este idioma, partiendo de un sistema educativo como el nuestro que nunca ha sido muy exigente
en la enseñanza de lenguas extranjeras.
La
OTAN, consciente de la necesidad de buscar un camino para salir de la torre de
Babel que supondría tantos países con tantas lenguas diferentes optó por
establecer dos lenguas oficiales en la Organización: el inglés y el francés; aunque
en la práctica el primero ha desplazado casi totalmente al segundo. Para
asegurar que todas las personas que cubren diferentes puestos en los distintos
organismos, así como en las distintas situaciones operativas que se den, la
OTAN ha establecido unos niveles estandarizados de conocimiento del idioma, lo
que se ha venido denominando como perfiles lingüísticos. Estos perfiles sirven
para determinar la aptitud de cada individuo respecto al idioma, con el fin de
poder determinar si tiene los conocimientos necesarios para desempeñar
cometidos que impliquen conocimientos en inglés. La publicación STANAG 6001,
que es un acuerdo de estandarización entre los países miembros, viene regulando
esos niveles, y establece concretamente el nivel 3 como el mínimo necesario
para puestos OTAN. Para obtenerlo lógicamente hay que examinarse.
Recientemente
la OTAN, tras años de experiencia ha decidido subir los niveles de exigencia,
supongo que en aras de mejorar la coordinación entre los países. Esta subida de
nivel se plasma en un nuevo acuerdo de estandarización, al que los países se
incorporan libremente estableciendo las reservas y los tiempos de adaptación
que consideren conveniente: es la cuarta edición del STANAG 6001.
España
pese a que no se encuentra entre los países donde mejor se habla inglés, se ha
apuntado al carro en un tiempo record. En menos de un año la cuarta edición del
STANAG ha entrado en vigor suponiendo un incremento del nivel de exigencia para
obtener el nivel 3 nada despreciable. Como consecuencia de ello el nivel de los
exámenes para obtener el nivel 3 se ha incrementado considerablemente, basta
ver el boletín diariamente para comprobar que el número de personas que logran
obtener dicho perfil es próximo al 10% de los examinados. Con el sistema
anterior eran necesarias dos reválidas para obtener el perfil de modo
permanente. La obtención del perfil la primera ó la segunda vez sólo era válida
por cinco años, caducando en automático si no se examinaba de nuevo ó si no
lograba superar la prueba. Para adaptarse al nivel nuevo se han dado por buenos
todos los perfiles obtenidos de modo permanente con el sistema antiguo pero no
los temporales. En consecuencia, en el momento actual, las Fuerzas Armadas
disponen cada vez de menos personas con el perfil exigido, pero lo que es peor
es que la inmensa mayoría de ellas lo obtuvieron por el sistema antiguo de
forma permanente y por tanto con un nivel de exigencia menor. Por el contrario
los que no tenían el perfil ó lo tenían caducable no son capaces de obtenerlo
porque el nivel es demasiado alto, lo que está provocando desmoralización, pero
también sensación de ser discriminado por exigírseles un nivel que no se exige
a otros que ya lo obtuvieron en el anterior sistema. Con el paso del tiempo los
niveles permanentes del sistema antiguo irán a la parte más alta del escalafón
pero será muy complicado encontrar militares con el perfil requerido entre los
más modernos. Desgraciadamente el efecto que esto está provocando es
desalentador ya que cada vez son más los militares que renuncian a seguir
intentándolo dadas las dificultades.
Elevar
el nivel del examen no supone elevar el nivel entre los militares, para eso es
necesario potenciar la enseñanza, especialmente la de formación ya que estando
en activo es difícil dedicar muchos recursos a aprender un idioma. Y eso no se
logra de forma tan rápida, se necesitan muchos años para que ese esfuerzo dé
frutos. Por otro lado con el nuevo sistema de enseñanza en las academias de
Oficiales, donde además de la formación militar tradicional se imparte una
carrera universitaria, hay poco espacio libre para estudiar un idioma.
No
parece que seguir con esta dinámica vaya a llevar a nada bueno salvo a incumplir
nuestros compromisos con la OTAN por falta de personas con perfil y sobre todo
a impedir la selección de personal con otros criterios dado lo restrictivo que
va a ser este. Pero además el efecto que está provocando en muchos
profesionales es el de que sus esfuerzos resulten baldíos y terminarán
abandonando, el mismo efecto por cierto que el sistema de ascensos impuesto por
la ley de Carrera, por lo que cada vez habrá más profesionales que pierdan todo
el interés por buscar puestos de mayor responsabilidad. Si reconocemos que se
ha cometido un error, tal vez podamos enmendarlo.
Publicado
en Atenea, mayo 2011:
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