sábado, 24 de octubre de 2015

LOS BARCOS O LA MOLESTA RAZON DE SER DE LA ARMADA



 Aunque el título suene extraño, incluso escandaloso, se respalda en hechos que, en el fondo, son por todos conocidos. Por todos me refiero, naturalmente, a los que vivimos en la Armada y trabajamos para ella. La frase no la inventé yo, la escuché hace muchos años y entonces me chocó como a muchos les ocurrirá ahora.
En cierta ocasión, un suboficial de la Armada me dijo que la mayoría de los miembros de su escala no estaban embarcados sino en tierra, en una proporción considerablemente desproporcionada y que ello explicaba muchas cosas. No me he tomado la molestia de hacer el cálculo, pero en realidad el asunto afecta a todos: oficiales, suboficiales, marinería… todos acabamos pasando mucho más tiempo destinados en tierra que en buques. Sin embargo seguimos trabajando por y para los buques sólo que desde otra perspectiva. Lo que trato de mostrar en estas líneas es como esa diferente  perspectiva es también un progresivo alejamiento de la realidad hasta el punto de que como se suele decir “el papel lo aguanta todo” pero la realidad no lo soporta.

Es una evidencia que todos los organismos de la Armada, todos los que trabajamos en ellos y todos los asuntos  a los que dedicamos nuestra jornada tienen como misión que los barcos y sus dotaciones estén preparados para cumplir las misiones que puedan asignárseles. De una forma u otra todo el trabajo que realizamos, al final tiene su reflejo en cómo están nuestros buques. Incluso la labor de otras unidades de la Fuerza como la Infantería de Marina o la Flotilla de aeronaves, que realizan cometidos específicos, también tienen su razón de ser en los propios barcos. Sin barcos las aeronaves de la Flotilla no existirían, ya que de eso ya se ocuparía el Ejército del Aire y sin barcos no habría infantes de marina, porque para luchar en tierra está el Ejército de Tierra. Es el barco, por tanto, el espejo final de nuestros actos y el resultado de nuestro trabajo. Nuestra auténtica razón de ser.

Hagamos un repaso de todo aquello que hacemos:

-         En La Dirección de Personal trabajan para que el buque cuente con dotación suficiente, con la formación necesaria y  también para que la dotación esté bien motivada en el sentido de que no tenga que preocuparse por otra cosa que no sea hacer bien su trabajo.



-         En Apoyo Logístico trabajan para que los barcos se entreguen a la Armada en óptimas condiciones y se mantengan de igual modo. Para que el buque cuente con los medios materiales que necesite durante todo su ciclo de vida y cuente con la asistencia necesaria si algo falla en este sentido.



-         En los Centros de Adiestramiento trabajan para que el barco tenga todos los apoyos que necesita para que pueda adiestrar a su dotación en aquellos aspectos que no pueden realizarse a bordo o que solo se realizan en la mar en contadas ocasiones.





-         En los Cuarteles Generales se gestiona la organización y los recursos, orientan y planean el futuro con el mismo objetivo: que los buques o agrupaciones cumplan eficazmente sus misiones.

¿Por qué nos molestan los barcos entonces? Porque si son nuestro fundamento, nuestro objetivo, nuestra meta, nuestro producto final; en él debiéramos contemplar orgullosos los logros de nuestro trabajo y la verdad es que no lo hacemos realmente. Y no lo hacemos porque los barcos no se sienten apoyados como deben y, aunque normalmente de una manera sutil y prudente, los barcos, como si tuviesen alma y voz propia, se quejan. Se quejan a través de sus Comandantes y de sus dotaciones pero también a través de hechos incontestables a los que a menudo no queremos atender.

Los barcos son el destino más exigente de la Armada, dejando aparte otros puestos en la Fuerza. Los barcos tienen que cumplir con eficacia las misiones, son responsables de su propio adiestramiento y en parte también de su alistamiento. Sin embargo cuando algo no se hace bien sólo se mira hacia su Comandante o dotación. ¿Y todos los demás? Todos los que trabajamos para que el barco sea un éxito ¿No tenemos responsabilidades al respecto?

Uno de los problemas que tiene nuestra organización es que personalizamos de una manera absoluta los éxitos y los fracasos del destino en el que trabajamos. Esta atribución se debe al principio de responsabilidad que todos tenemos muy arraigado desde nuestra formación básica como militares y gracias a ella las Fuerzas Armadas han asumido retos para los que no estaban preparadas  y los han resuelto con brillantez. Pero no debemos personalizar todo el trabajo que hacemos para la Armada. En una organización tan grande y tan compleja que el éxito o el fracaso depende de muchos factores y la mayoría de ellos son factores controlables que una buena organización puede evitar. Lo que quiero decir es que una organización eficaz funciona bien con bastante independencia de la capacidad individual de quienes trabajan en ella a cualquier nivel. El hecho de contar puntualmente con personas excepcionalmente brillantes permite alcanzar logros no esperados o mejorar los resultados, pero una organización eficiente alcanza sus objetivos con personas de capacidad normal. Cualquier individuo si se le forma bien y se le dirige correctamente cumplirá eficazmente sus obligaciones, sino lo hace, lo normal es que sea la organización la que haya fallado.

Sin embargo a menudo vemos dotaciones poco preparadas o buques mal alistados y se lo achacamos exclusivamente a los miembros de la dotación. Cuando las cosas se hacen bien  también lo vemos como mérito personal de alguno o algunos sin ser conscientes de que, en realidad, el buen hacer del mando ha permitido superar las carencias de la institución, gracias a disponer de personas con una voluntad, responsabilidad y buen hacer por encima de lo esperado. Es decir que cuando algo funciona vemos grandes profesionales y cuando no, más que descubrir errores subsanables vemos personas incompetentes. Pero una organización eficaz no puede basarse en los méritos individuales.

La mejor manera de saber cómo están nuestros buques son los informes del CEVACO. El CEVACO es un organismo que despierta sentimientos muy enfrentados en la Armada, sin duda motivados por la excesiva personalización del trabajo. Cuando se descubre una deficiencia operativa en un buque, al Comandante le resulta incómodo sacarla a la luz por que por un lado nadie quiere ser portador de malas noticias y por otro siempre teme que alguien pueda achacarle el problema a su propia responsabilidad. El CEVACO no tiene ese problema, es bastante independiente tanto de las responsabilidades supuestas como de las implicaciones operativas que tenga descubrir las deficiencias.  Ello le ha convertido en un organismo de una especial valía en una organización donde todos los informes tienen que atravesar largas cadenas de mando siempre en estricto orden jerárquico. Aunque las dotaciones suelen verlo como un enemigo, el CEVACO es uno de los mejores aliados de los buques en las altas esferas. Primero por que saca a la luz sin tapujos todo lo que ve y eso solo puede beneficiar a los buques en la medida de que la solución a un problema siempre tiene que partir de su identificación y de su reconocimiento. Los informes del CEVACO ponen de manifiesto a menudo deficiencias que no son achacables a la dotación y que sin embargo muestran carencias importantes de la organización. Por ejemplo: averías que afectan a la operatividad, faltas de material, personal insuficientemente formado o escaso, falta de oportunidades de adiestramiento específico, etc… deficiencias que se repiten y que a menudo solo se solucionan con parches, mientras que el CEVACO ayuda a conseguir lo máximo de la dotación para suplir estas carencias. De esta manera las dotaciones sienten que la Armada les exige a ellos un esfuerzo superior al resto, un esfuerzo para suplir las carencias de los que no trabajamos a bordo pero influimos notablemente en sus resultados.

Recuerdo cuando, asumiendo mis responsabilidades como oficial embarcado, acudía a los arsenales de apoyo para solicitar auxilio de mantenimiento y encontraba a otros oficiales, casi siempre más antiguos que yo, atrincherados en sus mesas de oficina tratando de argumentar su negativa a mis peticiones. Recuerdo frecuentemente su  actitud molesta, que no disimulaba la incomodidad que les suponía que un oficial más moderno viniera, a lo que ellos seguramente consideraban, pedir explicaciones por su trabajo. Recuerdo también que de las averías que surgían, esos mismos oficiales siempre argumentaban que la culpa era de la dotación, nunca de la falta de apoyo ni de los trabajos mal hechos por empresas subcontratadas. De lo que no me cabía ninguna duda es que cuando los buques se hacían a la mar, en los arsenales se hacía la paz y la felicidad, por que la causa de sus “problemas” desaparecía.

Sin embargo los verdaderos problemas se los llevaba el barco a la mar. Si la reparación no efectuada o si el trabajo mal hecho repercutía en el cumplimiento de la misión sería la dotación quien acarrease con las consecuencias.

Anécdotas aparte, el trabajo que hacemos sólo es eficaz si repercute positivamente en el barco y creo que ahora no tenemos totalmente esa sensación. Cuando en despachos lejanos se decide sobre el futuro de la carrera del militar profesional en base a valores teóricos, muy generales, muy loables sin duda, pero a veces de escasa utilidad en el buque, es el barco quien tiene que apañárselo con dotaciones no muy bien formadas. Si alguien por su escasa formación causa un accidente, el problema lo tendrá el interesado y desde luego sus superiores, que nada tuvieron que ver con su formación, pero nadie mirará si nuestro sistema de enseñanza es el adecuado.

Si no se imparten los cursos de formación pero se insiste en que el personal que maneja equipos debe ser certificado por sus superiores, se está traspasando al buque la responsabilidad de tener al personal formado aunque el manejo de equipos es una necesidad operativa permanente, se tenga o no personal con experiencia.

Cada vez los buques tienen menor dotación, aunque eso no le ha eximido de responsabilidad alguna ni tampoco ha habido una disminución apreciable de cometidos. Este recorte se basa en que las nuevas tecnologías requieren menos personal para el manejo de los equipos, sin embargo no tiene en cuenta que el personal en el barco no sólo está para manejar equipos.

Aparentemente la externalización de servicios como la limpieza o el mantenimiento permitiría recortar personal, pero lo que en realidad ocurre es que esa externalización resulta muy cara y que al final la marinería acaba limpiando y realizando tareas de mantenimiento de todo tipo, sólo que contando con menos personal y menos recursos económicos. La Seguridad Interior por otra parte, requiere recursos humanos que no pueden ser siempre suplidos por tecnología. Además no somos a menudo conscientes de la carga de trabajo que vamos dejando al barco al mismo tiempo que vamos mermando sus recursos humanos. La dotación del buque debe realizar escuelas por destinos para formar al personal, hacer ejercicios generales dentro de su plan de adiestramiento, asegurarse de que el personal conoce los equipos para poder certificarles en su manejo y participar en la elaboración de doctrina a través de sus propuestas. Debe además realizar mantenimientos de primer escalón  (a menudo también de otros superiores), supervisar todo los trabajos que realizan las empresas conforme a los planes de seguridad en obras, actualizar la documentación del buque, mantener los pertrechos y recontarlos. Debe hacer informes, partes de campaña o comisión y poner mensajes de diversa índole. Y también preparar y realizar actos protocolarios, hacer las jornadas SEGOP, las juntas de adiestramiento, practicar deporte, estudiar inglés, hacer prácticas de tiro de armas portátiles, leer el BOD y la Intranet diariamente, hacer los IPEC de sus subordinados, gestionar las cuestiones administrativas de personal, y además hacer cursos de perfeccionamiento presenciales o por UVICOA. Además después de las navegaciones debe disfrutar de días de permiso extraordinario para motivación del personal, hacer las guardias o servicios que le correspondan, hacer víveres antes de salir a la mar, hacer combustible, municionar y embarcar los cargos que correspondan. Y por supuesto debe leer la Revista General de Marina y hacer las despedidas al personal que desembarca. Y de vez en cuando debe parar todo el trabajo para hacer un cambio de amarradero.

Como se gestiona el tiempo disponible entre todas estas actividades es prácticamente un arte. No existe ningún método establecido ni siquiera aproximado. El trabajo a bordo es improvisado, desordenado y caótico,  que varía constantemente según las prioridades del mando. Cualquier planificación se incumple sistemáticamente. La carga de trabajo y la disponibilidad de tiempo y personal varían también enormemente según las navegaciones y según el personal va embarcando y desembarcando. De la capacidad y buen hacer de los oficiales en la gestión de ese tiempo, reside la mayor o menor eficacia de los resultados. Si bien nadie ha medido que dotación necesitaríamos por buque para disponer de horas hombre suficientes para cumplir todos esos cometidos, lo cierto es que desde los destinos de tierra donde el trabajo está perfectamente organizado y repartido entre cada persona, a veces no solo no apoyamos si no que le obligamos a hacer grandes esfuerzos.

No contamos con verdadero índices para medir nuestra productividad, ni para valorar el coste de nuestros esfuerzos, pero sí tenemos al final datos concretos de cómo están nuestros buques. Es fácil pensar que cuando salen a la mar y vuelven han cumplido su misión, sin embargo la principal misión de un buque de guerra es el combate y dado que no combatimos, necesitamos valorar que preparación tenemos para hacerlo.

Si se tuviera más en cuenta la carga de trabajo de una dotación, tal vez no seríamos tan rácanos al dotarlos de personal. Si el personal que embarca estuviese mejor formado tal vez no tendríamos que dedicar tanto tiempo en instruirlos a bordo. Si los órganos de apoyo no se limitasen a esperar que les pidamos auxilio sino que procurarán que ese auxilio fuera cada vez menos necesario, seguramente los buques estarían mejor mantenidos. Si cada vez que se pide un informe al barco se tuviese en cuenta que relación esfuerzo/ beneficio tiene, se podría dedicar más tiempo a otras actividades. Si se improvisase menos  la programación de las navegaciones se organizaría mejor el trabajo. Si las bases y arsenales se pudiesen hacer cargo de la seguridad de los buques surtos en puerto se ahorrarían servicios. Si los miembros de la dotación estuviesen más motivados su rendimiento sería mayor…

Si cuando estemos trabajando desde los despachos somos capaces de pensar  en qué medida estaremos apoyando real y eficazmente a los buques, nuestro trabajo será más eficiente y provechoso. Ese debe ser nuestro desafío real.




1 comentario:

  1. Le felicito por tan acertado artículo y de reflexión y aplicabilidad en todo tipo de trabajo. En la actualidad en la vida militar se tiene medios limitados en relación a la cantidad de recursos humanos, pero como usted lo describe, somos en la carrera militar parte del engranaje de la institución, con la que llevamos la imagen institucional a la cual somos parte.

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