viernes, 2 de octubre de 2015

EL OCASO DE LA SANIDAD MILITAR



La crisis del Cuerpo Militar de Sanidad viene arrastrándose desde hace tiempo.  La razón es muy simple: los médicos militares quieren dejar de serlo. Dado que el problema es la falta de motivación, sólo las iniciativas en este sentido pueden impedir la desaparición del Cuerpo. No es una exageración. La marcha de médicos de las Fuerzas Armadas ha sido constante y en aumento desde hace ya algunos años. Las incorporaciones, por el contrario, han ido disminuyendo hasta reducirse a cero. Hay factores exógenos como la enorme demanda de médicos en el ámbito civil y su más sencilla labor de captación. Pero desde un punto de vista interno la cuestión es que las Fuerzas Armadas han dejado de competir en este mercado laboral. En pocos años el Cuerpo se habrá extinguido totalmente aunque oficialmente no se haya declarado en extinción.

Los problemas para cubrir las necesidades de las Fuerzas Armadas, especialmente las misiones en el exterior, han ido agravándose. Defensa ha ido centralizando y gestionando cada vez a más alto nivel la disponibilidad de estos profesionales. El número de médicos disponibles para misiones se ha tratado de mantener ampliando cada vez más las condiciones de disponibilidad, siendo el último capítulo de esta estrategia la cancelación de la exención por guarda legal. A partir de ahora la conciliación laboral y familiar no será para todos los militares. El problema sin embargo no se solucionará, por que se actúa sobre la consecuencia y no sobre la causa. Sólo cambios que afecten a la motivación de los médicos pueden invertir la tendencia.

¿Por qué los médicos militares no quieren seguir siéndolo? No conozco datos oficiales sobre encuestas, ni tengo conocimiento de que se haya publicado ninguno, a diferencia de otros Cuerpos en que sí se ha hecho, pero sí he podido recoger opiniones en diversos ámbitos. La creencia más generalizada es que los médicos desean compatibilizar su trabajo en las Fuerzas Armadas con su actividad privada como hacen sus colegas civiles, retributiva y laboralmente mejor tratados, y que la participación en misiones lo dificulta ó lo impide. A mi modo de ver, esta afirmación pese a ser básicamente certera merece ser muy matizada. Desde siempre los médicos militares han compartido su actividad privada con su servicio en las Fuerzas Armadas y desde siempre han estado peor pagados y en peores condiciones laborales, entendiendo como tales los horarios, la disponibilidad ó la permanencia geográfica. Históricamente esto ha sido así, y sin embargo en no pocas ocasiones la medicina militar ha gozado de un prestigio superior a la civil entre los propios profesionales de la medicina, razón por la cual no le han faltado aspirantes. Si bien es cierto que en el momento actual las Fuerzas Armadas están realizando más misiones en el exterior, también lo es que por su propia naturaleza los militares siempre han tenido que ausentarse por temporadas de su domicilio por maniobras ó navegaciones. Entonces ¿por qué lo que antes no era tan preocupante sí lo es ahora? ¿Qué más ha pasado en estos últimos años? Echando una breve ojeada a la historia reciente del CMS, comprobaremos que ha sufrido una enorme transformación, quizá la mayor de todos los que componen las FAS. En primer lugar la unificación. Por lejano que se vea este cambio sus efectos se han ido haciendo sentir con el paso de los años. El dejar de ser Oficial del Ejército de Tierra, del Aire  ó de la Armada para integrarse en uno de los Cuerpos Comunes ha implicado forzosamente un enorme cambio de mentalidad. Los médicos, a diferencia de los jurídicos ó los interventores, acompañan a las Unidades en sus misiones hasta prácticamente la primera línea de fuego. Su identificación con el Ejército en el que prestaban servicio era grande. Reducirlos a Cuerpo Común ha creado sensación de desarraigo en lo profesional y desde luego en lo vocacional. Eliminar de un plumazo la historia y tradiciones de un Cuerpo Militar es un elevado riesgo, en una institución donde estos elementos tienen mucha influencia en la captación  de personal. A las pruebas me remito, basta comprobar cuantos militares han recogido la vocación de sus padres, tíos ó abuelos.
Por otro lado la desaparición de los hospitales militares ha ido eliminando sus mejores expectativas de trayectoria profesional, limitando su labor a consultas y primeros auxilios, importantísimos en el ámbito militar, pero insuficientes desde el punto vocacional del médico. Por último la elevada demanda de médicos en misión, ya en plena crisis del CMS, ha sido gestionada teniendo en cuenta exclusivamente los intereses de la Institución pero no de sus miembros. Una sabia política de personal es aquella que es capaz de cohonestar ambas cosas. Si los recursos disminuyen lo lógico es adecuar la actividad a ellos, y no explotarlos hasta su agotamiento. Los recursos humanos tampoco escapan a esa lógica. Las soluciones que sólo tienen en cuenta el corto plazo suelen salir muy costosas en  el futuro. La consecuencia es clara: la Sanidad Militar concebida como un simple “poole” de médicos disponibles para todas las misiones es insostenible y está condenada a desaparecer.

Publicado en Atenea enero de 2011:

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