La
crisis del Cuerpo Militar de Sanidad viene arrastrándose desde hace
tiempo. La razón es muy simple: los
médicos militares quieren dejar de serlo. Dado que el problema es la falta de
motivación, sólo las iniciativas en este sentido pueden impedir la desaparición
del Cuerpo. No es una exageración. La marcha de médicos de las Fuerzas Armadas
ha sido constante y en aumento desde hace ya algunos años. Las incorporaciones,
por el contrario, han ido disminuyendo hasta reducirse a cero. Hay factores
exógenos como la enorme demanda de médicos en el ámbito civil y su más sencilla
labor de captación. Pero desde un punto de vista interno la cuestión es que las
Fuerzas Armadas han dejado de competir en este mercado laboral. En pocos años
el Cuerpo se habrá extinguido totalmente aunque oficialmente no se haya
declarado en extinción.
Los problemas para cubrir las necesidades de las Fuerzas
Armadas, especialmente las misiones en el exterior, han ido agravándose. Defensa
ha ido centralizando y gestionando cada vez a más alto nivel la disponibilidad
de estos profesionales. El número de médicos disponibles para misiones se ha
tratado de mantener ampliando cada vez más las condiciones de disponibilidad,
siendo el último capítulo de esta estrategia la cancelación de la exención por
guarda legal. A partir de ahora la conciliación laboral y familiar no será para
todos los militares. El problema sin embargo no se solucionará, por que se
actúa sobre la consecuencia y no sobre la causa. Sólo cambios que afecten a la
motivación de los médicos pueden invertir la tendencia.
¿Por qué los médicos militares no quieren seguir siéndolo?
No conozco datos oficiales sobre encuestas, ni tengo conocimiento de que se
haya publicado ninguno, a diferencia de otros Cuerpos en que sí se ha hecho,
pero sí he podido recoger opiniones en diversos ámbitos. La creencia más
generalizada es que los médicos desean compatibilizar su trabajo en las Fuerzas
Armadas con su actividad privada como hacen sus colegas civiles, retributiva y
laboralmente mejor tratados, y que la participación en misiones lo dificulta ó
lo impide. A mi modo de ver, esta afirmación pese a ser básicamente certera
merece ser muy matizada. Desde siempre los médicos militares han compartido su
actividad privada con su servicio en las Fuerzas Armadas y desde siempre han
estado peor pagados y en peores condiciones laborales, entendiendo como tales
los horarios, la disponibilidad ó la permanencia geográfica. Históricamente
esto ha sido así, y sin embargo en no pocas ocasiones la medicina militar ha
gozado de un prestigio superior a la civil entre los propios profesionales de
la medicina, razón por la cual no le han faltado aspirantes. Si bien es cierto
que en el momento actual las Fuerzas Armadas están realizando más misiones en
el exterior, también lo es que por su propia naturaleza los militares siempre
han tenido que ausentarse por temporadas de su domicilio por maniobras ó
navegaciones. Entonces ¿por qué lo que antes no era tan preocupante sí lo es
ahora? ¿Qué más ha pasado en estos últimos años? Echando una breve ojeada a la
historia reciente del CMS, comprobaremos que ha sufrido una enorme
transformación, quizá la mayor de todos los que componen las FAS. En primer
lugar la unificación. Por lejano que se vea este cambio sus efectos se han ido
haciendo sentir con el paso de los años. El dejar de ser Oficial del Ejército
de Tierra, del Aire ó de la Armada para integrarse en
uno de los Cuerpos Comunes ha implicado forzosamente un enorme cambio de
mentalidad. Los médicos, a diferencia de los jurídicos ó los interventores,
acompañan a las Unidades en sus misiones hasta prácticamente la primera línea
de fuego. Su identificación con el Ejército en el que prestaban servicio era
grande. Reducirlos a Cuerpo Común ha creado sensación de desarraigo en lo
profesional y desde luego en lo vocacional. Eliminar de un plumazo la historia
y tradiciones de un Cuerpo Militar es un elevado riesgo, en una institución donde
estos elementos tienen mucha influencia en la captación de personal. A las pruebas me remito, basta
comprobar cuantos militares han recogido la vocación de sus padres, tíos ó
abuelos.
Por otro lado la desaparición de los hospitales militares
ha ido eliminando sus mejores expectativas de trayectoria profesional, limitando
su labor a consultas y primeros auxilios, importantísimos en el ámbito militar,
pero insuficientes desde el punto vocacional del médico. Por último la elevada
demanda de médicos en misión, ya en plena crisis del CMS, ha sido gestionada
teniendo en cuenta exclusivamente los intereses de la Institución pero no de
sus miembros. Una sabia política de personal es aquella que es capaz de
cohonestar ambas cosas. Si los recursos disminuyen lo lógico es adecuar la
actividad a ellos, y no explotarlos hasta su agotamiento. Los recursos humanos tampoco
escapan a esa lógica. Las soluciones que sólo tienen en cuenta el corto plazo
suelen salir muy costosas en el futuro. La
consecuencia es clara: la
Sanidad Militar concebida como un simple “poole” de médicos
disponibles para todas las misiones es insostenible y está condenada a
desaparecer.
Publicado en Atenea enero de 2011:
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